Enlaces accesibilidad

Bretton Woods no está en Washington

  • La cumbre del G-20 en Washington no es equiparable a Bretton Woods
  • El anfitrión es un pato cojo cuyo poder termina en dos meses
  • Pocas semanas de preparación frente a los casi tres años de Bretton Woods
  • Más que refundar el capitalismo se retocará el sistema financiero
  • La cumbre no tiene un Keynes y Estados Unidos ya no es la potencia que era en 1944

Por
Todo listo para la cena previa a la cumbre del G20

Es tentador despreciar la cumbre de Washington como puro teatro. Es la reacción normal a las desmesuradas expectativas que han creado algunos de los líderes que acuden a la cita. Sobre todo, los dos que se atribuyen la paternidad por razones de política interna y por la rivalidad tradicional entre mercados anglosajones e intervencionismo galo.

El presidente francés, Nicolás Sarkozy, habla de refundar el capitalismo y el premier británico, Gordon Brown, aspira a que la cumbre de Washington esté a la altura de Bretton Woods en 1944, que acabó con el nacionalismo económico y diseñó la arquitectura financiera de la postguerra. Diferencias geográficas aparte, Bretton Woods es una pequeña localidad de New Hamshire, al norte de Estados Unidos, la comparación es excesiva. Al menos de momento.

 Un Pato Cojo como anfitrión

El presidente saliente, George W. Bush, es el anfitrión de la cumbre del G-20 pero no está en condiciones de pilotar la reforma del sistema financiero. Carece de las herramientas para hacerlo. Es lo que los americanos llaman un lame duck, un pato cojo, un caso perdido. Su mandato acaba el próximo 20 de enero pero buena parte de su poder se está evaporando. Especialmente el económico. La nueva administración Obama ya está tomando posesión entre bambalinas. Preparando el relevo. 

Por eso, más que Bretton Woods, la cumbre de Washington se parece a la Carta del Atlántico, el encuentro que mantuvieron en 1941 el presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, y el premier  británico, Wiston Churchil, en un navío en el Atlántico Norte. Es el precursor de la conferencia de Bretton Woods y el objetivo era evitar que se reprodujera la Gran Depresión después de la segunda Guerra Mundial, cuando los soldados se reincorporarán a la economía. Los mimbres eran la libertad de comercio, especialmente el marítimo, y la creación de un sistema de seguridad mundial.

Tampoco Estados Unidos es la misma potencia que hace seis décadas. Entonces su poder económico superaba al resto de las naciones juntas. En la actualidad, su peso ni siquiera iguala al de la Unión Europea. Tampoco el dólar es ya la moneda indiscutible. El euro gana terreno y la libra esterlina mantiene buena parte de su ascendencia en los mercados financieros. 

 Reformar el sistema financiero lleva tiempo

Y en esta ocasión, apenas se ha trabajado unas semanas en los preparativos para poner en escena una cumbre de menos de 24 horas. Por contra, Bretton Woods duró tres semanas, después de casi tres años de negociaciones y análisis. El resultado fue sólido y funcionó durante casi tres décadas. 44 naciones fundaron el Fondo Monetario Internacional, para prevenir y atajar las crisis; el Banco Mundial, para estimular el desarrollo; el GATT, para impulsar el libre comercio, y los tipos de cambio fijos con el dólar como moneda de referencia.

Tampoco los actores son los mismos. Bretton Woods contó por parte británica con el impulso de John Maynard Keynes. Un genio difícilmente repetible. Por Estados Unidos, el arquitecto fue Harry Dexter White, que acabaría imponiendo su criterio. Representan la vieja rivalidad entre el intervencionismo y el libre mercado. ¿Quiénes les darán el relevo? Por parte estadounidense, será interesante ver el equipo económico de Obama. A la espera de que nombre secretario del Tesoro, en su equipo de asesores figuran Lawrence Summers, primer espada en la administración Clinton, Paul Krugman, premio Nobel, Warren Buffet, empresario multimillonario y Timothy Geithner, presidente del Banco de la Reserva Federal en Nueva York.

Otra diferencia. Los jefes de Estado y de Gobierno estuvieron ausente de la cumbre de Bretton Woods. Estaban en plena Guerra Mundial. La reunión se fraguó entre ministros de Finanzas y expertos. Ahora acuden 21 líderes mundiales a Washington. Mucha más pompa para tapar los déficits de contenido. 

Un sistema de difícil arreglo

Los retos son formidables entonces y ahora. Bretton Woods diseñó el nuevo orden financiero después de la segunda Guerra Mundial. Washington marcará la hoja de ruta para salir de la peor crisis desde la Gran Depresión. Pero ningún modelo será perfecto. El sistema financiero es como el clima, caótico. Inestable por naturaleza. Sujeto a episodios recurrentes de crisis. Se pueden tapar los agujeros conocidos pero no evitar que aparezcan otros nuevos.

Eso es la teoría matemática. En la práctica, el sistema financiero mundial es un compromiso entre los mercados globales de capitales y la soberanía nacional. Curiosamente, ninguno de los líderes que acuden a Washington ha hablado de ceder esa soberanía. 

El mundo no está preparado todavía para un regulador global.Tampoco para un supervisor global. Ni siquiera para un prestamista global. Las entidades financieras son supervisadas y reguladas a nivel nacional. Y los gobiernos de cada país están actuando como prestamistas de última instancia para reactivar el crédito.

Con los pies en el suelo

Más que promesas vacías, el mejor resultado de la cumbre sería gestionar la salida de la crisis financiera y diseñar pequeñas reformas  que aconsejan los expertos. Limitar el impacto de la crisis, que se está trasladando desde las naciones ricas, en recesión, a las emergentes. El G-20 no puede impedirlo, pero sus miembros sí pueden estimular la demanda interna y suministrar recursos a los países emergentes axfisiados.

Es preciso regular el sistema financiero, cuyos defectos han salido a la luz y corregir los desequilibrios entre el ahorro de  Asia y el gasto de Occidente, que están detrás de la última expansión

El Fondo Monetario es demasiado pequeño para actuar en los mercados globales como piloto. Sus reservas no tienen peso suficiente. Ni de lejos. Pero sí que se puede reformarlo para dar más peso a los países emergentes, castigados pora el desplome de las exportaciones y la caída de la inversión privada. En la misma línea, los países con superavit comercial y amplias reservas de liquidez, com China, Japón y los productores de petróleo, pueden prestar dinero al FMI para que lo canalice.

También se puede crear como propone Gordon Brown un colegio de supervisores para vigilar a las entidades financieras transnacionales. O sistematizar las líneas swap entre la Fed y los bancos centrales. O aprovechar el modelo español de gestión de riesgo y provisiones anticíclicas.