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Rebollo: "No son Amenábar o 'Torrente' los que representan la cultura española por el mundo"

  • El director madrileño ha sido premiado con la Concha de Plata en San Sebastián 2009
  • "Lo light ha llegado a la propia cultura y eso ha hecho peores espectadores", asegura
  • "La mujer sin piano es sencilla como un tebeo de Tintín"
  • "No creo que sea malo hacer películas minoritarias, aunque no pienso que la mía lo sea"
  • Toda la información en el especial del Festival de cine de San Sebastián 2009

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El realizador Javier Rebollo posa con la Concha de Plata al mejor director por su película 'La mujer sin piano' en la 57 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, durante la gala de clausura del evento.
El realizador Javier Rebollo posa con la Concha de Plata al mejor director por su película 'La mujer sin piano' en la 57 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, durante la gala de clausura del evento.

Cuando Javier Rebollo concedió esta entrevista, el jurado de la sección oficial había terminado las deliberaciones que le convertían en el galardonado con la Concha de Plata a mejor director por La mujer sin piano, pero todavía no se conocían. Es difícil que él supiese algo.

Sin embargo, ya entonces, y desde el primer momento del proceso de la película, ha defendido ésta con rotundidad, seguro de su obra, con su voz de tono bajo pero firme, segura, apasionada con lo que dice.

"Javier es muuuy intenso", decía Carmen Machi en un encuentro digital con usuarios de RTVE.es, y fuera de teclado: "Cada vez que te saluda te dice 'hooola'", y Machi interpretaba un "hola" cargado de sentimiento.

Y es verdad que el cineasta madrileño tiene un discurso cargado de significados que casi podría ponerse por escrito sin muchos retoques, dice mucho, cita sin parar a sus referentes. Es un intelectual, y eso más allá de que su cinta le haya gustado a uno o no, resulta fascinante.

  • P: ¿Hace Javier Rebollo cine de autor? 

R: La expresión "cine de autor" es inoperante. Habría que redefinirla y es muy complicado.

  •  P: Vamos a intentar definirlo: cine minoritario, muy personal, si no intelectual sí abstracto, lenguaje difícil...

R: No creo que haya un lenguaje difícil, yo creo que se hacen películas cada vez más explicativas. Y a fuerza de hacerse explicativas, al público le han hecho tonto. Dentro de nada, la gente no entenderá una elipsis por culpa de la televisión, en donde con la multicámara, si no hay un plano general del exterior no te hace comprender que ha pasado tiempo. Pese a ello yo creo en la inteligencia del espectador.

Cuando hago la película no la hago pensando en él, la hago pensando en la película, pensando que encontrará su público, no al revés, como hacen otros que son más mercaderes, que quieren hacer películas como si fueran coches manufacturados. Yo creo que eso no es respetar al público. Yo espero soreprender. 

Quizá eso te da un público más pequeño pero también es verdad que pequeños públicos sumados acaban sumando un gran público: un pequeño público de París, un pequeño público de Londres, otro pequeño público de Corea, acaban formando un gran público.

  • P: ¿Y qué hay de ese lenguaje a veces hermético?

R: Yo con mi estilo intentó iluminar la historia que estoy contando. ¿Eso me hace diferente a otros? Sí, todos somos diferentes, decían en Versos robados, de Truffaut, aunque tengamos dos ojos, una nariz y una boca. ¿Que si es diferente quizá la manera en la que cuento las historias que me preocupan de lo que habitualmente vemos en las pantallas españolas? Pues sí. ¿Que habla de cosas que nos pasan habitualmente a todos? Pues también. 

Tampoco creo que sea malo hacer películas minoritarias, aunque no creo que esta lo sea (creo que es cine popular en el mejor sentido), tiene que haber películas de todo tipo, y deben convivir, eso es la pluralidad y la excepción cultural.

  •  P: Aseguras que al público se le ha malacostumbrado. Pero, ¿no es un hecho que estamos en la sociedad quizá mejor educada de la historia, al menos en cuanto a que más gente tiene educación?

R: No sé si estamos mejor educados. En la época de Franco había un gran grueso de la población que era analfabeta, pero ahora vivimos otra clase de analfabetismo. El grueso de la población tiene un analfabetismo cultural importante. ¿Cuántas de las personas no leen un libro al cabo del año, no acuden al cine o al teatro, no escuchan música y viven presos del mal de nuestro tiempo, que es la televisión?  Eso hace que, aunque sepamos leer y escribir, vivimos otro tipo de analfabetismo, que es muy peligroso. Lo importante no es tener la cabeza bien llena, sino bien puesta.

Lo light ha llegado a la propia cultura, y eso no sé si hace más difícil hacer cine, pero sí nos hace peores espectadores. Peores seres humanos y ciudadanos, en cualquier caso, seguro.

  • P: ¿Y cómo salvar la cultura de esa superficialidad 'light'?

R: Groucho Marx decía que la televisión es cultura, que cada vez que su mujer la encendía se iba a la habitación de al lado a leer. Lo primero que haría yo es apagar la televisión, que es fundamental...

  •  P: Pero, ¿no crees que parte del mejor cine de la actualidad se hace en las series de televisivas norteamericanas?

R: Vivimos en una época estupenda para el cine en el mundo. En los años 80, Godard el primero, estaban proclamando la muerte del cine. Y yo creo que hacía tiempo que no había una cinematografía mundial y española con tanta diversidad y tanta variedad. Todos los años hay una serie de relevos, que a través de festivales en el mundo van reconociendo y descubriendo cinematografías: hoy la filipina, ayer la rumana, anteayer la taiwanesa.

