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Líbano: cinco meses sin jefe de Estado o las imposibles relaciones entre oposición y mayoría parlamentaria

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Hasta en 16 ocasiones ha sido aplazada hasta ahora la elección por parte del Parlamento del nuevo presidente del Líbano, que permanece sin jefe de Estado desde el pasado 24 de noviembre.

Las discrepancias entre la oposición prosiria y la mayoría parlamentaria antisiria, además de las presiones internacionales, han impedido desbloquear la crisis política que vive el Líbano y en la que los últimos meses se han producido muy tímidos avances. 

Tampoco ayuda en nada el complejo sistema político libanés, cuya Constitución, heredada de Francia, establece que el presidente ha de ser cristiano maronita, el primer ministro musulmán suní y el jefe del Parlamento musulmán chií.

El 22 de abril es la última fecha propuesta para la elección presidencial, después de que el 25 de marzo el presidente del Parlamento libanés, Nahib Berri, tuviera que posponer de nuevo la sesión plenaria. Hasta 17 fechas distintas se han manejado ya desde la primera del 25 de septiembre de 2007 en la que debía elegirse al sustituto del prosirio Emile Lahud en la Presidencia. El mandato de Lahud, que fue prorrogado por tres años en 2004 y tras lo que comenzó una ola de asesinatos de personalidades antisirias, expiró finalmente el 24 de noviembre pasado.

Pero la crisis viene de antes. Estalló en noviembre de 2006, tras la retirada de seis ministros -cinco de ellos chiíes- del Ejecutivo del primer ministro libanés, el suní Fuad Siniora, anti sirio. La oposición amenazó con formar un nuevo gabinete porque considera este Gobierno "ilegal e inconstitucional" y por no tener entre sus filas a miembros de la comunidad chií.

Desde entonces el Parlamento ha quedado bloqueado, así como todos los procesos y medidas que dependen de esta cámara, entre ellas la elección presidencial.

Avances a duras penas

Desde el 25 de noviembre de 2007, los avances en el desbloqueo de la situación política del Líbano han sido mínimos. En un primer momento no había siquiera consenso en torno a un candidato, que debía reunir además en una primera votación dos tercios de los votos del Parlamento -en una segunda vuelta se admite la mayoría absoluta, aunque nunca en la historia moderna libanesa se ha llegado a esa posibilidad-.

A finales de 2007, se alcanzó un consenso en torno al jefe del Ejército, el general Michel Sleiman, para que sea propuesto como presidente. Pero para elegirle es necesario enmendar el artículo 49 de la Constitución libanesa, que implica que para que se puedan ocupar dos altos cargos en la República han de transcurrir dos años desde que se deja de ejercer el primero y se accede al segundo.

La falta de acuerdo se trasladó entonces al método para enmendar la Constitución, además de a cuál debe ser la composición del nuevo Gobierno.

Propuesta de la Liga Árabe

En este marco, la Liga Árabe presentó una iniciativa que contempla la elección 'inmediata' de Sleiman como presidente del Líbano, la formación de un Gobierno de unidad nacional y la elaboración de una nueva ley electoral.

Pero la iniciativa árabe, vista en principio con buenos ojos por ambas partes, se ha encontrado con el freno del desacuerdo sobre la formación del Ejecutivo. La oposición, prosiria y proiraní, exige un tercio o más de las carteras ministeriales para tener derecho a veto, lo que la mayoría, antisiria y prooccidental, no está dispuesta a conceder. 

Las últimas esperanzas se centraban en poder haber desbloqueado la situación de cara a la Cumbre de Damasco, de los días 29 y 30 de marzo. A ella se ha llegado con un nuevo aplazamiento para la elección del presidente -para el 22 de abril- y sin perspectivas de que pueda resolver nada después de que Arabia Saudí haya rebajado su nivel y no enviado a su jefe de Estado.

Apoyos internacionales con base histórica

En todo este tiempo, las presiones internacionales de uno y otro lado han sido constantes. Los países occidentales -EE.UU., Francia y la UE en general, además de Arabia Saudí, respaldan al Gobierno del primer ministro, Fuad Siniora. En el lado opuesto, Siria e Irán apoyan a la principal fuerza de la oposición, Hizbulá, acusada además de cometer actos de terrorismo internacional.

Estos apoyos tienen una raíz histórica. El Líbano, protectorado francés hasta 1943, fue invadido en su zona sur en 1982 por Israel para expulsar a las guerrillas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Aunque en 1983 ambos países alcanzaron un acuerdo para la retirada de las tropas israelíes, Líbano lo cancelaría presionado por Siria. Israel mantuvo sus tropas para impedir los ataques de la guerrilla de Hizbulá y hasta 2000 no se retiraría por completo del sur del Líbano, en cumplimiento de la resolución 425 de la ONU.

En 2005, tras el asesinato del primer ministro libanés, Rafik Hariri, se desencadenó la llamada 'Revolución del Cedro', un movimiento cívico de protesta que logró la retirada completa de las tropas de Siria.

En julio de 2006 se produjo la crisis israelo-libanesa después de una incursión fronteriza de Hizbulá. En agosto, la ONU incrementó la fuerza internacional FINUL y se llegó a un acuerdo de cese de violencia.