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El diluvio se cuela por las esquinas de la Campus

  • La mitad de los alumnos del 'Bautismo digital' no han podido ir por las lluvias
  • Un fuerte agucero se siente en el interior del recinto a primera hora de la tarde
  • El ex ministro Gilberto Gil pide que se distribuya la "riqueza digital"

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El ex ministro Gilberto Gil, durante un debate sobre banda ancha.
El ex ministro Gilberto Gil, durante un debate sobre banda ancha.

Las 14:58 (hora brasileña, las 19:58 en España) es la hora en la que las miles de personas que están en la Campus hacen una pausa en lo que están haciendo y miran hacia arriba.

Lo hace el campuseiro, el personal de la organización, el periodista y hasta el ponente, en este caso el vicepresidente de la región de Río de Janeiro. No es para menos; por un segundo piensan que el cielo se les cae en la cabeza, pero solo es el susto de siempre: es la hora del chaparrón en Sao Paulo.

Al fin y al cabo, durante unos minutos caen solo unas molestas microgotas, que se filtran por el techo junto a ese olor inconfundible a humedad y bochorno, propio de un verano austral que se ha empeñado en sufrir una ola de frío.

En esta ciudad caótica de 18 millones de habitantes, este jueves es el día consecutivo número 37 que llueve. El estado de emergencia se ha declarado tres minutos antes de que el cielo retumbase sobre el Centro de Imigrantes, a las afueras de la ciudad, donde se encuentra la Campus Party.

Tres horas después se ha levantado ante unos paulistas resignados por un temporal que ha dejado sin hogar a 5.000 personas desde finales de diciembre.

Alumnos sin bautismo

El dato puede resultar anecdótico para los habitantes de la Campus,más allá de las molestias de tráfico que se encuentran cada día los visitantes a la vuelta, a primera hora de la tarde, cuando la lluvia hace estragos.

Sin embargo, desde el arranque de la cita ha habido otras víctimas silenciosas: casi la mitad de los alumnos que iban a recibir su bautismo digital en el programa destinado a acercar a los que viven en la brecha digital las nuevas tecnologías, algo aún más importante en un país que sigue teniendo importantes desigualdades sociales.

Esta misma tarde, los alumnos de Sao Paulo este se han quedado sin bautismo. Las lluvias han hecho imposible trasladarse a esa zona de la ciudad.

"No esperábamos este aguacero todos los días, la mitad de las calles están bloqueadas y algunos niños no pueden venir", relata Carlos Alberto Estévez, el colombiano que está a cargo del aparatado de inclusión digital, "el más duro, pero el que más satisfacciones deja".

Junto a él, los dinamizadores encargados de ayudar a los niños brasileños en el mundo digital deambulan junto a los ordenadores vacíos. Se ha acabado la tarea del día demasiado pronto.

La mayoría de estos chicos son mandados por la archidiócesis, unos 5.000, y tienen una relación con la tecnología que es paradigmática: poseen cuenta de correo y han usado un ordenador en los 'chiringuitos' digitales que se montan en sus barrios, donde no llega la banda ancha. Eso sí, ninguno de ellos tiene idea del poder de información que tiene Internet.

De eso precisamente estaba hablando el ponente cuando el chaparrón le interrumpió. Junto a él, el ex ministro de Cultura, Gilberto Gil y el máximo responsable de Telefónica en Brasil debaten de la necesidad de un plan de banda ancha que reduzca la brecha digital que hace que sean necesarios estos bautismos.

La brecha digital

Para el vicepresidente de Río el problema es que el 75% de los municipios brasileños tienen una pequeña población dispersa que hace que crear la infraestructura de acceso sea poco rentable.

Para Gil, eso no es motivo para que la "riqueza digital" no se distribuya a todos con la colaboración de gobierno y empresas. Antonio Valente, presidente de Telefónica de Brasil, culpa del alto precio a los impuestos, que suponen hasta el 75% del precio del módem.

Pero esto es Brasil y, como la lluvia, su realidad se cuela por las esquinas. Al terminar la charla un grupo de indígenas del Amazonas esperan al ex ministro y cantante para saludarle.

Dos filas más allá, otro grupo hace un exhibición de fútbol con motivo de la iniciativa de una empresa de telefonía para regalar un viaje al mundial. Un poco más alejados, otros campuseiros montan una enorme torre con latas de Red Bull que casi toca el techo que nos protege de la lluvia.

"Manténganse unidos", les pide Gil antes de marcharse. Fuera, en la entrada encharcada, le espera su coche.