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"Cosas que nunca he contado de Almodóvar" (Primera parte)

Por
Informe Semanal - Rodaje de 'Los abrazos rotos'

Le conozco desde hace más de 20 años (¡qué fugaz es el tiempo¡). El primer tête à tête fue en Pamplona donde trabajaba como periodista. Pedro Almodóvar llegó con las actrices de Entre tinieblas, -recuerdo que estaban Carmen Maura y Marisa Paredes-, para promocionar su película y cosas de la vida, terminamos comiendo juntos. Entre pimientos del piquillo, alcachofas de Tudela y solomillo de buey, Almodóvar nos contó que le rondaba en la cabeza la historia de una mujer vapuleada por la vida y su marido, que vivía en el barrio de la Concepción de Madrid. Todavía no estaba listo el guión pero el director ya tenía una escena muy clara: el momento en el que la resignada maruja se rebela y da muerte, con el palo de un jamón, a su cruel maltratador. Entonces no lo sabíamos, pero hablaba de ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, una de sus grandes películas.

Era el año 1984 y hasta hoy ha rodado catorce películas más. Gracias a esta profesión, que nos permite colarnos en muchos lugares cual mirones impenitentes, he podido seguir de cerca la carrera de Pedro Almodóvar. He sido testigo de cómo le salían las canas, de cómo se las quitaba y cómo se las volvía a dejar.

Le he visto madurar, volverse mucho más serio, ganar dos Oscar y sacudirse el papel de chico-ingenioso-obligado-a-divertir-al-grupo-a-todas-horas. Pero ante todo, he visto crecer al genio autodidacta, -para disgusto de algunos academicistas-, que llevaba dentro: una inteligencia natural capaz de conectar, a la primera, con las emociones más cercanas. De lo particular a lo general: así se mueve el mundo de los sentimientos de Pedro Almodóvar. 

En la primavera de 1999, Todo sobre mi madre fue seleccionada para el Festival de Cannes y Baltasar Magro, director en aquellos años de Informe Semanal, me encargó un reportaje sobre la película. Llamé a Paz Sufrategui, responsable de comunicación de la productora El Deseo, y le pedí una entrevista con el director. Para mi sorpresa, Paz me dijo que Pedro quería hablar conmigo. Fue entonces cuando me propuso entrevistar a su madre a quien dedicaba la película y a quien había dado pequeñitos y deliciosos papeles en películas como Kika, ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, Mujeres al borde de un ataque de nervios ó La flor de mi secreto.  La propuesta me dejó perpleja porque pocas veces depositamos en manos de terceros lo más querido y Almodóvar nunca ha ocultado la pasión que sentía por su madre, Francisca Caballero, de quien aprendió a sobrevivir y una forma de vida con la que ha ido alimentado parte de su filmografía. 

'Todo sobre mi madre'

Nos citamos para unos días más tarde. Era sábado y toda la familia Almodóvar se había reunido en la preciosa y colorista casa que Pedro tiene a las afueras de Madrid: su hermano Agustín, sus hermanas Antonia y María Jesús, su cuñado, los sobrinos...Y en la cabecera de la mesa, -más propia de las bodas de Camacho que de una tranquila comida familiar-, Paquita Caballero. Allí no faltaba de nada, incluidos los calóricos torreznos. 

Paquita ya había rebasado los 80 años, pero comía como una adolescente en fase de crecimiento. Estaba un poco sorda lo que para mí, algo gritona por naturaleza, no debería haber supuesto ningún problema. Sin embargo, apenas me entendía. Curiosamente cuando Pedro repetía, sin cambiar una coma mis palabras, Paquita comprendía a la primera. La voz del hijo era tan inteligible para ella como confusa le resultaba la mía. Y así con el hijo-intérprete por testigo, fuimos construyendo un hermoso diálogo donde nos contaba con toda naturalidad como llevaba a Pedro al cine del pueblo cuando era pequeño y cómo le engañó muchas veces y para no pagar la entrada, -en unos años en los que el dinero era un bien más que escaso-, se inventaba el argumento de la película a partir de los cartones del film colocados en la vitrina. Una vida dura, la de los años 50 que no pareció afectar a la batalladora Paquita casada con un arriero que recorría con su carga los pueblos de Extremadura. 

Y hablamos de todo: de las vecinas a las que enseñó a leer y de aquellas que al principio, -porque el éxito lo cambia todo-, criticaban a su hijo que hacía según nos dijo-, un cine muy guarro. Llevaba unos guantes negros de lana, muy gastados, pero pese al empeño de su hijo para que se pusiera otros, la peleona madre de Almodóvar se negó a cambiarlos porque prefería "reservar los nuevos para más adelante". Viendo a la madre comprendí como era el hijo y por qué nada ni nadie podría detenerle. Paquita murió en otoño de ese año sin ver al director recoger su primer Oscar. Pero el propio Pedro me contó que lo que a ella de verdad le gustó fue el homenaje que le dieron en Calzada de Calatrava cuando pasaron de la crítica feroz a considerarle su hombre más ilustre.