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Fernando León de Aranoa: "El ser humano es capaz de lo peor, pero también de lo mejor"

  • El director y guionista Fernando León de Aranoa presenta su libro Leonera en Las mañanas de RNE
  • En este nuevo trabajo literario recopila piezas breves de la realidad y de las contradicciones implícitas en el alma humana
Hombre de pelo largo y canoso con barba, camiseta negra y vaqueros, sostiene un libro en un pasillo de RNE frente a un logo rojo de la emisora.
Trece años después de la publicación de 'Aquí yacen dragones', el cineasta Fernando León de Aranoa regresa a la literatura con 'Leonera'. RNE

No es la primera vez que Fernando León de Aranoa (Madrid, 1968) decide ponerse cara a cara con las fieras. Ya lo hizo en 2013, cuando se atrevió con Aquí yacen dragones, su primera gran incursión en la ficción literaria. Entonces contaba con 45 años, cuatro películas y tres premios Goya menos que ahora. También habitaba una Leonera (Seix Barral) algo más ordenada, en la que sus actuales 57 años, ocho 'cabezones', tres libros y nueve largometrajes todavía no habían entrado a formar parte de su desorden.

A simple vista, ambas batallas podrían parecer idénticas. Él, un folio en blanco y la sensación de tener "mucho que entender y, si se puede, algo que transmitir". Pero no. Esta vez su rival era más feroz y su estrategia, más depurada. Es lo que tiene la experiencia. "Estoy en esa etapa de los 50 años, cuando se comienza a tomar conciencia de nuestra mortalidad", cuenta en Las mañanas de RNE con Mamen Asencio.

Y aunque en su Leonera no hay rugidos que adviertan de un peligro inminente, se escucha el miedo. En los más de "cien cuentos" que componen su nuevo libro se reflejan pensamientos, recuerdos y reflexiones. Un murmullo constante que asusta más que cualquier gruñido salvaje. Que incomoda porque obliga a mirar de frente al propio desorden.

Las mañanas de RNE - Mamen Asencio - Fernando León de Aranoa despojado de hipocresía en 'Leonera'

Ese que todos, tarde o temprano, queramos o no, estamos obligados a ordenar para hacer hueco al caos del presente y del futuro. Como se pueda, como se sepa. Con cajas o, tal vez, con bolígrafos, como el ocurre al cineasta.

"Escribir me ayuda a comprender las cosas. No te hace superarlas, pero siempre ayuda a sobrellevarlas. No es tanto darse cuenta de la mortalidad, sino ser consciente del paso del tiempo y de la finitud de las cosas. Con eso todo cambia", confiesa León de Aranoa. Cambia para siempre. Incluso reenfoca el pasado.

"Aquí yacen dragones tiene algo en común con Leonera, pero en él no hablaba como lo hago ahora desde determinados temas. Era otro yo. Cuando se escribe es importante tener en cuenta que la vida va pasando y uno también va cambiando", apunta el director de El buen patrón.

No es algo irreversible, nada ni nadie lo es, pero sí es inevitable. No dejan de ser contradicciones implícitas del alma humana.

Así, a pesar de que León de Aranoa utiliza el término "ficción" para catalogar Leonera, en sus páginas —al igual que en sus películas— no hay nada inventado. Al contrario. Son "análisis de la sociedad".

"Cuando montas una historia en la ficción, generas un modelo de comportamiento a escala donde utilizas recursos como el humor, la paradoja o la poesía que son útiles para descifrar algunas cosas de nuestra conducta", señala. Entre ellas, los vínculos.

"El libro recorre cinco temas que he vivido en mis últimos diez años. El amor, quizá, sea el más enigmático de todos", expresa. No obstante, "la relación con nuestros mayores, el paso del tiempo o incluso la de mi propio oficio", dice, tampoco se quedan atrás en su nueva obra de "reflexiones con estructura de ficción".

¿El motivo de tal empeño? Lo resume en uno de sus capítulos: "El amor nunca es propio, la vergüenza nunca es ajena".

"El amor —aclara— siempre es en relación con otros, a partir de otros y en compañía. Sin ese cuidado por los demás, como sociedad nos vamos haciendo cada vez más individualistas", opina.

Y las consecuencias, igual que con la vergüenza, no se quedan en la teoría. Son compartidas. Sin excusas. "Cuando suceden cosas durante tanto tiempo como las de Gaza, lo que siento no es vergüenza ajena, sino propia, porque estamos consintiendo que pase".

"En todo tenemos algo de responsabilidad y desentenderse es muy fácil", comenta. Basta con unos kilómetros de distancia y un silencio prolongado para convertir la ignorancia —muchas veces involuntaria— en un refugio demasiado cómodo.

De ahí su apoyo a las ONG que alzan la voz con "campañas con personajes públicos para causas humanitarias", si bien es cierto que él prefiere colaborar con su propio trabajo.

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"Me gusta más ayudar a través de la ficción y de la narración que como personaje público", reconoce. Según cuenta, dedicar años a crear un libro o una película, le permite sentirse más útil y autorizado. "Esa implicación que le pones te da un conocimiento sobre lo que estás hablando que te hace estar más tranquilo y sentirte más legitimado para defender una causa".

Sea cual sea —siempre que sea noble—. Porque, "aunque en la ficción no haya un final feliz, en todo momento permanece la posibilidad de cambiar las situaciones".

"Creo que las cosas van a mejorar siempre, pese a todo e, incluso, cuando hay claras pruebas de que no es así. Considero que el ser humano es capaz de lo peor, como ya lo ha probado muchas veces, pero también de lo mejor", sentencia Fernando León de Aranoa.