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Los seguidores del 'Cóndor' son legión en Brasil

  • Los brasileños se rinden ante el ex hacker Kevin Mitnick
  • Ahora asesor de seguridad, advierte sobre los fallos humanos ante los hackers

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El ex hacker Kevin Mitnick, agasajado por los campuseros.
El ex hacker Kevin Mitnick, agasajado por los campuseros.

Clever tiene un libro y una tarjeta, pero ninguno es lo que parece. Uno es un símbolo, más que nada porque está escrito en inglés y no lo entiende. La otra es una herramienta para forzar puertas. Ambas tienen en común un nombre: Kevin Mitnick

Puede que no les diga nada, pero es alguien lo suficientemente importante -sin ser futbolista- para que este chico brasileño de casi dos metros lo llame con toda dulzura su "héroe".

Junto a Clever, decenas de participantes de la Campus Party Brasil se han abalanzado sobre este estadounidense de mediana edad que una vez fue hacker, otra preso del FBI y ahora asesor de seguridad.

La importancia de decir que no

Con este nuevo rostro trata de mostrarnos hasta qué punto la "ingeniería social" -el término que usa para resumir la confianza rallando la idiotez en la que a veces cae el internauta medio- es una de las herramientas más útiles para los hackers actuales, hasta el punto de lograr un 100% de efectividad.

"Nadie quiere decir que no", señala al diagnosticar el que considera uno de los principales problemas en este tipo de ataques, que se basan en aprovechar las debilidades humanas, algo contra lo que ningún cortafuegos está preparado.

Para demostrarlo, saca un aparato que se vende en Estados Unidos y cuya única función es ahorrarle al consumidor decirle que no a algún operador de teletienda que le llama por teléfono.

Frente a él, cientos de jóvenes brasileños le escuchan con los ojos como platos. Unos con auriculares para seguir lo que dice, otros sin ellos, extasiados ante la visión de su héroe de batallas adolescentes, el hombre que burló al sistema durante años, el rebelde que ha salido adelante.

"Ha sobrevivido durante muchos años a la persecución y luego nos ha enseñado cómo mejorar la seguridad", comenta Clever después de acabar la charla mientras hojea el libro El arte de la decepción, el último de esta 'pop-star' del mundo geek, firmado por Mitnick con una tímida firma y la fecha en la que se ha realizado.

De la misma opinión es César Fabio, un profesor de una escuela de Manaus, en el Amazonas, que ha acudido a la Campus con el mandato de sus alumnos de hacerse una foto con él y con la camiseta de su equipo.

"A los adolescentes les gustan estas historias de hackers", reconoce.

Batallitas de hackers

Y es que, la historia de Mitnick, pese a ser un clásico en las fábulas campuseras, sigue enganchando. Con tan sólo 16 años, el por aquel entonces adolescente tímido californiano Kevin Mitnick entró por primera vez sin autorización en el sistema de notas de su colegio.

La leyenda acababa de empezar, porque en los 80 con el sobrenombre de El Cóndor, se encargaría de ser la pesadilla de las bases de datos telefónicos de Estados Unidos. Fue detenido en varias ocasiones, hasta que en 1995 una persecución que dió lugar a una película acabó con su trayectoria delictiva.

"El hackeo realmente no era ilegal cuando empecé. Luego lo convirtieron en ilegal y entonces me dije "No es justo, porque yo ya lo hacía antes de que fuese ilegal"", ha bromeado con los periodistas antes de su conferencia.

Entonces, se encarga de subrayar que, pese a lo que diga Clever, él no se siente un héroe sino un ejemplo; un ejemplo de lo que un hombre puede hacer y lo que puede sufrir por quebrar las normas.

"Yo accedí a las actividades de las compañías telefónicas; el FBI también lo hacía, pero era legal, así que se dijeron 'vamos a joder a este chico'", recuerda.

Casualidad o no, Mitnick recibió un trato 'especial' durante su internamiento: estuvo aislado del resto de presos sin poder hacer llamadas telefónicas por su presunta peligrosidad.

Ahora sus técnicas para suplantar la identidad de un teléfono móvil se quedan para el 'número final' de su conferencia, la demostración de que aunque se ha pasado al lado bueno, aún sabe hacer cosas.

El truco final

Entonces, el ejemplo de la rueda de prensa ya no se oculta como el héroe que es ante los ojos de los que le escuchan y aplauden el 'truco' que habían estado esperando.

Por mucho que Mitnick aconseje a los internautas decir "No", es el primero que incumple ese mandamiento. Tras una charla de casi una hora y media, el ex hacker se resiste a dejar de repartir sus famosas tarjetas. "Son como las de McGiver", bromea su acompañante. 

Sirvan a no para abrir puertas, esas tarjetas metálicas con extrañas hendiduras tienen un poder de atracción casi físico entre los campuseros, que se agolpan en el escenario mientras finalmente Mitnick se marcha por un extremo, escoltado como una estrella del rock.

"Al fin y al cabo, esto lo hacemos por ellos", le cuenta al periodista fuera del recinto. Éste asiente con un gesto de comprensión: al fin y al cabo, él también ha conseguido la ansiada tarjeta.