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Celeste Caeiro, la mujer cuyos claveles dieron nombre a la Revolución que cambió Portugal

  • Cuenta que un soldado le pidió un cigarrillo, pero solo tenía claveles
  • La 2 Noticias ha hablado con participantes en un día histórico

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Un gesto "sin intención" de Celeste se convirtió en el icono de una revolución
Un gesto "sin intención" de Celeste se convirtió en el icono de una revolución VAMOSFALARDEABRIL

Celeste Caeiro, ahora octogenaria, fue una de las protagonistas de un momento histórico como la Revolución lusa, conocida como Revolución de los Claveles gracias a que la mujer entregó una de estas flores a un soldado.

"No tenía nada más para dar que un clavel", recuerda con humildad en una entrevista concedida a la agencia Efe.

Y es que, aunque fueron los militares los autores del levantamiento y los políticos los responsables de la transición que acabó con cerca de medio siglo de dictadura en Portugal, esta mujer de apenas metro y medio de estatura, camarera, costurera y estanquera de profesión, será recordada como la responsable de que el 25 de abril pasase a la posteridad como la "Revolución de los Claveles".

"Nunca esperé que los claveles viniesen a derivar en todo esto, fue un gesto sin segundas intenciones", reconoce. Horas más tarde de dicho gesto, varias floristas se afanaban en que a nadie le faltase uno, contribuyendo a convertirlos en un icono de libertad.

Origen humilde y rebelde

El 25 de abril de 1974 cumplía un año el restaurante en cuyo ropero trabajaba Celeste. "Los dueños querían hacer una fiesta para celebrarlo y en una fiesta no pueden faltar las flores", cuenta en la entrevista.

La mujer explica que, al llegar al trabajo, "el gerente nos dijo que no se abría ese día porque estaba produciéndose una revolución pero que fuésemos al almacén y nos llevásemos las flores -que había comprado el día anterior- para que no se echasen a perder", recuerda.

Desoyendo el consejo de sus jefes de volver a casa, Celeste decidió acudir a enterarse de lo que ocurría, tomando antes bajo el brazo varios claveles rojos y blancos.

"Me dije para mis adentros: Si hay una revolución, yo quiero ver lo que está pasando", asegura. Se desplazó hasta la neurálgica plaza del Rossio, justo al inicio del Largo do Carmo, donde los tanques de los sublevados aguardaban nuevas órdenes en una tensa espera desde la madrugada.

Me dije: Si hay una revolución, quiero ver lo que está pasando

"Miré para ellos y le dije a un soldado: ¿Qué es esto, qué están haciendo aquí? 'Vamos para el Cuartel del Carmo, donde está Marcello Caetano, el presidente (heredero del régimen de Salazar)'", le respondieron.

Eran cerca de las nueve de la mañana, y el soldado, que ya llevaba unas horas de guardia, pidió a Celeste un cigarrillo. "Yo nunca he fumado, pero en aquel momento me supo mal no tener uno. Me fijé en si había algo abierto, pero era demasiado temprano, estaba todo cerrado y no había nadie en la calle".

"Miré a los claveles y le dije que me sabía mal, pero que sólo tenía flores. Cogí un clavel, el primero fue rojo, y él lo aceptó. Como soy así tan pequeñita y él estaba encima del tanque, tuvo que estirar el brazo, agarró el clavel y lo colocó en su fusil", describe pausadamente y con los ojos llenos de lágrimas.

Inmediatamente, el resto de soldados imitaron a su compañero y pidieron a Celeste uno de esos claveles, rojos y blancos, que llevaba bajo el brazo, hasta repartirlos todos.

Un hueco en la historia

De ascendencia española, madre soltera y militante del Partido Comunista, admite que ya de joven era "rebelde" y contraria a la dictadura. Ahora, pese a su delicado estado de salud, se deja ver en muchas de las manifestaciones contra las medidas de austeridad, prueba de que, 40 años después, todavía tiene motivos por los que protestar.

"Yo tengo una jubilación muy pequeña y pago mucho de renta, 190 euros al mes. Es mi hija la que me ayuda", explica.

La profusión de conferencias, debates y exposiciones sobre el 40 aniversario del 25 de abril contrasta con la escasa exposición pública de esta anciana, cuya historia es desconocida incluso por muchos de sus compatriotas y que lejos de ser homenajeada o reconocida, sobrevive con una pensión mínima de apenas 370 euros.

Fueron los días más bonitos de mi vida

Inmediatamente, el resto de soldados imitaron a su compañero y pidieron a Celeste uno de esos claveles, rojos y blancos, que llevaba bajo el brazo, hasta repartirlos todos.

La 2 Noticias ha tenido también la oportunidad de entrevistar a algunos protagonistas de aquél momento histórico. Virgilio Domingues, escultor, recuerda con emoción lo vivido.

"Recorrimos Lisboa cantando, fueron los días más bonitos de mi ivda"

"Fueron los días más bonitos de mi vida. Para mí fue una fiesta (...). Nos vimos, yo y mi mujer, y más gente, del brazo con marineros para recorrer Lisboa cantando, hasta el centro de la ciudad. Eso nunca más me pasó y no lo puedo olvidar", explica.

También destaca el ambiente alegre y optimista otro artista, el pintor António Carmo. "Fue una explosión de alegría,la sensación de renacer. Me sentí tan feliz... parecía que Portugal era otro. La gente, la luz, eran distintos. Una felicidad... yo pensé: llegó la hora, llegó la hora de que la gente haga de esto un país serio", ha explicado ante las cámaras de La 2.