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'Centro histórico', nueva dosis del talento de Víctor Erice

  • El cineasta vuelve a las pantallas tras siete años
  • Participa en una película episódica encargada por la ciudad de Guimarães
  • Aki Kaurismaki, Pedro Costa y Manuel de Oliveira comparten los créditos

Por
Clip de 'Centro Histórico'

FICHA TÉCNICA

Título original: Centro Histórico

Año: 2012

Duración: 80 min.

País: Portugal

Director: Pedro Costa, Manoel de Oliveira, Víctor Erice, Aki Kaurismäki

Guión: Pedro Costa, Manoel de Oliveira, Víctor Erice, Aki Kaurismäki

Música: Pedro Santos

Fotografía: Pedro Costa, Timo Salminen, Valentín Álvarez

La ciudad portuguesa de Guimarães celebró en 2012 su capitalidad europea de la cultura. Uno de los actos de la conmemoración fue producir una película de episodios con cuatro autores europeos: los portugueses Pedro Costa y Manuel de Oliveira; el finlandés Aki Kaurismaki y el español Víctor Erice. La película, titulada Centro histórico y presentada en el último Festival de Valladolid, se estrena el 20 de diciembre en cinco salas de España.

Cada director tenía el mismo presupuesto y absoluta libertad para, incluso, no rodar en Guimarães. Así lo hizo Pedro Costa situando la acción dentro de un ascensor en el segmento más largo ambicioso y minimalista de la película, un reflejo onírico de la historia de Portugal. Manoel de Oliveira, 105 años, dirige un cortometraje que ironiza con el planificado turismo que adorna las ciudades históricas. Y Kaurismaki introduce, en otra propuesta humorística, su hierático y silencioso universo en una pintoresca tasca.

Pero es el regreso de Víctor Erice lo que ha generado interés al otro lado de la frontera ibérica. A los 72 años y con una filmografía de solo tres obras que figuran en la antología del cine español (El espíritu de la colmena, El sur y El sol del membrillo), cualquier nueva dosis del talento de Erice es celebrada. Su capítulo, además, es el más redondo de la obra. Nada pródigo en entrevistas y apariciones públicas, tras la proyección en la Seminci de Centro histórico, ofreció una rueda de prensa junto a Pedro Costa que reproducimos con motivo del estreno. “He aceptado el proyecto sin ninguna idea preconcebida y atento a lo que podía descubrir en el camino. En nuestro oficio de cineastas el deber primordial es ver las cosas desde otro punto de vista”, avanzaba Erice como declaración de principios.

Testimonio del hundimiento

El capítulo del director vizcaíno, titulado Vidrios partidos, recoge declaraciones de extrabajadores de la cerrada fábrica textil Rio Vizela, que llegó a ser la más grande de Europa y contar 3000 empleados, pero que sufrió los efectos de la deslocalización sumiendo a la población circundante en una depresión. “Es una de las regiones de Portgual con uno de los mayores índices de desempleo. Los cafés, a media mañana, los descubría abarrotados de hombres en edad laboral mirando a través de los cristales como llovía. Los camareros ni siquiera les servían un café, le permitían estar dentro amparándose de la lluvia. Esperando. ¿Esperando qué?”, se pregunta Erice.

La fábrica, conocida doce años después de su cierre como 'la fábrica de los cristales rotos' por su estado de abandono, fue utilizada por Erice para enmarcar los testimonios que previamente habían sido guionizados . Una estrategia que recuerda al trabajo que los hermanos Taviani hicieron con los presos de César debe morir.

“Lo que hago es dar la voz y la palabra a los hombres y mujeres de Portugal y que cada uno que saque sus consecuencias. Aunque yo he redactado los textos, los he sometido a las pruebas de los propios obreros. Ellos han introducido correcciones y juntos hemos establecido los textos definitivos. Luego han tenido que memorizar el texto y ensayar la forma de decirlo respetando la identidad de cada uno. En algunos casos refleja la experiencia personal, en otros incorpora una experiencia que no ha sido la suya”, explica.

El director de El sol del membrillo dice no diferenciar entre documental y ficción. “Hay un aspecto documental en toda ficción y hay ficción todo documental. Cuando Robert Flaherty no podía filmar el iglú (en Nanuk, el esquimal, 1922), modificó la realidad del iglú para poder escribir en plano general. Hay una voluntad de escritura que pasa por el sometimiento puritano de lo que uno encuentra”.

Elogio de la saudade

Una inmensa foto de grupo con cientos de trabajadores es el fondo de las entrevistas. Muchos de ellos trabajaban en la fábrica desde los 12 años. “Estaba ahí, yo no la he puesto. Me conmovió la fotografía y el paisaje de la fábrica abandonada. Era como un Titanic hundido”.

Erice construye un discurso sobre la saudade portuguesa hacia el pasado boyante, pero también hacia la derrota de la lucha obrera. El cineasta encuentra que un diálogo entre la cultura española y portuguesa podría enriquecernos. “En España se ha perdido la cordialidad y elegancia que encuentro en Portugal. En general, pienso que la cultura portuguesa tiene algo de lo que carecemos que sería el complemento ideal para una perspectiva verdaderamente ibérica: el sentido de lo crepuscular. Es un pueblo triste incluso cuando se está riendo. Tenemos mucho que aprender de esa sensibilidad, que Oliveira y Pedro Costa representan al máximo”.

El cine español, ese fantasma industrial

Erice afirma que hay un auge de propuestas sociales dentro del cine español. Pese a la intermitencia de su obra, dice estar interesado en la coyuntura de la industria audiovisual. “Para nada soy ajeno y, lógicamente, me preocupa. El cine español ha sido tradicionalmente un fantasma industrial. Las mejores películas de la historia de cine español han estado más cerca de la artesanía que de la industria”.

Lúcido, culto e inteligente, Erice observa la evolución del cine con interés. “André Bazin decía que la obligación de toda generación era plantearse: ¿qué es el cine? La respuesta que se pueda dar hoy en día es que el cine es un lenguaje más incluido en lo que es el audiovisual. Es una época de grandes mutaciones, sobre todo en cómo se consume. No tenemos todos los datos, no sabemos lo que va a ocurrir”.