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Tour de Francia 2023 | Etapa 9

Puy de Dome 1983: la cronoescalada que cambió la historia para el ciclismo español

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La memoria del éxito - Puy de Dome 1983, la cronoescalada que cambió la historia

"Aquel Tour de 1983 fue como si te soltaran en la selva con un machete y te dicen que te defiendas". Con esa frase define Ángel Arroyo la aventura que marcó un antes y un después en la historia del ciclismo español: el Tour de Francia 1983.

A esa Grande Boucle solo se inscribió un equipo español, el Reynolds, gracias al empecinamiento en hacerlo de su fundador y director, José Miguel Echávarri.

“Todo se fraguó el año antes en la concentración que hicimos en el pirineo oscense. Nos preguntaron si nos atrevíamos a ir al Tour de Francia y dijimos que por su puesto. ¿Cómo vamos a ser ciclistas y no vamos a saber lo que es el Tour por muy fiero que lo pinten?”, cuenta Arroyo.

“En aquellos años las marcas comerciales que patrocinaban a los equipos españoles no querían que fueras al Tour porque en España había un calendario paralelo de competiciones y deseaban que su marca se viera aquí, el Tour ni se televisaba en España”, explica Pedro Delgado, componente de aquel Reynolds, y tal vez la persona que más veces ha contado en televisión que aquellos tours de los años 80 eran más un matahombres que una carrera ciclista.

No había ganas de ir a correr a Francia para nada”, pero allí acabaron presentándose. Escoltados por la gendarmería francesa y sintiéndose “como ministros”.

No se había cumplido una semana y aquel grupo de españoles que desbordaban entusiasmo pasaron de ser “los que provocaban caídas como los colombianos” a la revelación de la carrera. La culpa la tuvieron Arroyo en la etapa que concluía en el velódromo de Roubaix y Delgado cuando su descenso a tumba abierta en el Peyresourde lo catalogó la televisión francesa de kamikaze o la propia de la de un loco, El Loco de los Pirineos.

Primer y segundo mejor tiempo con un héroe en la 'poca' sombra

La confirmación del buen hacer de los españoles llegó en la cronoescalada del Puy de Dome. Victoria para Ángel Arroyo y segundo mejor tiempo para Pedro Delgado. Triunfo mayúsculo en una cima en la que habían escrito ya su nombre grandes ciclistas como Anquetil, Coppi, Gimondi, Bahamontes, Ocaña o el gran Julio Jiménez.

La historia que no se conoció tanto fue la vivida la noche antes, con el inolvidable reconocimiento de la subida al puerto.

El equipo español decidió aplazar a después de la cena la visita al trazado y cuando llegó ya habían hecho su reconocimiento todos los equipos. La cancela estaba echada en la carretera privada y solo podía subirla un vigilante, que no aparecía, o el regente del único bar que había en la cima.

Este último no estaba mucho por la labor, a pesar de los esfuerzos de Francis Lafarge para convencerle del permiso del que gozaban.

Lafarge, otrora ciclista profesional, dedicaba su mes de vacaciones como funcionario francés a ayudar con la intendencia al equipo de su amigo José Miguel Echávarri. Fue precisamente Echávarri el que ese día solucionó el conflicto por las bravas, echándole encima al hostelero al público que esperaba ya un día para ver la cronoescalada. Ante el desconcierto de la marabunta, Lafarge levantó la barrera con todas sus fuerzas y alcanzó al vuelo el vehículo que conducía el director navarro.

La escapada poco ortodoxa única al posterior permiso otorgado por los gendarmes permitió a Delgado y a Arroyo reconocer los 15 kilómetros en los que harían historia al día siguiente. Esa victoria, ese hito que haría postrarse en el brindis nocturno al mismísimo equipo neerlandés TI-Raleigh, tuvo como estrellas a Arroyo, a Delgado y a Lafarge.

Cada uno aportaba su granito de arena en lo que acabó siendo “una gran aventura humana llena de recuerdos inolvidables”.