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Vida, muerte y renacimiento en el videoarte de Bill Viola

  • El Guggenheim presenta una amplia retrospectiva del autor neoyorquino
  • Viola aborda los ciclos de la vida a través de la tecnología audiovisual

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Detalle de la instalación de video 'Los soñadores', 2013,© Bill Viola
Detalle de la instalación de video 'Los soñadores', 2013,© Bill Viola

La experiencia humana en su más íntima concepción, fijada en la retina a través de la imagen en movimiento. Es uno de los pilares que cimenta el universo de Bill Viola (Nueva York, 1951), que demuestra en cuarenta años de carrera su maestría para ir más allá de la percepción que muestran los ojos, a través de los recursos del video en un planteamiento filosófico.

Una visión personal, teñida de poesía, espiritualidad y múltiples referencias pictóricas, han hecho del autor pieza fundamental en el arte contemporáneo. El Museo Guggenheim de Bilbao, en patrocinio con Iberdrola, se sumerge en este mundo entre la realidad y el sueño en la amplia muestra “Bill Viola: retrospectiva” (Del 30 de junio al 9 de noviembre de 2017).

Avanza en la evolución audiovisual del artista norteamericano a través del tiempo, en una de las exposiciones centrales de este 2017 por su interés y magnitud, y que ha sido supervisada por el propio Viola.

Desde la institución bilbaína recomiendan disfrutar de la selección con calma, deteniéndose en cada obra. Con este objetivo, se han modificado los espacios de tránsito para que los visitantes no se estorben unos a otros y generar un ambiente de necesaria introspección.

“El arte de Bill Viola parte de preguntas y no de respuestas por lo que traslada que el espectador saque sus propias conclusiones. Es interesante cómo te planteas temas como la concepción del tiempo o la relación con los otros al verlo de forma que nunca antes lo habías hecho”, señala en una entrevista para RTVE.es, Lucía Agirre, comisaria de la muestra.

Espiritualidad y experimentación

Los procesos de transformación, la dualidad, la deconstrucción del tiempo a través de un slow motion extremo y onírico guían el significado del fértil imaginario de Viola, que arranca con sus primeros trabajos de los 70 en sus tempranas cintas monocanal con Cuatro canciones (1976), que recoge una colección de cuatro historias musicales en forma de alegoría, o El estanque reflejante (1977-79) donde el artista genera una tensión entre el movimiento detenido y continuo.

En sus obras de los 80 comienza a colaborar con su esposa Kira Perov, y reúne imágenes de piezas para televisión. Bill Viola juega con la percepción a través del empleo de cámaras y objetivos especiales.

Una etapa que anticipa la transición hacia las experiencias inmersivas de imagen y sonido que marcarán las grandes instalaciones de los 90.

'El espacio entre los dientes', 1976, De 'Cuatro canciones', © Bill Viola. Foto: Kira Perov

La alta tecnología en su versión más experimental a través de plasmas, cámaras de alta velocidad o ingenios de imagen creados por el propio artista, es la herramienta elegida para capturar el sentimiento en el desarrollo de su trayectoria.

En sus primeras piezas, Bill Viola experimenta basándose en sus estudios de la memoria y de cómo el ser humano registra lo que tiene alrededor, pero al final, la manera de percibir la realidad se llena de emociones humanas, y en su última fase artística se repiten sus temas esenciales pero desde una postura “más visceral”, en palabras de la experta, que destaca el carácter pionero de la obra del autor.

Viaje a los ciclos de la vida

La espiritualidad es patente en objetos escultóricos como Cielo y tierra (1992), en la que ahonda en el ciclo de la vida: se muestra la imagen de su madre poco antes de fallecer junto a imágenes del hijo pocos días después de su nacimiento, en una pieza donde “la vida y la muerte se contienen la una a la otra”, señala el neoyorquino, gran estudioso de las religiones.

“Él se plantea lo que existe entre el nacimiento y la muerte, es decir, la vida, pero esta vida hay que vivirla. Plantea preguntas que pueden parecer obvias pero que a nadie se le ocurren y en sus artículos de los 70 demuestra ser un visionario, ya que anticipa los problemas para gestionar el exceso de información, y señala que el principal problema del videoartista es decidir qué no grabar”, analiza Lucía Agirre.

En el recorrido del Guggenheim, la gran instalación Una historia que gira lentamente (1992), que hacía largo tiempo que no se exhibía, plantea un viaje al interior de la mente con varias proyecciones en un juego de espejos que giran sin tregua.

Con la llegada del nuevo milenio y las pantallas planas de gran definición, Viola comienza a producir piezas de pequeño y mediano formato en la que se aprecian los detalles de la tecnología de alta definición.

'Hombre en busca de la inmortalidad /Mujer en busca de la eternidad', 2013,Instalación de video © Bill Viola

En una serie que tituló Las Pasiones, realiza un estudio en torno a las emociones a cámara lenta, como Rendición, que observa el paso del tiempo y de las generaciones o La habitación de Catalina y Cuatro manos (2001), en la que muestra movimientos que se asemejan a los estudios anatómicos del Renacimiento

A estas obras íntimas le siguen trabajos monumentales como Avanzando cada día (2002), en la que cinco grandes proyecciones murales que comparten un espacio común invitan a los espectadores a indagar en sus vidas y en la existencia humana, en la mayor proyección realizada por el videoartista hasta la fecha.

'Mujer fuego', 2005, © Bill ViolaFoto: Kira Perov

En la Galería 209 del museo, el visitante puede adentrarse en La ascensión de Tristán, que “describe la ascensión del alma hacia el espacio tras la muerte”, y Mujer fuego (2005), que reproduce la imagen del ojo de un moribundo, ambas creaciones fueron utilizadas originalmente para acompañar la ópera de Wagner, Tristán e Isolda.

Durante la última década y empleando diversos formatos, el artista ha seguido mostrando lo fundamental de la experiencia de la vida, algo que ilustra su empleo del agua en obras como Los inocentes (2007) y Tres mujeres (2008) donde el elemento líquido es el umbral entre la vida y la muerte y separa el sueño de la realidad; en Los soñadores (2013), siete pantallas verticales representan a una persona sumergida en el lecho de un río, con los ojos cerrados y en aparente paz.

'Nacimiento invertido', 2014 © Bill Viola.Foto: Kira Perov

“El agua ondula sobre sus cuerpos y anima de forma sutil sus movimientos. El sonido del agua corriendo impregna el espacio como los sueños se filtran en la sala”, explica el autor sobre su significado.

El recorrido por el ciclo de la vida concluye con un renacimiento en la obra Nacimiento invertido (2014), que presenta las cinco fases del despertar a través de violentas transformaciones.

Una muestra que se completa en la pinacoteca bilbaína con conferencias, proyecciones de largometrajes de Bill Viola y sesiones creativas sobre la experimentación de la imagen en movimiento, eje central del trabajo de este genio contemporáneo.