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Orzán, playa de amor y resaca

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La bahía de la Coruña es hoy una larga playa de arenas blancas, ceñida, como el cuello de una bella mujer, por el collar del paseo marítimo. Esta es, al menos, la visión que se encontrará el visitante ocasional, el turista o el joven coruñés que ya la ha vivido así desde hace unos 10 años.

En realidad, tras obras de embellecimiento y orgullo, la bahía esconde 3 playas de carácter muy distinto.

Con la ensenada a nuestros pies, mirando hacia el mar, a la izquierda nos encontramos con la playa de Riazor. A los pies del estadio del Deportivo de la Coruña, Riazor es una playa familiar, de bocata y castillos de arena, de lagunita de aguas templadas y concierto de rock nocturno. Es una playa amable, recogida, segura y por tanto un poco aburrida.

A derecha del todo, pequeña y casi testimonial, está la playa del matadero. Durante muchos años vio teñidas de rojo sus aguas por los restos arrojados por la instalación que le da nombre, ya sólo recordada por los más viejos del lugar. Playa proletaria, siempre ha sido considerada como propia, y en cierto modo exclusivade sus orgullosos vecinos del barrio de Montealto. Los protagonistas de “Pacto entre caballeros” de Sabina se encontrarían en esta playa como en su casa. Quizás incluso el propio Sabina.

A su vera esta el Orzán. Hoy es una playa amplia, coronada por la estatua de dos surfistas modernos y aguerridos. Jóvenes e inmortales. Así es el público que la frecuenta. De grandes olas, atrevida, orgullosa, altiva, descarada como sólo puede ser la juventud. El Orzan es donde van las pandillas de quinceañeros a descubrir que el juego no esta en meterle un tanto al rival de voleiplaya domiguero, sino en la mirada robada a la chica de al lado.  En sus arenas cientos, quizás miles, de jóvenes coruñeses han descubierto torpemente lo que es el cuerpo ajeno y el placer propio. Han disfrutado de noches de cerveza y amaneceres de resaca.

De gran resaca. Ese es el lado oscuro del Orzán de olas surferas y amores fugaces. En su extremo izquierdo, a nuestros pies según estamos mirando la bahía, confluyen las corrientes tras haber recorrido Riazor y Orzán, y vuelven al mar con nuestros recuerdos. Y de vez en cuando con alguna vida. Como esta noche.