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Uber y otras apps con las que la gente intenta ahorrar gastos

  • La economía compartida que facilita Internet ofrece alternativas muy eficientes
  • La gente tiende a buscar soluciones más baratas y que resuelvan sus problemas
  • Compartir medios de transporte, viviendas, libros o tiempo, algunas opciones

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Una librería estilo antiguo en Malasaña, Madrid
Una librería estilo antiguo en Malasaña, Madrid.

Mucho se habla estos días de Uber, la empresa que ofrece transporte entre particulares y sobre la cual taxistas de toda Europa se han manifestado con huelgas y grandes movilizaciones. Lo que para unos (los taxistas) es intrusismo, para otros (Uber) se califica como un "aumento en las opciones de movilidad urbana”.

Los ciudadanos contemplan la batalla confiando en que se llegue a una solución satisfactoria para todos: para los taxistas que pagaron a precio de oro sus licencias a los ayuntamientos y para las nuevas empresas que quieren ofrecer un servicio competitivo con garantías. Pero parece claro que sobre todo se debería buscar una solución que redunde en el bien común.

Y más nos vale ir haciéndonos a la idea, porque esto de "buscar el bien común" no es sino un ejemplo más de las tendencias en consumo colaborativo que facilita Internet y que las nuevas tecnologías están poniendo al alcance de los ciudadanos más necesitados que nunca de ahorrar unos euros o conseguir algún dinerillo extra haciendo algún pequeño trabajo.

La gente no solo va a pedir servicios de taxi más baratos o compartir coche para ir a la oficina o en algún viaje vacacional (como en BlaBlaCar). Pronto podremos ver cómo algunas de estas otras ideas y empresas se instalan y crecen en España y surgen de nuevo conflictos entre los "afectados". Por mencionar algunos de ellos:

  • Mercados de segunda mano y Trueque – Aunque existen desde casi el principio de los tiempos de Internet han experimentado un gran crecimiento como formas alternativas en las que comprar más barato productos de calidad aceptable. Al mismo tiempo resultan ecológicos por el factor "reutilización". Pueden funcionar con dinero o con "puntos"; algunos tienen sus propias "monedas" incluso. Afectados: cualquier empresa que venda productos "nuevos".
  • Crowdfunding - Una idea basada en conseguir financiación colectiva para poner marcha un proyecto, que bien puede ser un producto a fabricar, un software a desarrollar (por ejemplo un juego) o una pieza artística que crear (una película, CD de música, una novela…) La empresa más conocida en este sector es KickStarter; en España Indiegogo, Lánzanos y Verkami son algunos de sus representantes. ¿Los afectados? Inversores, prestamistas y bancos a los que ya no es necesario pedirles un crédito para sacar una idea adelante: son los propios compradores los que financian el desarrollo del producto.
  • Compartir bici – Son servicios ofrecidos generalmente por ayuntamientos para mejorar el medio ambiente y potenciar el uso de la bicicleta, haciendo que la gente pueda moverse sin usar el coche, el transporte público y ni siquiera tenga que comprar su propia bici. En España son bien conocidos los de Barcelona (Bicing, 6.000 bicicletas), Sevilla (Sevici), Valencia (Valenbisi) y Zaragoza (Bizi); Madrid ha retrasado sus planes un par de meses pero está a punto de ver la luz. Si hasta Nueva York se ha atrevido recientemente con esta idea será por algo. ¿A qué grandes empresas afecta? La lista es larga, desde fabricantes de coches a tiendas de bicicletas, taxistas… Pero, ¿y lo limpias que estarán las ciudades y lo saludable que es el ejercicio para quienes lo practican?
  • Intercambio de libros – En España tenemos la costumbre de comprar los libros en vez de ir a las bibliotecas a tomarlos prestados. Pero al igual que con el trueque, el intercambio de libros suele ser sencillo y es un gran ahorro a fin de año, sobre todo para quien sea muy aficionado a la lectura. En España existen varios servicios de intercambio, e incluso desde hace tiempo en BookCrossing animan a la gente a dejar sus libros en la calle para que otros los puedan leer. En una hipotética lista de afectados estarían las editoriales y librerías; pero parece claro que esa desventaja palidecería ante la posibilidad de tener una población más cultivada y culturalmente capacitada gracias a este acceso a la sabiduría que encierran los libros.
  • Intercambios de casas – La idea es poder intercambiar una vivienda por otra sin muchos papeleos de por medio: puede ser para unas vacaciones (el típico "yo me quedo en tu casa y tú en la mía") o por un periodo de tiempo determinado, según convenga. Puede servir para probar desde para pasar un verano a cambiar de estilo de vida o esperar mejores tiempos para vender una vivienda sobrevalorada. Lo único que se necesita es tener la idea clara y hacer un contrato que garantice la estancia para ambas partes. ¿A quién afectaría? A los bancos que venden hipotecas, notarios, hosteleros…
  • Mención aparte merece Airbnb, que revolucionó este concepto mediante la oferta de habitaciones de alquiler entre particulares, que luego se convirtieron en viviendas completas. Con estupendas fotos y una perfecta integración con las redes sociales es considerada la mejor alternativa para visitar una ciudad extranjera y sentirse "como en casa". ¿El problema? Muchos hosteleros los consideran competencia desleal; en Nueva York fue declarado ilegal y su estatus legal no está del todo claro. Al final, la situación es muy similar a la de BlaBlaCar y Uber, con un enfrentamiento entre quienes alquilan pisos particulares a turistas y quienes consideran eso un "arrendamiento pirata" sin licencia y sin garantías.
  • Banco de tiempo – Es otra forma de trueque en el que dos personas intercambian sus habilidades, valorando su tiempo para realizar acciones concretas: tú vas a realizar cierto papeleo y yo te arreglo el ordenador; te pinto una habitación y a cambio tú me planchas la ropa… Promovido incluso por algunos ayuntamientos, como el de Madrid, es una buena salida que no tiene por qué afectar a ningún sector en particular excepto si la cosa se va de las manos. En algunos sitios el tiempo se puede cambiar por "monedas" que luego sirven para "comprar" otros servicios, en una especie de microeconomía virtual. Y si el lector es sagaz ya habrá detectado ese "momento en el que se va de las manos": cuando la oferta es amplia (como ocurre en las ciudades grandes) y esas monedas virtuales pasan a ocupar el lugar de la moneda oficial, como ya ha sucedido más de una vez en algunas parte del mundo durante graves crisis. En esos casos más vale una hora de un albañil o tener un burro que atesorar "papelitos" con aspecto de billetes.