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Juan Diego Botto: "Yo soy hijo del exilio"

  • El actor presenta en Madrid Un trozo invisible de este mundo
  • La obra trata de la inmigración y del exilio, temas sobre los que reflexiona

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Juan Diego Botto, esta tarde en Madrid
Juan Diego Botto, esta tarde en Madrid

Un trozo invisible de este mundo se puede ver del 2 de octubre al 4 de noviembre en Las Naves del Español (Matadero Madrid).

Esta no es una obra cualquiera para Juan Diego Botto. Y no porque el texto sea suyo, sino porque él, en cierta manera, se representa a sí mismo. “Yo soy hijo del exilio”, reconoce rotundo el actor y dramaturgo apenas un minuto después de comenzar la entrevista. Una conversación que tiene lugar en el Matadero de Madrid, ese mágico lugar en el que se estrena el 2 de octubre Un trozo invisible de este mundo.

La obra, dirigida por Sergio Peris-Mencheta, es una reflexión sobre la inmigración y el exilio, dos trágicos fenómenos de los que muchas veces tan solo nos llegan cifras e imágenes que, de tan manidas, se escapan de nuestra atención.

- Me imagino que estarás especialmente ilusionado con esta obra… ¿Has cumplido un sueño?

Pues sí, la verdad es que sí. Primero, porque me lo paso bien interpretando los monólogos. Segundo, porque, al haberla escrito yo, me apetece mucho decir las cosas que decimos. Nunca había interpretado textos míos y lo estoy disfrutando mucho. Y tercero, porque el tema del que hablamos me interesa y me conmueve. Lo he vivido muy de cerca. La segunda parte del espectáculo, además, está centrado en el exilio de mi familia, el de los años 70 durante la dictadura militar argentina, y yo soy hijo de eso.

- ¿Por qué escogiste a Sergio Peris-Mencheta para dirigirla?

Fue algo muy natural. Yo me enamoré de su último espectáculo, Incrementum, y sentí la necesidad de que esta obra no fuera melodrama. Quería que fuera drama, seco y duro como la vida. Y Sergio entiende el teatro de una manera muy lúdica, como un juego. Además, no es un director pretencioso y entendemos el cine y el teatro de la misma manera. Así que sabía que nos íbamos a entender.

- ¿Y a Astrid Jones?

Lo de Astrid es cosa de Sergio. Hizo muchas pruebas y la que más se acercaba al carácter del texto era ella. Y yo creo que ha sido un acierto.

"Hablar de los que han venido es hablar de nosotros"

- ¿Por qué crees que es necesario poner nombre y apellidos a las personas que han tenido que huir de su país, ya sean exiliados o inmigrantes?

Porque creo que estamos acostumbrados a que los inmigrantes sean cifras o números, y casi siempre vinculados a algo negativo. Cuando uno piensa en un inmigrante posiblemente lo segundo que piensa es en que es “ilegal”. Y, sin embargo, eso es minoritario: la inmigración no es ilegal en sí. Las personas tampoco son ilegales. Por eso creo que es importante hablar de ellos como personas que viajan, que ríen, que sufren, que lloran, que cantan igual que cualquiera que nosotros. Y más en este momento en el que a los que están aquí también les toca salir. Así que hablar de los que han venido es también hablar de nosotros. Un emigrante se va porque no tiene lo mínimo indispensable para vivir. Los que se van ahora de España, igual.

- Crees entonces que es un momento oportuno para estrenar la obra.

Sí, porque en el fondo de esto late un tema de desigualdad. Y la desigualdad marca el compás del mundo. Estamos como estamos porque muy pocos tienen casi todo y muchos tenemos muy poco. Y eso, que es lo que marca la migración, es algo que te afecta, aunque no seas tú el que se vaya. Así que sí, me parece pertinente hablar de esto.

"Cuando sufrimos, intentamos recurrir a lo divertido"

- Sin duda es un tema doloroso y terrible… ¿No ha sido particularmente difícil inyectar al texto ciertas dosis de humor?

Yo pensé que sí, pero no ha sido tan complicado. Piensa que cuando lo pasamos mal, muchas veces recurrimos a lo divertido. Y las escenas que viven los inmigrantes en los locutorios tienen cosas divertidas. Las historias es verdad que son muy duras, pero les quise meter dosis de humor, sobre todo en los dos primeros monólogos.

- La obra empieza con el monólogo de un policía que explica que el país tiene ya demasiados habitantes como para que vengan más… ¿Habla de algún país en concreto?

No, pero se sobreentiende que estamos aquí, en España.

-¿Cómo surgió la idea de escribir esta obra?

Pues fue casual. Yo tengo un amigo que me llevó al funeral de una mujer congoleña, Samba Martín. Ella murió en el CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros) de Aluche sin que nadie se diera cuenta de que tenía SIDA, y eso que fue nueve veces a la enfermería. Y una vez en el funeral, vi a su madre, que viajó para enterrar a su hija y le decía, abrazada al ataúd: “Yo que te vi crecer no te pude abrazar”. Y eso me conmovió muchísimo. Y fue el motor de que sintiera la necesidad de hablar de esto. Y de hecho Samba está en uno de los monólogos.

- ¿Cuánto hace de esto?

Esto fue este año. Ha sido todo muy rápido. Me puse en contacto con varias ONG, que me documentaron sobre la inmigración subsahariana y sobre lo que les ocurre a estas mujeres, que sufren el doble. También contacté con empleadas domésticas y flipé: hay mujeres que son prácticamente esclavas, que trabajan 7 días a la semana y que encima cuando tienen que ir al médico, las familias que las contratan le cambian esas horas por su única tarde libre, que es la del domingo. Ha sido muy impactante.

"La crisis se utiliza para azuzar el miedo"

- ¿Crees que la crisis económica aumenta el miedo de los que ven llegar a sus países gente de fuera?

Sí, pienso que la crisis trabaja en dos direcciones: por un lado, se utiliza para azuzar el miedo. El problema no soy yo, que con las medidas que estoy aprobando te estoy haciendo perder tu puesto de trabajo; el problema es ése que te lo quita. Y ése siempre tiene menos derecho. ¿Por qué? Porque tú naciste aquí y eso te dota de un aura especial. Aunque luego te desahucien y te echen de tu casa, más allá de lo que dice la Constitución. Todo esto se aviva en las crisis.

Pero también crece la solidaridad: cuando tú ves que se está siendo injusto contigo, con tu hermano, con tu mujer, con tu amigo, te haces solidario.

- ¿Qué sensación crees que tendrán, al salir del teatro, los que vayan a ver la obra?

Me gustaría que les hiciera reflexionar sobre cómo ven a los que vienen. Claro que quisiera que se les ablandara el corazón al respecto. Esa es mi fantasía.

- ¿Qué sientes tú interpretando los monólogos, teniendo en cuenta que tu padre desapareció durante la dictadura argentina y que tu madre tuvo que marcharse?

Pues me emociono muchísimo. Hay un monólogo que habla de la Escuela de Mecánica de la Armada –mi padre desapareció allí– y, bueno, es una forma de exorcizar un poco los fantasmas, pero… Me emociona particularmente toda esa parte, sí.