Robert Prevost llegó a Perú como misionero agustino. Recorría a caballo la zona andina y bendecía las calles vacías en plena pandemia. No dudaba en calzarse unas botas para ayudar en una inundación. Allí dejó su huella al frente de la diócesis de Chiclayo.
En Perú es recordado "como un gringo muy peruano", que se metió en el fango y abordó situaciones críticas, atendiendo a migrantes colombianos y venezolanos.
Desde Manos Unidas recuerdan que impulsó los encuentros de cooperación sinodal en Latinoamérica. Una iniciativa con ONG del continente.
Latinoamérica concentra el mayor porcentaje de católicos del mundo y desde Brasil hasta México celebran la elección de un papa con corazón peruano.
Foto: Un grupo de fieles muestra una pancarta del papa en la iglesia Santa María Catedral de Chiclayo (EFE/Ynocente Llontop)
Con las gafas de Anna Bosch