El bibliobús acerca la lectura a los pueblos sin biblioteca
- En España existen más de 4.500 bibliotecas públicas, aproximadamente una por cada 10.400 habitantes
- El bibliobús es una alternativa práctica y sostenible para los pueblos que no cuentan con este servicio
Si la rueda y el libro son dos inventos fundamental para la humanidad, la conclusión es fácil: los libros en movimiento suman las virtudes de una y otra invención. Para fomentar la lectura ayuda poner las cosas fáciles, es decir, tener libros a mano y sin coste alguno. Ese es el milagro de las bibliotecas públicas. Pero no es posible tener una en cada una de los pueblos pequeños de un país.
Para cubrir esa importante ausencia a alguien se le ocurrió idear una biblioteca móvil que acercase las obras al público. Lo de menos es casi el formato; a lo largo de la historia se han empleado mulas, camellos, elefantes, caballos, carros, bicicletas, trenes o barcas. El vehículo no es relevante; lo importante es conectar el conocimiento con el potencial lector. No solo niños, sino también cualquier comunidad en desventaja: ancianos, enfermos, personas con movilidad reducida, presos, zonas aisladas…
Un servicio internacional
La tradición del bibliobús se extiende a todas las civilizaciones. En Estados Unidos era frecuente que fueran filántropos (y no el gobierno) quienes impulsaran esta iniciativa de difusión lectora. Los bookmobiles permitieron a las mujeres acceder a unos estudios vetados por la tradición familiar que confinaba a la mujer al hogar. En los años sesenta, el programa Librerías en Acción dinamizó los grupos de lectura en adolescentes del Bronx.
Escocia acoge reuniones fraternales de bibliobuses, en las que sus responsables intercambian consejos e iniciativas; Noruega tiene ferries de lectura en su despoblada costa oeste; Holanda usa containers en los canales y, en Italia, el profesor jubilado Antonio la Cava tiene el honor de regentar la biblioteca móvil más pequeña de Europa, la Bibliomotocarro, con 700 libros a cuestas por el sur del país. «Sin un libro, el niño solo está aún más solo», cuenta Antonio.
‘Página Dos’ ha seguido una mañana cualquiera a un bibliobús en su ruta por los pueblos de la província de Barcelona. Estos servicios están gestionados a nivel local, y prácticamente cada comunidad autónoma dispone de su biblioteca itinerante. Hay dos modalidades: el vehículo que recorre puntos específicos, o el que escoge un lugar céntrico de un pueblo (la plaza mayor, por ejemplo), y se instala allí para ser visitado.
El bibliobús se convierte, de ese modo, en un punto de reunión de la comunidad. Aunque abundan los niños, lectores de todas las edades se encuentran en ese espacio y comparten ideas, en un improvisado club de lectura. El éxito de convocatoria constata que la cultura es tan importante para un pueblo como una farmacia, una panadería o una pista deportiva.