Bob Pop: "Vivir en el presente quita miedos, expectativas y ansiedad"
- Bob Pop presenta en Las tardes de RNE su obra de teatro Hablar no sirve de nada
- A modo de monólogo y con un relato íntimo y provocador, invita a reflexionar sobre la incomodidad de la vida
Asegura que Hablar no sirve de nada. Tan convencido está que así ha bautizado a su nueva obra de teatro. Sin embargo, a Roberto Enríquez (Madrid, 1971), más conocido como Bob Pop, da gusto escucharle. Porque habla. Mucho. Y bien. O, al menos, con la calma y la verdad de quien ha descubierto –tras años de "actualizaciones de sistemas operativos para replantearse su manera de enfrentarse al mundo"–, la fórmula de la tranquilidad.
"No sé si he aprendido mucho, pero lo que sí sé es que me he dejado de tonterías. Y en la vida, cuando te dejas de tonterías descubres que ganas un montón de tiempo", cuenta en los micrófonos de Las tardes de RNE, con Lourdes Maldonado.
Y ese tiempo debe invertirse en lo importante. En lo real. Por eso, el colaborador de La familia de la tele ya no miente "ni por dinero", como sí hacía cuando Roberto y Bob eran dos personas distintas. Cuando persona y personaje ni se conocían ni saludaban. "Ahora somos el mismo todo el tiempo. He perdido la capacidad de disimular y de mentir", reconoce.
Se nota. No se esconde. No finge. No quiere y tampoco le interesa. Porque lo de Bob Pop no es hablar por hablar. Es contar historias. Rascar. Incomodar. Ponerle palabras –y humor– a lo que muchos callan. Lo suyo es una conversación sin anestesia.
A través de un monólogo íntimo y provocador, en Hablar no sirve de nada, explora temas como el amor, el cuerpo, el sexo, las palabras o el tiempo invitado a reflexionar sobre la importancia de comunicarnos y comprendernos mutuamente. Suena a libro de autoayuda, pero nada más lejos de la realidad. No se trata ni de un acto de valentía ni de un drama lacrimógeno tópico. La protagonista de la pieza es la contrariedad.
"La gente espera encontrarse con pornografía de autosuperación personal y no hay nada que me moleste más", comenta. "Quiero transmitirles la incomodidad que vivo yo muchas veces. También mostrarles cómo es ver las cosas desde otra perspectiva y dejar claro que no hay que pedir perdón por ser uno mismo", añade.
Esa otra perspectiva le acompaña desde que, con apenas 30 años, le diagnosticaron esclerosis múltiple. "En ese momento todo se tabaleó bajo mis pies. No podía imaginarme el futuro que me esperaba porque había una enfermedad que lo iba a determinar”, confiesa.
Y entonces escribió. Con precisión. Fue su refugio. "Lo necesitaba para entender qué me pasaba, que me podía pasar y cómo serían esos síntomas que me harían descubrir una nueva compañía del cuerpo", reconoce.
Han pasado 27 años desde aquello. Y su perspectiva no es la misma. Porque los fantasmas siguen, pero ya no los teme. "Están conmigo. Bailamos juntos, tomamos el té, jugamos al tute. Hemos llegado hasta aquí y ahora lo que toca es disfrutar al máximo posible de esto que estamos viviendo", dice Bob Pop.
También vivir más lento. Más atento. Más confiado. "El principal secreto es perder el miedo. Y para eso no hay nada como no tener expectativas de futuro, no fantasear ni sentirse presionado por lo que vendrá. El futuro siempre es aterrador". Es lo que tiene la incertidumbre. "Vivir en el presente quita muchísimos miedos, expectativas y ansiedad", subraya.
Eso sí, aplicarlo no es fácil. "Una cosa es decirlo y otra vivirlo", matiza. "Pero cuando el cuerpo se paraliza, el ritmo de la vida también cambia. Y esa pausa, aunque a veces se una lata, es un espacio de reflexión". De observación, de presencia. Hasta de amabilidad. Incluso de humanidad.
"La enfermedad en todas sus manifestaciones nos acerca a los pequeños dolores de los demás. Nos ayuda a entender que lo más humano es el fallo, el no poder y el intentarlo todo el tiempo y que salga mal. Cuando nos equivocamos, nos volvemos mucho más simpáticos", concluye Bob Pop.
Así que sí, quizá hablar no sirve de nada. Pero contar y escuchar, eso, tal vez, sea otra historia.