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Miles de kirguises imploran ayuda al otro lado de la frontera: "¿Cómo podemos salir de aquí?"

  • Los refugiados de etnia uzbeka esperan en la frontera a salir de Kirguizistán
  • Denuncian los crímenes sufridos mientras se apelotonan los heridos

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Refugiados de etnia uzbeka, gritan en la frontera pidiendo salir de Kirguizistán
Refugiados de etnia uzbeka, gritan en la frontera pidiendo salir de Kirguizistán

"¡Ayudadnos por favor! ¿Qué podemos hacer para salir de aquí?", pregunta una mujer atrapada junto a miles de refugiados al otro lado de una valla metálica que separa Uzbekistán de Kirguizistán.

Los bebés lloran y sus madres se agotan tratando de calmarlos con palabras suaves mientras se refugian en las sombras de los árboles. Más lejos, una mujer con un vestido tradicional azul con flores blancas reza de rodillas en un suelo cubierto de basura para que termine el caos.

Los refugiados se reúnen con sus pequeñas raciones cocinadas en un perol de madera, el plov,  un plato tradicional a base de arroz y carne con especias.

Desesperación

Otros, principalmente mujeres y niños, yacen en las colinas polvorientas, demasiado débiles para moverse o en estado de shock después de los horrores que presenciaron.

Estas escenas se repiten a lo largo de la frontera con Kirguizistán, donde decenas de miles de personas buscan refugio en Uzbekistán después de huir de la violencia étnica que ha dejado al menos 170 muertos y más 1.700 heridos, aunque tanto el Gobierno interino como el Comité Internacional de la Cruz Roja consideran que la cifra se queda corta.

Este último organismo acaba de asegurar que sus fuentes sobre el terreno estiman que "varios centenares de muertos" se han producido desde la violencia desatada en la noche del 10 al 11 de junio tras visitar una morgue de la ciudad de Osh, al sur del país.

El ministro uzbeko de Asuntos Exteriores ha organizado un 'tour' para periodistas extranjeros en el que muestra las escuelas y los campings convertidos en campos de refugiados para acoger a las decenas de miles de personas que han cruzado la frontera.

Relatos desde el otro lado

Un profesor de una de las escuelas, que declina facilirar su nombre, dice que hay demasiados refugiados -275.000 según ACNUR- para que puedan entrar en el país.

"Si todos viniesen aquí, todos nos moriremos de hambre pronto", asegura.

En lo que va de día, las autoridades uzbekas han dejado entrar a 60 heridos pero cientos siguen atrapados en el lado kirguís.

"Nuestros pueblos han sido completamente quemados. ¿Por qué no nos dejan marcharnos también?", gritan muchos de ellos desde la alambrada.

Una de ellos, Mutulla Imakov, de 26 años, está atrapada en el lado de Kirguizistán. Hablando desde el otro lado, detalla que su hermano fue asesinado mientras huían de Osh.

"Mi hermano recibió un tiro en la cabeza de un francotirador. Solo tenía 25 años y deja dos hijos pequeños. Los francotiradores disparaban a la gente en la cabeza y en el corazón", denuncia.

Cerca de allí, una mujer que estaba en cerca de la reja de alambre denuncia con enojo: "La mitad de la población de Osh ha muerto".

Osh es la segunda ciudad de Kirguizistán y ha sido una de las más afectados por los enfrentamientos sangrientos entre Kirguizistán y la minoría uzbeka.

Violaciones y heridos

En un pueblo de Kirguizistán junto a la frontera de Uzbekistán, una enfermera cuenta lo que ha visto: "Acabo de enviar a una mujer embarazada al otro lado de la frontera (en Uzbekistán). Le han golpeado con tanta violencia que probablemente perdió a su hijo ".

"Si su madre la viese, ni siquiera la reconocería", se queja la señora Arslanova.

Un grupo de personas transportan en una caja de alambre a un hombre gravemente herido bajo la mirada indulgente de los guardias de frontera de Uzbekistán.

En lo alto de una colina a 100 metros de la frontera entre Uzbekistán, los médicos entran precipitadamente con una camilla en la que un hombre de edad avanzada con el rostro cubierto de sangre. Aseguran que ha sido tomado como rehén y torturado.

Otros cuentan historias terribles de bebés colgados muertos colgados en semáforos o de soldados disparando a civiles solo por diversión.

Dalfusa, una enfermera que escolta a los heridos a la frontera, detalla que muchas mujeres han sido violadas. Una de ellas, temblando y agitada, fue llevada a por la frontera a un hospital en Uzbekistán.

"Ahora estamos tratando de calmarla. Está absolutamente fuera de control", relata sin dar más detalles.

"Si sólo pudiese resumir con una palabra lo que ocurrió esa un genocidio," dice locha Aboudlayev, un médico de 30 años que huyó a la frontera el primer día de enfrentamientos. Desde entonces ha estado muy ocupado tratando a los heridos y evacuando a los muertos.

"Esto es un genocidio contra el pueblo de Uzbekistán ¡Por favor, ayúdanos!", implora.