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Lorenzo Silva: "El verdadero lector seguirá dispuesto a invertir en los libros que ama"

  • El escritor critica "el discurso colectivizador que hace furor entre los internautas"
  • "Enajenar una obra contra la voluntad del autor pisotea su libertad individual"

Por
  • P: Como escritor, ¿con qué espíritu contemplas la llegada del libro en formato digital? ¿Crees que cambiará tu forma de escribir, la forma de escribir de los escritores?

No creo que el libro electrónico, por sí mismo, cambie mucho mi forma de escribir. Hace muchísimos años que yo no utilizo papel para trabajar -más de 10-, hace también una década que tengo buena parte de mi material disponible en internet en régimen de libre descarga, y sobre todo, hace esos mismos años que interactúo con mis lectores a través de la Red y reflejo la realidad de ésta en mi escritura.

El libro electrónico no es más que un último paso, predecible y que se ha gestado con sorprendente lentitud -y torpeza, añadiría- de un camino iniciado hace ya mucho y que lo prefiguraba casi necesariamente.

Lo que sí puede tener efecto es que se generalice la lectura en este soporte, como dicen que va a suceder. Yo no lo tengo tan claro a corto plazo, por la manifiesta insuficiencia del soporte tecnológico actual y por la resistencia del mercado editorial tradicional, pero creo que el proceso está en marcha y que un desplazamiento significativo -no me atrevo a decir que masivo o absoluto- del libro físico es inevitable en el medio plazo.

  • P: ¿Temes el robo de la propiedad intelectual, no ganar lo suficiente, que te roben esos derechos?

No temo que me roben mis derechos. Ya me los han robado. Todos mis libros están en formato electrónico pirateado en diversos lugares de la Red. Se pueden descargar en apenas dos segundos con banda ancha, los más voluminosos. Eso no ha hecho, hoy por hoy, que dejen de venderse.

No venderé mucho si la gente se acostumbra a leer en un soporte digital

Pero si la gente se acostumbra a leer en un soporte digital, y eso es por tanto lo que en el futuro hay que vender, imagino que verosímilmente no venderé mucho. No, desde luego, mientras puedan descargarse gratuitamente de las webs de gente que los copia sin permiso y que infringe impunemente la ley hoy vigente al distribuirlos.

El dilema, es, ¿hay que hacer cumplir la ley? ¿O asumir que es imposible y cambiarla? Creo que lo primero es posible sólo si en la Red se impone una conciencia social de protección de la creación ajena. Difícil será meter a toda la gente en la cárcel.

  • P: ¿Y crees que es posible esa concienciación?

Nada de eso será posible si entre los internautas sigue causando furor el discurso pirata, colectivizador de lo ajeno al margen de si el dueño quiere colectivizar -en cuyo caso me parece irreprochable, y lo practico, yo mismo colectivizo buena parte de mi trabajo- o no -en cuyo caso, que me perdonen, tengo mis dudas, porque el que escribe un poema o una novela no se los roba a nadie, se los saca de dentro, y enajenárselos contra su voluntad creo que es pisotear su libertad individual-.

Si los colectivizadores obligatorios vencen, es evidente que habrá que repensarlo todo. O por lo menos esa parte de la actividad del escritor que se financiaba vendiendo libros -yo tengo otras actividades, que financio por otras vías-.

  • P: ¿Qué consecuencias tendría eso?

Es posible que eso deteriore la calidad de lo que leemos.  Todo el mundo escribirá, y todo valdrá lo mismo: nada, o por decirlo de otro modo, valdrá la audiencia que tenga, y me permito recordarle a quien lea esto qué noticias tienen más audiencia en cualquier medio digital; hoy sin ir más lejos, esos dos que por lo visto follan en la ducha en Gran Hermano.

Los editores tienen la función de señalar lo excelente y la morralla

Además, a nadie le compensará, salvo altruismo, que nunca hay que descartarlo, señalar quién hace lo excelente y quién produce morralla, que es la función que mejor o peor han venido cumpliendo los editores. O quizá no sea así: dependerá de la pasión de cada uno, o de si encontramos otra forma de financiar esa riqueza común que alguien crea individualmente y por la que ningún usuario pagará ya.

Eso sí: al verdadero escritor siempre le quedará la riqueza de la comunicación con sus lectores, y el verdadero lector seguirá dispuesto a invertir en los libros que ama. Quizá acabemos sobreviviendo por la vía de los "bienes esnob", que dicen los economistas. Esos cuya demanda no baja al subir el precio, porque dependen de elementos afectivos.

  • P: ¿Qué piensas del concepto actual de propiedad intelectual? ¿Ha de cambiar? ¿Crees que cambiará, de hecho?

El concepto actual de propiedad intelectual es razonable, y muy moderado. Permite disfrutar del rendimiento económico que produce la obra al que la crea con su trabajo y a sus hijos. Poco más. A partir de ahí, pasa a todo el mundo.

No es ni mucho menos un exceso, en sí mismo configurado, y todos los autores no son ese músico endiosado al que la SGAE le recauda -o recaudaba- miles de euros al año por procedimientos opacos. No seamos demagogos. Autor, e inmenso, era Blas de Otero, que murió en la indigencia.

Parece que los hechos, eso sí, lo van a aplastar. Porque esa multitud voraz que es el colectivo internauta, al que por cierto pertenezco, es un bulldozer que parece ya decidido a aplastarlo. Y no parece que aquí haya una DGT dispuesta a plantarle cara como se nos plantó a los conductores, otro colectivo arrollador, para imponernos ir a 120 y que dejáramos de matarnos y de matar a los demás, o por lo menos pasáramos a hacerlo menos.

  • P: ¿Y cómo consideras la actitud del Gobierno ante este dilema?

A este Gobierno le falta coraje -iba a decir que le falta otra cosa, más castiza, pero podría malinterpretarse, dada la distribución por géneros de su composición-.

Por un lado, para sentarse con la industria y decirle que deje de gimotear pidiendo la restauración íntegra de un pasado ya ido, y que se ponga las pilas y evolucione y proponga modelos alternativos; y por otro, para plantarse frente a los internautas y decirles que el mundo no empezó ayer y que las redes tecnológicas no pueden arrasar con todo lo que hemos elaborado y nos ha valido durante siglos.

Sobre esas premisas, con cesiones recíprocas, sería posible un consenso razonable. Por el camino actual, ganará el más fuerte. Y eso señala un resultado inequívoco.

  • P: ¿Cuál crees que es la manera más eficaz de luchar contra las descargas no reguladas de libros que puedan producirse en un futuro?

El consenso social, primero, que se traduzca en un consenso político amplio que plantee una ley apoyada por la inmensa mayoría del Parlamento y que modere las aspiraciones de unos y otros restableciendo un régimen razonable de protección de los derechos de propiedad intelectual, por un lado, y de la circulación del conocimiento por otro, especialmente a favor de los que tienen menos recursos.

Sobre esa base, con la necesaria aceptación social y un régimen equitativo y justo, establecer una ciberjurisdicción, con jueces y magistrados especializados, que en lugar de resolver esto al ritmo de nuestra administración de justicia -el del siglo XIX- puedan reaccionar, con plenas garantías de los derechos fundamentales, a la velocidad del siglo XXI.

Y que lo hagan con exhaustividad y contundencia, que la tecnología lo permite, siempre que las operadoras colaboren -a lo que se les debería, juez mediante, obligar-. Otra cosa, no servirá de nada, y será además inconstitucional.