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Extraños en un guion: una historia de Hollywood (II)

  • Hitchcock y Chandler se enfrentaron durante la creación de la película
  • El escritor se refería al director como 'ese gordo bastardo'
  • RNE recupera Extraños en un tren en una nueva Ficción sonora

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'Extraños en un tren', nueva ficción sonora de RNE.
'Extraños en un tren', nueva ficción sonora de RNE.

SPOILER. Si no has leído, visto o escuchado Extraños en un tren, no avances más allá de este párrafo. Si conoces la obra o no te importa que te destripen la trama, eres bienvenido.

El argumento de Extraños en un tren tiene un detonante muy fuerte un intercambio de asesinatos entre desconocidos, que contravenía un precepto de Hitchcock ('huye de los arranques brillantes, no se puede responder luego a las expectativas'). La novela, además, era osada en el desenlace: Bruno, el psicópata de los dos desconocidos, comete pronto su encargo. Guy, el verdadero protagonista, tiene un dilema moral (o inmoral), comprende que todo es una locura, pero desea que la muerte de su exmujer intensamente. La trama del personaje de Guy recuerda a Una tragedia americana, la novela de Dreyer. Un joven ambicioso y triunfador que debe deshacerse de su mujer para casarse con una rica heredera. Guy, arquitecto en la novela, se convierte en tenista en el film (¿Qué tendrá el tenis para que Woody Allen colocara un asesino arribista similar en Match-point?). Highsmith exploraba su tema preferido que puede resumirse en "Si no hay una moral universal ¿qué nos impide hacer cualquier cosa?". Bruno lo tiene claro, es amoral. Es Guy el que se enfrenta un terrible conflicto interno hasta que… mata al padre de Bruno. Como más tarde desarrollaría en la saga de Tom Ripley, el crimen queda impune, el asesino nunca es castigado. En 1951 una trama semejante era impensable en Hollywood. Chandler no tenía reparos morales, sino narrativos. Consideraba inverosímil el segundo asesinato; "la premisa es que si aprietas la mano con un maníaco, has vendido tu alma al diablo’. En las cartas que Chandler escribía a Hitchcock le rogaba que sacrificara su estilo visual. "Siempre hay un tiro de cámara igualmente bueno; nunca hay una motivación igualmente buena”.

Motivación o acción. Ese era el núcleo de los desencuentros entre los dos narradores. "Con el tiempo llegará a haber un tipo de director que comprenda que lo que se dice, y cómo se dice, es más importante que filmar cabeza abajo a través de una copa de champagne”, una puya de Chandler que remite al rodaje del asesinato del personaje de Miriam: un plano distorsionado que es un reflejo de unas gafas tiradas en el suelo.

Hitchcock terminó, al parecer literalmente, tirando el guion a un cubo de basura. Chandler desapareció del proyecto. Escarmentado, Hitchcock se acordó todo un profesional: Ben Hetch, 'el guionista'. Hetch ya había escrito para Hitchcock Recuerda y Encadenados, la mejor película de Hitchcock en opinión de su admirador Truffaut y, además, había iniciado el género negro con La ley del hampa (Underworld, primer Oscar al mejor guión de la historia en 1927). Hetch, que alternaba guiones firmados con multitud de trabajos sin acreditar, declinó el trabajo y recomendó a Czenzi Ormonde, una de sus colaboradoras, que fue quien realmente adaptó la novela, eliminando la mayor parte del trabajo y de las ideas de Chandler, aunque su nombre destaque sobre el de Ormonde en los créditos.

Extraños en un tren fue la última experiencia de Chandler en el cine. "Si mis libros fueran peores, no me habrían llamado de Hollywood, y si fueran mejores yo no habría venido". Tres años más tarde parió su obra maestra, El largo adiós. Venticinco años después, Highsmith escribió que su novela provocó a Chandler los mayores berrinches de su etapa de guionista. "Como cualquier escritor que llega a Hollywood, al principio estaba convencido de que tenía que haber algún método por descubrir, que permitiera trabajar en una película sin acabar de perder el poco talento creativo que casualmente pudiera poseerse. Como otros antes que yo, descubrí que perseguía un sueño..."