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Residuos electrónicos

España es el quinto país de la Unión Europea que más basura electrónica genera

  • España produjo 930.000 toneladas de residuos electrónicos en 2016, según un informe
  • Los datos apuntan a que se recogieron alrededor del 21% de los aparatos

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España es el quinto país de la Unión Europea que más basura electrónica genera
Imagen de archivo de una persona tratando teléfonos móviles usados

La celebración del Mobile World Congress estos días ha dejado númerosos avances tecnológicos que animarán a más de uno a reemplazar su móvil, ordenador o tablet por uno nuevo. En algunos casos, los aparatos se guardarán simplemente en un cajón, pero en muchos otros, pasarán a formar parte de las 930.000 toneladas de basura electrónica que se producen en España al año, según cifras del informe Global E-waste Monitor 2017 realizado por de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU), la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (IUT) y la Asociación Internacional de Residuos Sólidos (ISWA por sus siglas inglés, International Solid Waste Association).

Siguiendo el mencionado informe, España es el quinto país que produce más residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) de la Unión Europea, después de Alemania, Reino Unido, Francia e Italia. No obstante, los datos apuntan a que se recogieron únicamente 198.000 toneladas, lo que supone alrededor del 21% de los residuos.

La gerente técnica de WEEE Forum, Lucía Herreras, explica que el principal problema de los RAEE es que son “residuos con valor” lo que dificulta su recogida. “No se pueden tratar como cualquier residuo, es difícil reciclarlos y a veces acaban siendo recogidos por otros canales”, afirma.

La “canibalización” de los residuos eléctricos y electrónicos

Según indica Herreras, en España, la recogida de aparatos eléctricos y electrónicos se hace a través de los Sistemas Colectivos de Responsabilidad Ampliada del Productor (SCRAP) creados por los propios productores para cumplir con la normativa europea aprobada en 2002 y revisada en 2012 sobre esta materia. Sin embargo, el consumidor y el valor de los residuos pueden hacer que no siempre sigan este canal.

“Se tratan más residuos de los que se piensa y muestran las cifras, pero no siempre se reportan. Siguen diferentes flujos”, afirma. “Los móviles y otros pequeños aparatos, como los cargadores, se suelen quedar en casa, por lo que ahí entra la voluntad del ciudadano en llevarlo a un punto limpio o a un comercio”.

Cuando los aparatos acaban en la basura o en la calle, Herreras explica que estos se exponen a la denominada "canibalización" de residuos, es decir, la separación de las piezas más valiosas. “Hay muchos casos en los que se dejan los electrodomésticos en la calle y, en unas horas, les falta el motor u otras piezas de valor que se venden y se les acaba perdiendo la pista”, lamenta.

“Otros acaban en manos de chatarreros, por lo que es posible que acaben en una planta de tratamiento pero reportada como ‘chatarra’ y no como ‘RAEE’, así que no aparece en las cifras oficiales”, aclara.

Los residuos enviados fuera de Europa

El experto en tratamiento de residuos de Greenpeace, Julio Barea, denuncia que los residuos electrónicos no siempre acaban en las plantas de tratamiento si no que se exportan a países en desarrollo o se esparcen en descampados de España convirtiéndose en “cementerios tecnológicos”. “Un ejemplo de ello es Rivas Vaciamadrid, donde se han encontrado electrodomésticos destrozados a martillazos e incluso quemados”, afirma Barea que añade que “muchos de ellos tienen efectos nocivos para la salud y el medio ambiente”.

Ante las informaciones de envío de aparatos a países en vías de desarrollo, Lucía Herreras reconoce que, en ocasiones, “algunos aparatos contienen materiales que son muy costosos de tratar”, por lo que hay países en los que se produce "un flujo de aparatos que se van fuera en contenedores en barcos e, incluso, por carretera”.

“Hay un mercado importante de segunda mano en estos países, pero, a veces sale más rentable llevarlo allí y que hagan una retirada manual de lo que se pueda aprovechar. El resto lo depositan allí ya que en Europa por mandar cosas a vertedero hay que pagar”, asegura Herreras.

Respecto a este tema, tanto Barea como Herreras lamentan que, en ocasiones, se “oculten” los residuos electrónicos bajo la denominación “ayuda al desarrollo” y recuerdan que, en muchos casos, las personas encargadas de retirar las piezas "no lo hacen bajo las condiciones de seguridad adecuadas", poniendo en peligro su salud.

La minería urbana de residuos y la moderación del consumo

“A pesar de estos flujos, la mayoría de los residuos electrónicos se quedan en Europa porque tienen un valor”, recalca Lucía Herreras. En este sentido, la Unión Europea ha iniciado proyectos como la plataforma de minería urbana ProSum, que detalla los materiales presentes en los productos y que se pueden reutilizar.

“La minería urbana es un concepto que hace referencia a una fuente de recursos que no provienen de una mina natural sino de nuestro entorno ya fabricado. El problema ahora es localizarlo identificarlo, cuantificarlos y saber cómo podemos sacar partido de él”, incide Herreras. En este caso, “es muy importante reforzar las infraestructuras municipales como los puntos limpios, ya que los robos en algunos de ellos son usuales”.

Julio Barea, por su parte, defiende también otras medidas para reducir los residuos electrónicos. “La primera medida y más obvia es la reducción del consumo. No necesitamos un móvil nuevo cada año por mucho que las empresas tecnológicas nos hagan pensar eso”, afirma.

La segunda medida que propone es la “reutilización y la reparación de los aparatos”. “En muchas ocasiones, las empresas no dan opción de cambiar la batería o el coste de la reparación supera el de la compra de un nuevo aparato. Esto debería ser inaceptable”, cuenta.

Por último, plantea una manera de fomentar que el consumidor lleve el aparato a reciclar: “Cuando compramos un aparato, en el precio va incluida una tasa que cubre, en cierta medida, el gasto el reciclaje. Si se devuelve un porcentaje de esa tasa al ciudadano cuando entrega un aparato, se fomentaría la participación de la gente”, señala Barea.

El tratamiento de las denominadas ‘tierras raras’

Según afirma Lucía Herreras, uno de los ámbitos clave en los que se está investigando en el reciclaje de los aparatos electrónicos es el tratamiento las denominadas ‘tierras raras’ materiales como el lantano o el samario , que son difíciles de encontrar en su forma pura y que forman parte de aparatos electrónicos como los teléfonos móviles o televisores.

Este movimiento no parte solo de un afán ecologista o económico sino también podría suponer “un movimiento estratégico” de la Unión Europea, según Lucía Herreras. “La mayor parte de los materiales denominados ‘raros’ proviene de otros países y puede ser que un día no estén disponibles o aumenten el precio. Por lo que a la Unión Europea le conviene ver si nos podríamos surtir de los que ya están en territorio europeo”, afirma.

Aumentar la innovación en este campo no es el único reto. Ante el incremento de la electrificación de los vehículos se ha iniciado un campo de investigación en el tratamiento de las baterías una vez acabada su vida útil.

“Las baterías y los vehículos están siendo objeto de estudio porque pueden contener materiales importantes para la minería urbana. Este progresivo avance puede impulsar la investigación y que se desarrollen tecnologías que nos ayuden a tratar este tipo de residuos”, concluye Lucía Herreras. Una vez más, parece que tendrá que ser la propia tecnología la que ayude a tratar los residuos que ella misma genera.