La profesión de titiritero es heredera de una rica tradición escénica que combina artes plásticas, interpretación y técnica. Un buen ejemplo es La Tartana Teatro, una compañía madrileña fundada en 1977 por Juan Muñoz, que ha estrenado más de 40 espectáculos en cuatro décadas de trayectoria y ha recibido numerosos premios. Actualmente, forman parte de la compañía cuatro profesionales con contrato indefinido – dirección, administración, técnico audiovisual, ayudante de construcción – y seis más contratadas bajo el régimen de artistas – intérpretes que actúan y manejan las marionetas –. Además, La Tartana impulsa activamente la formación y profesionalización del oficio a través de la Fundación el Arte del Títere, de la que Juan es director y fundador.
Esta fundación gestiona el Centro del Títere, el primer espacio en España, y prácticamente en Europa, dedicado de forma integral a la formación, investigación y conservación del teatro de títeres y objetos. Con tres personas en plantilla fija, el centro ofrece una formación especializada de dos años, impartida por profesionales de reconocido prestigio. Además, organiza exposiciones, espectáculos, residencias artísticas y proporciona material para la investigación, posicionándose como un referente nacional en la transmisión y valorización de este arte escénico.
Entre los profesionales que nutren al Centro del Títere, destaca Manuel Román, un auténtico maestro que lleva desde los años 70 entregado a la animación, construcción y manipulación de muñecos. Es uno de los creadores de Los Lunnis y su trabajo fue reconocido, en 2004, con un premio Goya a los mejores efectos especiales por La Gran Aventura de Mortadelo y Filemón. Actualmente, imparte clases en la formación especializada de este entro, además de ejercer como asesor en las residencias artísticas. En este reportaje conocemos también un taller de ventriloquia en el que, junto a otros 14 alumnos y alumnas, Román participó y que fue impartido por otro gran nombre del sector: Jaime Figueroa
Figueroa es un artista multidisciplinar que comenzó construyendo muñecos desde niño, habilidad que potenció gracias a sus estudios en Bellas Artes. Más tarde, descubrió la magia y se sumergió de forma autodidacta en este mundo que le descubrió otro: el de la ventriloquía. Hoy, es reconocido como ventrílocuo, mago, cómico y cantante, y su enfoque escénico mezcla humor, técnica e ilusión. Su participación en el Centro del Títere como formador en talleres monográficos añade una dimensión única al programa educativo y demuestra que el arte del títere puede expandirse hacia múltiples lenguajes escénicos y que el oficio de ventrílocuo y de titiritero se nutren mutuamente.
La profesión de titiritero en España, según el informe TítereDATA de 2020 sobre el teatro de títeres, visual y de objetos (TTVO), se enmarca en un ecosistema pequeño, pero activo dentro del sector cultural. De los 678 agentes censados, el 70% son compañías, que generan más del 80% del empleo directo del sector, con más de 2.500 personas ocupadas; por detrás están los festivales, que suponen un 17%, los teatros y las salas, un 4%, y museos y centros un 2%. A pesar de representar solo el 0,4% del empleo cultural en España, el sector destaca por su mayor equidad de género, respecto a otras artes escénicas —en torno al 55% de los trabajadores son mujeres—, aunque enfrenta una importante falta de relevo generacional, con un 80% de profesionales mayores de 40 años
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