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Tokyo 2020

'Las niñas de oro': 25 años de su medalla

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El equipo de gimnasia rítmica gana la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996

Era viernes 2 de agosto cuando la suerte de la gimnasia rítmica en España estaba a punto de cambiar. Seis jóvenes de entre 15 y 17 años, menudas y fuertes, se enfundaron sus maillots de gimnasia rítmica y salieron al pabellón Stegeman Coliseum a dar lo mejor de ellas. Ese día lograron el oro en los Juegos de Atlanta, el primero de nuestro país en esta categoría y la primera medalla de la historia en la modalidad de conjuntos, que se estrenaba aquellos Juegos. Han pasado 25 años.

Quedaban solo dos días para dar por terminados unos Juegos Olímpicos marcados por la tragedia, en la que un atentado el 27 de julio en el Parque Olímpico Centenario, una zona cercana a las áreas de competición, dejó 2 muertos y más de un centenar de heridos, como recoge la web del Comité Olímpico Internacional.

Marta Baldó, Nuria Cabanillas, Estela Giménez, Lorena Guréndez, Tania Lamarca y Estíbaliz Martínez no habían dormido nada.Una jornada antes se habían clasificado en segunda posición para la final de conjuntos y hoy era el día definitivo, se jugaban el trabajo de años en menos de tres minutos.

Sacrificio sin medida

Eran muy jóvenes pero sabían mucho de renuncias, sacrificio y pasión. El diario 'Marca' contaba en agosto del 1996 cómo, las seis españolas, habían tenido que dejar sus ciudades y sus familias para instalarse en Madrid siendo unas niñas. Vivían todas con su entrenadora, María Fernández Ostolaza, y su compañera Maider Esparza, gimnasta suplente del equipo, en un chalet en Canillejas. En aquella época los días eran iguales unos a otros: levantarse, pesarse en la báscula, desayunar, entrenar, comer, entrenar, cenar y dormir. Cada día, de lunes a sábado. El domingo descanso y vuelta a empezar. Tal era el nivel de exigencia, que el año previo a los Juegos habían tenido que dejar el colegio para dedicarse a tiempo completo a los entrenamientos.

Tal y como contaban en el documental ‘Las niñas de oro’, en la casa donde convivían seguían un estricto régimen alimenticio, donde el pan, el chocolate o las chucherías estaban totalmente prohibidos. Cada día las obligaban a pesarse y, si alguna engordaba, podía ser expulsada del equipo. De vez en cuando su entrenadora hacía registros inesperados en los que buscaba estos alimentos prohibidos en las habitaciones. Las niñas se las ingeniaban para esconder alguna chocolatina debajo del colchón, en un peluche o en el cajón de la ropa interior y, si había suerte, no lo encontraban y podían comérselo entre todas.

Los entrenamientos se dividían en dos sesiones, mañana y tarde. Hacían ballet, practicaban los aparatos y aprendían las nuevas coreografías. Algunos días, cuando los ejercicios no salían, podían estar hasta 11 horas entrenando.

Las primeras recompensas al esfuerzo

Todo aquel esfuerzo empezó a tener sus recompensas. Su primera victoria fue inesperada, querían clasificarse entre las 16 primeras, pero ganaron la plata en el Campeonato del Mundo de París en 1994. Siguieron cosechando victorias en los mundiales y europeos y llegaron con muchas posibilidades a Atlanta, aunque no las jóvenes gimnastas no querían pensar en la medalla.

Tres meses antes de los Juegos Olímpicos, María Pardo, una de las gimnastas del grupo, dejó el equipo. En declaraciones para el diario 'El País', estaba agotada por la presión que suponía aquella vida. En su lugar entró la que sería la más joven de todas, Lorena Guréndez. Tenía que, en pocos meses, aprender de cero todo el ejercicio y adaptarse al grupo.

El día que todo cambió

Las jóvenes gimnastas llegaron ilusionadas a Atlanta. Como cuentan en el documental ‘Las niñas de oro’, estaban atónitas, cada cosa que les ocurrió aquellos días quedó como en una especie de nebulosa, como si se tratara de un sueño. Pudieron participar en el desfile de inauguración, comieron en un inmenso comedor entre los jugadores de la NBA y se hicieron fotos con cada figura del deporte. Aunque algunas estaban a punto de cumplir la mayoría de edad, en la delegación española, se las conocía como ‘las niñas de la gimnasia’.

El Stegeman Coliseum, donde se celebraba las competiciones de gimnasia en Atlanta, estaba a una hora en autobús de la Villa Olímpica. Aquel trayecto lo recorrieron agotadas pero con los nervios a flor de piel. En las pruebas de conjuntos las rusas y las búlgaras eran las favoritas, pero el equipo español las seguía de cerca. La prueba de conjuntos consistía en dos ejercicios, uno de cinco aros y otro de tres cintas y dos bolas. Ambos los ejecutarían cinco gimnastas, Lorena Guréndez fue la suplente en el ejercicio de aros y Nuria Cabanillas en el de pelotas y cinta.

‘Las niñas de oro’ eran las primeras en salir. Tras un primer y segundo ejercicio casi impecable, las jóvenes se fueron al vestuario. La mirada entonces estaba puesta en las búlgaras, tal y como lo explicó el diario 'El País' al día siguiente. Por muy poco, se situaron por detrás de España. La tensión crecía y todos los ojos se pusieron en el ejercicio de las rusas. A los pocos minutos Almudena Cid, que competía en gimnasia rítmica individual y había estado viendo la prueba, apareció sofocada en el vestuario: las rusas habían cometido varios fallos y el oro era para ellas, para las niñas. Miraron una pantalla de televisión donde se retransmitía la competición y pudieron comprobar que era cierto. Todas empezaron a gritar, a abrazarse, a llorar.

La entrega de aquella medalla, retransmitida por la periodista deportiva Paloma del Río, fue el minuto más visto de los Juegos en TVE. Habían ganado los Juegos Olímpicos. Hacían historia.