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Alicia Koplowitz dona al Museo del Prado un retrato femenino de Federico de Madrazo

  • Se trata Josefa del Águila Ceballos, luego marquesa de Espeja, fechado en 1852
  • El patronato ha aceptado la donación y la obra se expondrá a partir del 7 de mayo
  • Cubre la falta en el museo de un retrato femenino de cuerpo entero de ese período

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Alicia Koplowitz dona al Prado un retrato de Federico Madrazo

La empresaria Alicia Koplowitz ha donado al Museo del Prado el cuadro Josefa del Águila Ceballos, luego marquesa de Espeja, un retrato realizado por Federico de Madrazo y fechado en 1852 que constituye una de las obras más relevantes del período de madurez del artista.

La donación de Koplowitz, reconocida coleccionista de arte, ha sido aceptada este lunes en la sesión plenaria que ha celebrado el Real Patronato del Museo del Prado. Según fuentes de la pinacoteca, la empresaria, que es miembro del patronato, adquirió la obra recientemente con el fin de donarla porque sabía que era un cuadro "de interés" para el museo.

Desde su exhibición en la muestra monográfica que el Prado dedicó a Federico de Madrazo en 1994, esta obra, que estaba en una colección particular y había sido declarada inexportable, era uno de los objetivos prioritarios para el enriquecimiento de las colecciones del museo, que carecía de un retrato femenino de cuerpo entero en exterior de la década de 1850.

El mejor retratista de la década

Este periodo es justamente el de mayor calidad en la trayectoria de Federico de Madrazo, el mejor retratista español en ese decenio y el que obtuvo la mayor fama internacional, ha explicado el Prado en un comunicado, que resalta que ningún otro pintor de retratos alcanzó en esos años en España la calidad que revela esta obra.

La pintura, en buen estado, conserva su marco isabelino original, que está actualmente en restauración para exponerse a partir del próximo 7 de mayo.

La retratada, doña Josefa del Águila y Ceballos Alvarado y Álvarez de Faria (San Sebastián, 16 de febrero de 1826 - Madrid, 26 de diciembre de 1888), casada en 1850 con José María Narváez, II vizconde de Aliatar y años después II duque de Valencia, tenía 26 años cuando, según la fecha del lienzo, se realizó el retrato, que se completó dos años después por el artista.

Refinamiento al estilo de Ingres

Este retrato interpreta la refinada elegancia puesta en boga por Jean-Auguste-Dominique Ingres, con un tratamiento de gran calidad en el vestido de encaje, el chal bordado y el tocado de plumas.

El cromatismo de la obra, de gamas muy claras, es muy delicado tanto en el chal como en el vestido, señala el museo, que destaca las transparencias de los encajes dibujados con pinceladas precisas. Mientras, y tras una escalinata con balaustrada, se refleja el fondo de un parque con altos árboles y cielo azul, tratado con una pincelada amplia, señala el Museo del Prado.

Se trata de un escenario similar al que el artista había plasmado cinco años antes en su retrato de Leocadia Zamora y Quesada y al que, años después, en 1858, pintaría, con alguna variación, en el retrato de Bárbara de Bustamante y Campaner, ambas obras en colecciones particulares en Madrid.