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"Bienvenidos a la tierra de la paz". Así rezan cientos de carteles repartidos por la ciudad-balneario egipcia de Sharm El Sheij, con la imagen sonriente del presidente estadounidense, Donald Trump y su homólogo egipcio Al Sisi. Ambos son los organizadores de esta ambiciosa cumbre de la que, esperan, salga un programa de futuro para Gaza. Pese a la asistencia de una veintena de líderes y jefes de Estado, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no estará presente.

Al Sisi ejerce de anfitrión para la asistencia de países occidentales como España, Alemania e Italia, así como una nutrida representación del mundo árabe. También estará presente el ex primer ministro británico, Tony Blair, la única persona que Trump cita con nombre y apellido, junto a él mismo, en su plan de crear una comisión encargada de velar por la transición del control político en Gaza.

Tras más de dos años de masacre en Gaza, Israel y Hamás han acordado un alto el fuego que ya ha entrado en vigor. Es la primera fase del plan de paz propuesto por el presidente estadounidense, Donald Trump, que se va a ratificar este lunes en la ciudad egipcia de Sharm el-Sheij. Un pacto "de una potencial paz", dice la investigadora principal para Estados Unidos y Relaciones Transatlánticas del Real Instituto ElCano, Carlota García Encina, en el informativo 24 horas Fin de Semana. "Quedan todavía muchísimas cosas que resolver y que dejar bien claro pero es un plan de paz amplio, ambicioso y que va en el buen camino", afirma. Esta primera fase incluye la liberación de los rehenes en la Franja de Gaza, la llegada de ayuda humanitaria y la retirada de las fuerzas israelíes hasta la línea pactada entre Trump y Netanyahu.

Cree que este inicio de acuerdo favorece a ambas partes, al primer ministro israelí porque aspira a un último mandato tras las elecciones del año que viene, y a Hamás porque "quizás ve este plan como una posibilidad para tener todavía un papel en Gaza en el futuro", por lo que aboga por un "cauteloso optimismo". Destaca también el papel de Estados Unidos y de sus tropas. "Donald Trump quiere que esto salga bien", dice la investigadora, porque quiere mantener vigentes los Acuerdos de Abraham, en peligro durante todo este tiempo, especialmente tras los bombardeos de Israel sobre Qatar.

Las partes deberían empezar a negociar ya la segunda fase del acuerdo de paz, en la que Hamás debería entregar las armas. La milicia está dispuesta, pero sólo cederá el poder a un comité egipcio-palestino, no a uno internacional de transición que esté en manos de Tony Blair, como se ha comentado.

Más difuso es el tema de la reconstrucción de Gaza: un gran negocio, del que sólo se habla en términos vagos, como grandes inversiones para generar riqueza y prosperidad.

Por último y de máxima importancia: la creación del Estado palestino sólo se menciona como una mera posibilidad. Netanyahu y su Gobierno lo rechazan. En el plan de Trump ni siquiera se menciona a Cisjordania, que junto a Gaza y a Jerusalén Este son las partes esenciales del futuro Estado de Palestina.

Foto: Mohammed Saber — Ciudad de Gaza

Entre las paredes de la ONU, Trump convenció a los aliados árabes. Luego arrancó el sí de Netanyahu. Exudando confianza prometió "la paz eterna en Oriente Medio". Solo faltaba la respuesta de Hamás. Dijeron sí, pero con condiciones. Trump se lo tomó como un sí, a secas, y todos fueron a Egipto a negociar.

Trump confió en dos hombres muy cercanos, su yerno y su antiguo amigo, dos hombres de negocios. Llegaron a Egipto el miércoles con una misión clara: salir de allí con un sí, al menos a la primera fase: liberar a los rehenes.

¿Pero cómo convencer a Hamás de quedarse sin lo que hasta ahora era su baza para negociar? En Egipto estaban los aliados árabes y musulmanes y Trump se puso varias veces al teléfono. Les dio su palabra de que él no dejaría que Netanyahu rompiese la tregua. Estados Unidos también ofreció otra garantía: 200 soldados en la zona para vigilar el alto el fuego.

Horas después, los dos hombres de Trump vieron un punto de inflexión y llamaron a su jefe para decirle que creían que lo tenían. Trump cantó victoria con la esperanza de que nadie se atrevería a decirle que no.

Foto: ANDREW CABALLERO-REYNOLDS/AFP

El presidente estadounidense, Donald Trump, ha sugerido que España debería ser expulsados de la OTAN por su gasto en defensa limitado. Estados Unidos ha sido muy tajante con que los países miembros de la Alianza Atlántica alcance el umbral del 5% del PIB del gasto en defensa, exigido por su propia Administración, y que el Gobierno se ha negado a incrementar hasta dicho límite.

En junio, Trump aseguró que España "es un problema cuando se trata de gasto en la OTAN" tras la negativa del Gobierno de Pedro Sánchez a aumentar la inversión en Defensa por encima del 2,1% del PIB. Con el 2%, España se sitúa entre el grupo de países de la OTAN que menos invierte en Defensa, porcentaje que comparte con Bélgica, República Checa, Luxemburgo y Portugal. Otra decena de países registran porcentajes entre el 2 y el 2,1 % de su PIB.

El presidente estadounidense, Donald Trump, ha sugerido ante su homólogo finlandés, Alexander Stubb, que España debería ser expulsados de la OTAN por su gasto en defensa limitado. Estados Unidos ha sido muy tajante con que los países miembros de la Alianza Atlántica alcance el umbral del 5% del PIB del gasto en defensa, exigido por su propia Administración.

Fuentes del Gobierno a RTVE han trasladado su "máxima tranquilidad" y han recordado que España "es un miembro de pleno derecho y comprometido con la OTAN". Así, han recalcado que cumple con sus objetivos de capacidad "tanto como Estados Unidos".