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Los vínculos entre padres e hijos según Alberto San Juan y Anabel Alonso

Se hace lo que se puede - Los vínculos de Anabel Alonso y Alberto San Juan con sus hijos
Se hace lo que se puede

El vínculo entre padres e hijos —la relación afectiva que define la seguridad, la autoestima y la manera de relacionarse con el mundo— es uno de los pilares silenciosos de la infancia. Aunque pueda parecer una idea moderna, las experiencias de familias, educadores y especialistas muestran que este lazo emocional es determinante desde los primeros meses de vida. Los actores Alberto San Juan y Anabel Alonso, ambos padres tardíos, reflexionan en Se hace lo que se puede sobre cómo se construyen, se tensan y se reparan estos vínculos.

Tipos de vínculos

Anabel Alonso reconoce que el vínculo con su hijo Igor, de cuatro años, no es igual al que él tiene con su otra madre, la que lo gestó. Explica que en esta etapa el apego hacia la madre biológica es mucho más fuerte y evidente, algo que ella vive con naturalidad pero también con cierto desgarro. “Es muy duro levantarte a media noche porque llora y que te diga que no, que quiere a la otra madre”, admite. No es un rechazo personal, sino la expresión primaria de un niño que busca la referencia emocional que conoce desde antes de nacer.

Aun así, Alonso cuenta que, poco a poco, ese vínculo entre ambos se está construyendo. Día a día va encontrando su lugar: en los juegos, en las rutinas, en los momentos en que ella sí es la que lo calma o lo hace reír. Aunque al principio el apego era claramente desigual, la relación se va fortaleciendo a medida que Igor crece y amplía sus vínculos afectivos. Anabel lo vive como un proceso lento, pero hermoso: ganarse sitio, no por obligación biológica, sino por presencia, cariño y tiempo compartido.

Alberto San Juan reflexiona sobre cómo ejerce el vínculo con sus hijos, Max y Mateo, desde la conciencia de que su generación intenta practicar una paternidad más presente. Explica que existe un deseo real de compartir cuidados y estar más implicados emocionalmente, pero también reconoce que esa aspiración convive con inercias profundas: muchos hombres siguen priorizando el trabajo, reproduciendo un modelo que él identifica como característico tanto de la generación de su padre como de la suya. Esa “ausencia”, dice, ha sido históricamente un rasgo definitorio de la figura paterna, y aún hoy cuesta desmantelarla por completo. A partir de esa mirada crítica, San Juan se plantea el lugar que ocupa en la vida de sus hijos y cómo quiere que ellos lo perciban.

La primera infancia: donde se afirma o se rompe el vínculo

En las escuelas infantiles, donde muchos bebés pasan buena parte del día, este lazo se hace visible en cuestión de minutos. La maestra Alba Culell, con años de experiencia en aulas de 0 a 3 años, lo describe así: “El vínculo es el proceso por el cual el niño construye su identidad, su autoestima y la confianza en sí mismo”. El periodo de adaptación, explica, es clave para que los pequeños aprendan que además de sus padres existe otro adulto —su educadora— del que también pueden fiarse. Allí detecta rápidamente qué niño llega con un apego seguro y cuál no: “Los que no lo tienen suelen mostrar más celos, más búsqueda de atención constante o más miedo a explorar”.

La base del vínculo seguro

Los especialistas definen el vínculo como el proceso mediante el cual el niño construye su identidad, su seguridad y la confianza en sí mismo. No se trata de un estilo de crianza concreto, sino de la manera en que los adultos responden: con empatía, comprensión y una presencia constante que no dependa del comportamiento del niño. El concepto de “querer bien” subraya justamente eso: el afecto no condicionado, también en los momentos de rabietas, miedo o frustración.