Y vivimos, por otra parte, en España -Azcona lo decía antes de morir- el momento de una aparición de cineastas que ya están con sus segundas, sus terceras películas, muy diferentes entre sí, que son desde los que más mayores, Marc Recha o José Luis Guerín,  a los José María de Orbe, Pedro Aguilera, Albert Serra, Jaime Rosales, Manolo Martín Cuenca, Salvador García Ruiz, hay un espectro muy amplio de gente, la gente de Sevilla...

Pero América es otro mundo. Guardans, el nuevo director general de Cine, dice que hay que mirar a lo americano. Es imposible mirarnos en un espejo que no nos representa, pero indudablemente América tiene cosas fantásticas. La ficción televisiva americana es muy buena, las series que conocemos todos son estupendas. Pero hay que tener cuidado porque muchos cineastas jóvenes se alimentan solamente de esas series y su pasado más cercano es Los soprano.

  • P: Toda esta generación de cineastas de la que hablas no es mediática, salvando el Goya a Rosales que le dio mayor proyección, no se os ve...

R: ¿Qué no salimos en la foto?

  • P: Efectivamente, llámalo así. Pero el hecho de no salir en esa foto, en la que supongo que deberíais salir porque sois parte del cine español, limita vuestra influencia intelectual y cultural...

R: Lo que pasa es que las películas de este  grupo -algunos somos amigos, compartimos técnicos, otros no tenemos nada que ver- funcionan mejor fuera de España que en España. Y somos cineastas de pequeños públicos sumados, que te decía antes. Dices que se nos ve poco... Cuando se producen los grandes festivales de cine, sea Cannes, sea BAFICI en Argentina, sea Locarno, Seúl o Londres,  quienes representan a España somos nosotros.

Los que ganan festivales en el extranjero y los que van haciendo cultura en el extranjero somos nosotros.  Cuando miras a lo largo del año no son Amenábar o Torrente, no ha sido esa película que cada año quiere nivelar esa cuota de entradas de cine español, sino somos muchos de nosotros los que representamos la cultura española por el mundo. 

Cuando Albert Serra está un año en cartel en Francia con Honor de cavalleria o El cant dels Ocells y tiene cuatro páginas en Libération y en España la ven 800 personas...

  • P:  ¿Ahí qué está pasando?

R: En España hay un problema importante con la exhibición que arrastramos desde hace mucho tiempo. Y tenemos un problema con la cultura: el cine tiene que entrar en las aulas, como en Francia está desde finales de los 90 como asignatura obligatoria. Mis mejores debates con público han sido con alumnos de banlieu en París, con chavales de 12 años, de 13. En España no hemos conseguido que esté en las aulas todavía. 

Aquí hemos arrastrado 40 años de dictadura y algunos problemas con la exhibición que no hemos solucionado. No tenemos cines como los franceses de reestreno, de reestreno, de reestreno. Aquí todo se quema muy rápidamente, como en el modelo americano.  

  • P: ¿Cómo ha sido trabajar con Carmen Machi, que era tan reconocible para el público por un papel cómico como el de Aída?

R: Como espectador sentía que le faltaba un papel de estas características, y tenía ganas de verla de protagonista en una película. Yo necesito escribir pensando en alguien. Escribir para Lola Dueñas, para José Sacristán ahora... Por eso llamé a Carmen.

Y después porque Carmen tiene unas características de cómica de siempre, de cómica de la legua, y los cómicos son siempre grandes actores dramáticos. Bill Murray sería un gran Hamlet y Carmen, que ya demostró ser una mujer rotunda, de Shakespeare, de Ionesco, de Juan Mayorga, pues yo sabía que iba a ser una excelente actriz dramática o tragicómica como es en La mujer sin piano.

No ha sido fácil porque yo le pedí un lenguaje al que no está habituado y eso nos ha costado a los dos. Para mí ha sido muy placentero. A ella le ha costado entrar en ese lenguaje, que al final lo ha hecho de maravilla. Un lenguaje más corporal, más de los silencios.

  • P: Da la impresión con La mujer sin piano de que era necesario un cine-fórum para enriquecerla, escuchándote en la rueda de prensa la película crecía. ¿No sería lógico en el cine que lo que tú tengas que decir lo digas en la película, que no necesite una labor interpretativa demasiado complicada?

R: Mi película es sencilla como un dibujo animado. Me parece una película elemental, aunque te respondo con una pedantería. Goethe decía que una obra cuanto más hermética y más cueste racionalizarla más elevada es, pero me parece que mi película es, de verdad, como un tebeo de Tintín

Lo que pasa es que -me lo decía Jan con su español torpe- es una bomba de relojería, con un mecanismo en el que tienes que querer participar o no. Tiene un lenguaje que unos entran en él y disfrutan de sus engranajes que les van arrastrando y otros no. No es una cuestión de comprensión. Quien no entra no disfruta de ese mecanismo, no se siente arrastrado.

Además, yo no creo que una película deba decir sólo lo que diga en la película. El cine es sugerencia, el arte es sombre, el arte es misterio, la televisión es sobreexplicación, iluminación y banalidad. Y la película... ¿Que hace falta explicarla? Pues muy bien. Que salgas de una película haciéndote preguntas me parece muy bien. A mí me parecen aburridísimas esas películas que me hacen sentir que me lo hacen explicar todo de una vez.