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Puerto Príncipe, una ciudad olvidada hasta por sus propios habitantes

  • La subdirectora de 'En Portada', de TVE, describe la capital de Haití
  • La "devastación completa" del terremoto "durará años"

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En portada - Haití ¿Quién sabe mañana?

Como siempre que inicio un reportaje de 'En Portada', intento hacerme una idea aproximada de lo que me voy a encontrar, pero esta vez de poco o nada me sirvió.

Nada más llegar me impactó la miseria que inunda sus calles. Jamás había visto algo parecido. Casas miserables rodeadas de montañas de basura, ríos de agua putrefacta que transportaban desperdicios por toda la ciudad, y un olor penetrante a miseria. Un olor inolvidable.

En Puerto Príncipe, ciudad rodeada de colinas, de subidas y bajadas, siempre podías parar el coche y rodar desde cualquier curva de la carretera convertida en mirador. Una ciudad caótica, sucia y olvidada hasta de sus propios habitantes.

Y la gente...En un primer momento te parecen seres distantes, de rostro duro. Quizás curtido de tanta y tanta desgracia. Pero al cabo de los días encuentras en esos mismos rostros la mirada triste y castigada de gente olvidada y abandonada.

En sus rostros se refleja tiempo de amargas vivencias y falta de esperanza. Calles llenas de pequeños pedigüeños que deambulan de un lado a otro, con la mano extendida, esperando que ese día les caiga algo que llevarse a casa.

Si a todo esto, le añades una catástrofe como la de las últimas horas, el peor terremoto de los últimos 200 años, el resultado es una devastación completa que durará años y condenará a su gente a prolongar su agonía.

Como realizadora busco mis escenarios de rodaje. En mi trabajo las herramientas son, sobre todo, los rostros de la gente, las fotografías de un instante.

Recorrer una calle, un barrio, una ciudad fijándome en el detalle, en esa esquina donde una mujer vende naranjas podridas en un pequeño puesto, en los gestos a veces rudos de los policías, en la mirada inocente de los niños...

Y uno siente que trabaja por una utopía. La utopía de creer que tu trabajo puede servir de algo, que la difusión del reportaje llegará a los corazones y a los sentimientos del telespectador, que constituirá una denuncia eficaz. Es algo que siempre llevas dentro de tu mochila.

La misión de la ONU, la MINUSTAH, me dejó amarga huella... Cientos de soldados desplegados en aquel territorio, con sus fabulosos coches y sus grandes despachos y oficinas. Imagino que sobre las ruinas que ha dejado este terremoto seguirán patrullando sus soldados.

Luchar por salir de un país al borde de la tragedia

Un día antes de mi regreso a Madrid se anunciaba la llegada del huracán Iván. Sólo quedábamos en Puerto Príncipe el periodista Joan Marcet y yo. Los reporteros José Manuel Frean y Víctor P. Mazario ya habían partido hacia España.

Al llegar al aeropuerto, el caos era evidente. Cientos de personas luchando por salir de un país al borde de la tragedia; los empleados de las compañías aéreas desbordados...

Cuando logramos alcanzar el mostrador, me comunican que mi vuelo no sale ese día. Está cerrado el aeropuerto de Santo Domingo, primera escala con destino a Madrid, por el huracán Iván. Confieso que me asusté en aquel momento con la perspectiva de quedarme sola. Tenía que salir de allí.

Con el teléfono satélite, arrodillada en el suelo buscando en mitad de la calle la señal que podía comunicarme con Madrid, resolví mi problema. Ya tenía billete. No vía Santo Domingo, sino volando a Jamaica, de allí Panamá, de Panamá a Miami y por fin Madrid.

Si cuento esto es para terminar con el último pensamiento que tuve en aquel viaje, una reflexión que me ha acompañado siempre. Subida ya en el avión, repasé todas aquellas personas que había conocido. En sus miradas, en sus pequeñas historias, en mis escenarios de rodaje que, aunque contaminados de miseria, guardaban su belleza. Y pensé qué sería de ellos a partir de ese momento. Era septiembre de 2004. Hoy, vuelvo a pensar en ellos y me vuelvo a hacer la misma pregunta.