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Más poder, menos límites y una velocidad de cambios vertiginosa. Desde que volvió a la Casablanca, Donald Trump ha firmado 170 órdenes ejecutivas. En total, en su primer mandato fueron 220.

Su gran prioridad, el control migratorio. Aunque en cifras reales, sus predecesores deportaron más, la militarización y la mano dura no tienen precedentes.

Ha cumplido su promesa de bajar impuestos, sobre todo a los más ricos, y recortar el gasto federal. Despidos masivos de funcionarios, tijeretazo a la sanidad, las ayudas sociales y fin del apoyo a energías verdes.

Con Elon Musk ha pasado del amor al odio. Su antiguo amigo convertido en amenaza de cara a las elecciones de medio término del próximo año. Si Musk consigue un puñado de congresistas y Senadores, sería él quien podría determinar que las votaciones vayan en un sentido o en otro.

En política exterior, se le han atragantado las guerras de Ucrania y Gaza, que prometió acabar en cuestión de horas, sorprendió bombardeando instalaciones nucleares de Irán y ha conseguido que sus aliados se comprometan a gastar más en Defensa. Pero muchos ya no creen sus amenazas tras sus bandazos y su errática política de aranceles.

A nivel interno no consigue bajar la inflación, que incluso repunta. Lo que más factura le pasa entre sus incondicionales: el caso Epstein. Sus seguidores lo que quieren es que se desclasifiquen todos los papeles, como se van a desclasificar los de las muertes de los Kennedy o de Martin Luther King.

La aprobación de sus políticas no deja de bajar, pero Trump sigue desafiando los límites de su poder. Una transformación a marchas forzadas de Estados Unidos que polariza aún más a la primera potencia mundial.

Se cumplen seis meses de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Seis meses y cientos de decretos que han acelerado su agenda política y económica. El presidente de Estados Unidos no ha logrado acabar con la guerra de Gaza, tampoco con la de Ucrania, como prometió en la campaña para las presidenciales que le devolvieron a la Casa Blanca.

FOTO: Anna Moneymaker/Getty Images

La Administración Trump baraja encerrar migrantes en estructuras similares a tiendas de campaña. Así lo recogen documentos internos filtrados a medios estadounidenses. Las políticas de mano dura han sembrado el miedo entre los migrantes sin papeles.

En Estados Unidos, un país con un racismo estructural desde su creación, el discurso contra el migrante se ha institucionalizado en los últimos años. Trump lleva una década en la escena pública, pero es ahora cuando ha desplegado con más poder sus políticas antiinmigración. Lo hace desde la Casa Blanca y apoyado por aliados poderosos, ultras y por bulos y desinformación que se propagan en redes sin apenas control o regulación.

Trump ha hecho de la criminalización de los migrantes una de sus banderas. Los deshumaniza y los culpa de la delincuencia. Pese a que los datos oficiales niegan que los migrantes, con o sin papeles, cometan más crímenes que los nacidos en el país. Pese a las decisiones judiciales, sigue con las macroredadas, las detenciones y deportaciones masivas.

Eso profundiza el racismo estructural en Estados Unidos, donde desde los nativos americanos, pasando por los latinos, los musulmanes, asiáticos, italianos e irlandeses han sufrido campañas de odio a lo largo de los últimos siglos, asociándoles al crimen, culpándolos de crisis económicas o incluso de la propagación de enfermedades.

Foto: Andrea Renault/ZUMA Press Wire — Protesta en Nueva York contra las detenciones de migrantes

Canje histórico de prisioneros entre Venezuela y Estados Unidos. El Gobierno de Nicolás Maduro ha recibido a 252 ciudadanos a cambio de diez estadounidenses y presos políticos. En paralelo, el Gobierno de Donald Trump sigue su apoyo a Bolsonaro: toma medidas contra jueces que llevan su causa.

Foto: AP Photo/Ariana Cubillos

En un intento por aplacar la furia y la indignación entre las bases del movimiento Make America Great Again (MAGA), Donald Trump ha ordenado a su fiscal general publicar documentos del caso Epstein. Solo parte, lo relevante del testimonio del gran jurado que acusó formalmente al multimillonario, amigo de Trump, de tráfico sexual de menores.

La supuesta lista de clientes de Jeffrey Epstein, con nombres de empresarios y políticos poderosos, incluidos varios demócratas -según los republicanos- queda enterrada. Y eso que Trump prometió publicarla en campaña.

Su relación con Epstein no deja de darle disgustos. El Wall Street Journal ha publicado una felicitación suya, subida de tono, a Epstein por su 50 cumpleaños. Una carta falsa, según Trump, que ha anunciado que demandará al diario.

Foto: JONATHAN ERNST / REUTERS

Quién le iba a decir a Donald Trump que sería la sombra de este amigo con el que habla en una fiesta de 1992 la nueva amenaza de su segundo mandato como presidente. Ni la guerra arancelaria, ni las críticas por su autoritarismo. Ni siquiera sus cuentas con la justicia, es Jeffrey Epstein quien le atormenta, el multimillonario pederasta encontrado muerto en su celda en 2019.

Trump lleva años alimentando una teoría de la conspiración: que Epstein no se suicidó y que tenía una lista con nombres de poderosos, muchos del Partido Demócrata involucrados en delitos sexuales.

En campaña prometió que revelaría toda la verdad y por eso, sus bases más ardientes no entienden ahora que el FBI y la Fiscal del Estado anuncien que no hay nada: ni rastro de la lista ni del asesinato de Epstein.

Un informe oficial de dos páginas publicado por el fiscal adjunto al caso ha cerrado el caso Epstein, confirmando que el millonario se suicidó en prisión y que no hay pruebas de la famosa "lista" con nombres de poderosos involucrados en delitos sexuales de la que Trump habló durante años.

La revelación ha enfurecido a sus seguidores más radicales, que ahora exigen explicaciones, algo que ha provocado la fractura del movimiento MAGA. Incluso Elon Musk, antiguo aliado del presidente estadounidense, sugirió que Trump estaba implicado antes de retractarse.

Los demócratas han celebrado que la conspiración se vuelva contra él, mientras los republicanos moderados han pedido contención. El caso, convertido en escándalo político entre sus incondicionales, empieza a pasar factura a Trump.

Foto: EVAN VUCCI/AFP