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Los creadores del e-mail y el móvil nunca imaginaron que cambiarían la sociedad

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Cuando Ray Tomlinson creó el primer programa de envío y recepción de correo electrónico en ARPAnet tan sólo estaba añadiendo una útil función a un ordenador.

Cuando Martin Cooper, inspirado por el comunicador de Star Trek, creó el primer teléfono móvil de mano, estaba proporcionando una nueva forma de usar la red telefónica a unos cuantos privilegiados.

Lo que ninguno de ellos podía imaginar ni en sus más desmadrados sueños eran las consecuencias que sus inventos iban a tener en la vida de miles de millones de personas, y cómo iban a cambiar la cultura misma del ser humano.

El e-mail: nueva forma de trabajar

Hoy el correo electrónico no sólo ha dado lugar a nuevos fenómenos, como el spam, la 'bancarrota de email' y la sobredosis de información, sino que su existencia está poco a poco rehaciendo la estructura misma de las organizaciones.

La posibilidad de enviar información por escrito de modo sencillo, rápido, seguro y económico desde cualquier punto de la jerarquía a cualquier otro no sólo ha hecho más eficaces las estructuras precedentes, sino que las ha forzado a cambiar: capas enteras de intermediarios de información desaparecen, y las organizaciones se hacen mucho menos jerárquicas y mucho más democráticas.

El correo electrónico permite a las personas intercambiar información, pero sobre todo modifica el modo de trabajar de las organizaciones: un efecto revolucionario que apenas está empezando a manifestarse.

Móvil: siempre conectados

A la vez el teléfono móvil ha hecho mucho más que liberar de mesas y cabinas la comunicación de voz.

Al extenderse a una porción más que significativa de la Humanidad, el móvil ha empezado a cambiar todas nuestras preconcepciones comunicativas.

Un móvil es un teléfono personal; contacta con la persona independientemente de dónde se encuentre, no con el hogar o la oficina. Este detalle tiene importantes consecuencias sobre el uso que se da al aparato; por ejemplo, el trabajo ya no es cumplir un horario en una localización, sino un compromiso personal con disponibilidad permanente.

Los ratos libres de interferencias que se disfrutaban cuando uno estaba desconectado de la red telefónica son cosa del pasado: ahora todos estamos siempre conectados, y quienes nos buscan siempre pueden encontrarnos.

La afortunada incorporación de un sistema de mensajería breve de texto en los rincones técnicos del sistema GSM (el SMS) proporcionó un nuevo canal de comunicación que jóvenes y no tan jóvenes utilizan con inesperado entusiasmo.

El reciente añadido de sistemas de localización como el GPS a las terminales permite crear nuevas formas de comunicación ligadas a la posición geográfica, todavía embrionarias.

Sólo hemos visto el principio

No es una exageración decir que el impacto tanto del coreo electrónico como del teléfono móvil en la comunicación humana (y por tanto en la sociedad) han sido ya revolucionarios.

Pero queda mucho por ver: las nuevas generaciones de teléfonos móviles inteligentes prometen fusionar las características de ambos inventos, y aún mucho más: el acceso completo a Internet a través de terminales móviles portátiles es ya una realidad.

¿Quién sabe cuáles serán las consecuencias sobre el modo de relacionarnos y de organizarnos que tendrán estas nuevas posibilidades? ¿Qué inesperados fenómenos se producirán cuando la insaciable sed de comunicación personal del ser humano y la innata curiosidad de miles de millones de mentes echen mano a estas nuevas terminales?

Ray Tomlinson y Martin Cooper ya han contribuido significativamente a cambiar la sociedad. Y todavía no hemos visto más que el principio.