La 'pachanga' de Pedroso y la 'inspiración' de Edwards: un récord inválido y otro que perdura 30 años después
- En mitad del verano de 1995 se sucedieron dos hechos memorables en las pruebas de longitud y triple salto
- Los 8,96 m del cubano no se homologaron y el británico superó por primera vez los 18 metros en el Mundial
Durante dos semanas del verano de 1995, el atletismo estuvo en convulsión por culpa de los saltadores Iván Pedroso y Jonathan Edwards. El cubano y el británico representaron entonces los papeles de villano y héroe en sendos capítulos de la historia de este deporte sin relación directa, pero que se dieron casi a la vez en los fosos de un estadio de Sestriere y otro de Gotemburgo.
La relación de hechos de esos días empieza por la reunión de Sestriere, una localidad en los Alpes italianos a un poco más de 2.000 metros sobre el nivel del mar. Hacía unos años que los organizadores de ese meeting estaban apostando fuerte para atraer a las estrellas del atletismo, en particular a los saltadores y velocistas, que podían aprovecharse del efecto de la altitud.
De hecho, la temporada anterior Sergei Bubka estableció allí en Sestrières --la denominación en francés-- su última plusmarca en salto con pértiga con un registro de 6,14 m, con el premio añadido de un Ferrari.
En 1995 el coche deportivo fue la tentación que le pusieron a Iván Pedroso, que sus 22 años ya había coqueteando en varias ocasiones con la mítica barrera del salto de longitud de los 9 metros. Entonces el récord del mundo estaba en 8,95 m.
Un recuerdo vaporoso
Aquel 29 de julio amaneció con niebla en la estación alpina y además con viento. En casi todas las pruebas que se disputaron durante la reunión, celebrada por la mañana, las mediciones dieron valores muy superiores a los 2 metros por segundo que la federación internacional fija como límite para validar una marca.
Pedroso dominaba claramente la prueba con un gran salto logrado de hecho con más viento del permitido de cara a las tablas de los récords. El habanero hizo un concurso muy irregular y la plusmarca mundial se le resistía hasta que en el sexto y último intento aterrizó 8,96 m más allá de la tabla de batida, un centímetro por encima del registro de Mike Powell del Mundial de Tokio 1991, y con un viento legal de 1,2 m/s.
Pedroso se llevó entonces la gloria, pero en los periódicos italianos del día siguiente ya se había puesto en entredicho la validez de ese récord. Parece que una persona se colocó delante del anemómetro y por tanto, el aparato midió menos de lo que debía.
La federación internacional, entonces denominada IAAF, examinó toda la documentación disponible y el día 4 de agosto, en vísperas de la inauguración del Mundial de Gotemburgo, ya anunció que no iba a homologar el récord. Y por añadidura, el escándalo dio la puntilla al meeting de Sestriere.
Un saltador radiante
Entonces la atención se trasladó a Göteborg, el nombre local de la ciudad sueca que acogía la gran cita bienal del atletismo. Curiosamente, uno de los primeros en salir a escena en el campeonato fue Jonathan Edwards, para afrontar la ronda de clasificación del triple salto.
Como era de prever, para el británico, que hacía solo tres semanas había batido el récord del mundo de la prueba en Salamanca (17,98 m), fue solo un trámite. Al día siguiente, domingo, pudo descansar y evitarse el irresoluble conflicto moral que en años anteriores le había supuesto a un devoto cristiano como él competir en el día sagrado.
Y el lunes por la tarde volvió al foso de los saltos horizontales del Ullevi Stadium iluminado; si no de una forma espiritual --con los años renegó de su religión--, sí física. Porque Edwards, bajo los claroscuros del cielo boreal, acaparó además desde el principio de la final todos los focos de las cámaras ya que en su primer salto se convirtió en el primer hombre que superaba los 18 metros con viento legal en esta especialidad.
Después de una interminable espera de más de un minuto y medio para certificar la medición, y mientras el atleta lo celebraba con una sonrisa radiante, el comentarista de TVE, Carlos Martín, no pudo evitar comparar ese hito con lo ocurrido días atrás en Italia: "Esto no es esa pachanga de Sestrieres donde los récords se fijan a la carta. Aquí está batiendo Edwards el récord del mundo en la alta competición".
El periodista, poco dado a los comentarios que no fuesen estrictamente necesarios para contextualizar la retransmisión, añadió que el londinense, a los 29 años, había conseguido "la inspiración necesaria" para lograr por fin esa marca.
Pero el competidor no se quedó ahí y en su segundo intento se superó y voló hasta los 18,29 m, récord que sigue vigente 30 años después de aquel 7 de agosto.
El estadounidense Christian Taylor, ya retirado, es quien más cerca se quedó (18,21 en 2015). Y la tercera mejor marca de la historia la hizo el español Jordan Díaz (18,18) para imponerse en una final memorable en el Europeo de Roma 2024 al portugués Pedro Pichardo (como él nacido en Cuba), tres décadas después del momento culminante de la carrera de Edwards.
En categoría masculina, ese récord es el quinto más longevo de las pruebas atléticas que forman parte del programa olímpico.
El colofón con Inessa Kravets
Después de esa velada en Gotemburgo, todavía quedaba mucho campeonato del mundo por delante y cayeron otros dos récords del mundo. Uno de ellos, curiosamente, en la final femenina del triple salto a cargo de Inessa Kravets. Con 15,50 m, la ucraniana pulverizó la plusmarca de la rusa Anna Biryukova --que se tuvo que conformar con el bronce en esa competición-- y recuperó el primer puesto en las tablas de honor de esa disciplina, condición que había logrado unos años antes todavía con la nacionalidad soviética.
Aunque años después fue sancionada por dopaje, esa marca no se superó hasta un cuarto de siglo después, cuando Yulimar Rojas ganó el oro en los Juegos de Tokio. La venezolana llevó luego el récord hasta los 15,74 m (2022), actual récord del mundo.
Y esta historia tiene todavía un lugar para el antihéroe Iván Pedroso, que ahora es precisamente el entrenador de algunos de los mejores saltadores del mundo, como Jordan Díaz o Yulimar Rojas. Por cierto, que Pedroso ganó también el oro en aquel Mundial de 1995, seguramente el año más intenso de la historia de los saltos horizontales.