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Lo que se ha dicho sobre Suárez

El rey: "Suárez ha sido un gran servidor de España y no siempre fue bien entendido"

  • El rey valora la "lealtad" del primer presidente de la democracia
  • Fernández Miranda decía de él que fue "actor de la Transición"

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El rey: "Mi gratitud hacia Suárez es honda y permanente, y mi dolor, hoy, grande"

Adolfo Suárez ha sido el primer presidente de la democracia en España, y lo cierto es que atravesó casi todos los modos posibles de serlo y dejar de serlo: designado, elegido, reelegido constitucionalmente, dimitido y atacado por un golpe de Estado el día de la investidura de su sucesor. Sobre todo pasará a la Historia por ser actor -en el doble sentido de ejecutor e intérprete- de una transición que coescribió y construyó junto a otros protagonistas, que en su periplo definieron así su vida y obra.

El rey Juan Carlos es el más destacado de todos ellos, al ser quien apostó por un joven y casi desconocido político abulense como piedra angular de la obra de la democracia. Un depósito de confianza bien correspondido, como el propio monarca afirmó en una entrevista de TVE en 1995 para Informe Semanal.

Deposité mi confianza en él en momentos muy delicados y difíciles para el porvenir de España y esa confianza me fue correspondida con lealtad ejemplar. En su importante trayectoria pública durante aquellos años decisivos, Adolfo supo desde un principio interpretar los deseos e ilusiones del pueblo español, dirigiéndolo hacia los fines que, juntos, pretendíamos todos.

Su profundo sentido de la concordia (...); entonces como hoy esta virtud sigue siendo la clave de su prestigio y su legado más directo a los españoles.

De idéntica manera se expresó Don Juan Carlos ante el periodista Fernando Ónega en el último libro publicado sobre el expresidente Suárez, "Puedo prometer y prometo".

Después de haber trabajado tanto con él, codo a codo, aprecio su lealtad, su franqueza, su forma de decir las cosas sin rodeos. Ha sido un gran servidor de España, y no siempre fue bien entendido. Ha sido uno de sus principios: tomar en cada momento las decisiones que había que tomar.

Para Eduardo Navarro, director del colegio mayor Francisco Franco en Sevilla donde vivió un joven Adolfo Suárez, el político de Cebreros era un hombre singular e inclasificable.

Políticamente no era fácil de clasificar. Desde luego no era falangista (...). Era abierto, pero no estaba dispuesto a pasar desapercibido y, menos aún, menospreciado. No era un joven ‘despreocupado’, como la mayoría, y de vez en cuando afirmaba que quería ser presidente de la República.

Sin una mente enciclopédica, la inteligencia de Suárez tenía una orientación práctica que fue imprescindible para los retos que tuvo que acometer. Así define la inteligencia de Suárez Ignacio García-López, quien fue ministro Secretario General del Gobierno:

Si la inteligencia es la capacidad de ver a lo lejos, esta fue para mí la virtud sobresaliente de Adolfo Suárez. Ver a lo lejos, trazar un programa, fijar un objetivo y cumplirlo.

Los hijos de Torcuato Fernández Miranda, presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, también trazan las virtudes de Adolfo Suárez, en una cita recogida por Fernando Ónega:

Torcuato Fernández-Miranda lo veía [a Suárez] como un hombre inteligente, con enorme energía política, con gran capacidad de seducción y, por tanto, de diálogo; suficientemente comprometido con el régimen como para eludir las presiones de la extrema derecha; suficientemente joven como para que tal compromiso fuera relativo y le permitiese abrir un diálogo con la izquierda, y suficientemente permeable como para aceptar sin reticencias las órdenes de la Corona. Es decir, un presidente abierto y disponible.

Parafrasea también a Fernández Miranda Rodolfo Martín Villa, otro ministro del Gobierno suarista, con una metáfora sobre el papel de la terna Rey-Torcuato-Suárez que impulsó los pasos de la Transición a la democracia:

Comentó Torcuato que la transición había tenido un empresario que era el rey, un autor que era él (Torcuato) y un actor: Adolfo Suárez.

Otro compañero de gabinete, Jaime Lamo de Espinosa, ministro de Agricultura de 1978 a 1981, elogia también la capacidad de Suárez de armar consensos:

Suárez logró que todo el mundo, todas las personas renunciaran a algo a favor de los intereses comunes del Estado, de la nación española.

En ello abunda el periodista Miguel Platón:

Introdujo el factor de la buena relación personal entre los políticos, que era una de las grandes deficiencias de España y se había perdido especialmente en la Segunda República. Suárez estableció relaciones sinceras con todos: con Carrillo, con Tarradellas, con Felipe, con Tierno. Partía del supuesto de que todos eran distintos, pero podían hablar de cuestiones personales y construir juntos el futuro de la nación. Esa ha sido una aportación fundamental de Adolfo Suárez.

A pesar del enorme desgaste político al que la oposición del PSOE sometió a la UCD de Adolfo Suárez, su sucesor en la presidencia del Gobierno, Felipe González, reconoció la importancia y dificultad de la tarea que Suárez desempeñó.

Yo me fié de Suárez desde el momento en que nos reunimos por primera vez a solas en agosto de 1976. Comprendí muy bien la situación de Suárez desde el principio; su situación y sus circunstancias, los desafíos que tenía por delante, el grado de improvisación que metíamos en toda la transición. Lo contrario de lo que la gente piensa, que todo el mundo dice que tenía en la cabeza la transición entera. Había un grado de improvisación cuyo fundamento para que saliera bien era el sentido común y la responsabilidad, y el autocontrol, que fue lo que hizo posible aquello.

La que fue vicepresidenta del Gobierno socialista con José Luis Rodríguez Zapatero, María Teresa Fernández de la Vega, ensalzaba también la figura histórica del expresidente Suárez, al que se concedió el Toisón de Oro en junio de 2007.

El tiempo siempre hace justicia, especialmente con los líderes que lucharon por cambiar el ritmo de la sociedad. Si conseguimos avanzar hacia un sistema democrático fue gracias a personas como Adolfo Suárez, que pudieron personificar todo el coraje y toda la valentía con que los españoles estaban empujando la transición de la dictadura a la democracia.