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Gilgamesh y el desafío al destino: la epopeya que deslumbró a Borges

  • La historia del rey mesopotámico Gilgamesh, un poema clásico que desafía el tiempo y la muerte
  • Emilio del Río trae a Locos por los clásicos la epopeya más longeva con fragmentos recitados por Luis Alberto de Cuenca
El Poema original de Gilgamesh, la primera epopeya de la historia, se encuentra en una tablilla de arcilla con escritura cuneiforme.
El Poema original de Gilgamesh, la primera epopeya de la historia, se encuentra en una tablilla de arcilla con escritura cuneiforme. EFE/EPA/MICHAEL REYNOLDS
RTVE.es

Hace más de 4000 años, en Mesopotamia, un rey desafío al destino. Sintiéndose castigado por los dioses tras la muerte de su amigo Endiku, Gilgamesh emprendió un viaje en busca de la inmortalidad. En su camino, el rey se cruzaría con el miedo a la muerte, la amistad, el legado, el poder o la sabiduría.

El Poema de Gilgamesh representa una de los clásicos fundamentales de la literatura. Tal es así, que hasta Jorge Luis Borges la seleccionó como una de las 100 obras imprescindibles de la literatura universal, sobre la cual llegó a escribir: "La triste condición de los muertos y la búsqueda de la inmortalidad personal son temas esenciales. Diríase que todo está ya en este libro babilónico. Sus páginas inspiran el horror de lo que es muy antiguo y nos obligan a sentir el incalculable peso del tiempo".

En este interesante Locos por los clásicos, Emilio del Río se adentra en la epopeya más antigua de la que se tienen registros en la humanidad. Un poema mesopotámico de 80 páginas en escritura cuneiforme sobre tablillas de arcilla hacia el 2650 a.C. que ha podido ser conservado de forma fragmentaria y que cuenta con numerosas ediciones en distintas editoriales.

Gilgamesh y Endiku desafían a los dioses

Gilgamesh, rey poderoso y sabio, es al mismo tiempo un tirano que oprime a su pueblo, Uruk. Para equilibrar su inestable carácter, los dioses crean a Endiku, un hombre salvaje que es enviado a Uruk para enfrentarse en combate a Gilgamesh. Sin embargo, el amor termina civilizando a Endiku, quien se acaba convirtiendo en un gran amigo del rey, con quien comenzaría a emprender desde entonces grandes aventuras.

En una de las expediciones conjuntas, Gilgamesh y Endiku acuden al Bosque de los Cedros para enfrentarse a su guardián, el monstruo Khumbaba, en una batalla que conseguirían ganar al derrotar al monstruo gracias a la ayuda de Shamash, dios del sol y de la justicia. Este triunfo hizo que Ishtar, diosa babilónica del amor y de la guerra, de la vida y de la fertilidad, se enamorase de Gilgamesh quien, sin embargo, termina rechazándola.

Molesta por lo sucedido, Ishtar tomó la palabra ante su padre Anu, dios del cielo: "Oh Padre mío, crea un toro celeste para que Gilgamesh sepa lo que es el miedo". También amenazó más tarde: "Si no creas para mí el toro celeste, haré pedazos las puertas del mundo subterráneo y el número de los muertos sobrepasará al de los vivos". Obedeciendo la petición de su hija, Anu envió el toro celeste... aunque sin éxito. Gilgamesh y Endiku, de la misma forma que ante Khumbaba, mataron al toro. Como castigo, los dioses decidieron terminar con la vida de Endiku, quien falleció tras una dolorosa agonía y deja a Gilgamesh sumido en la desesperación.

El viaje hacia la inmortalidad de Gilgamesh

En este momento del poema, y temeroso por su destino mortal, Gilgamesh emprende un viaje en busca del único humano que ha alcanzado la vida eterna tras sobrevivir a un diluvio enviado por los dioses: Utnapishtim. Similar al relato de Noé en la Biblia, Utnapishtim le cuenta cómo sobrevivió al diluvio universal. "Todo cuanto yo tenía [...] fue subido a bordo. Dispuse que subieran a bordo durante seis días y seis noches. Sopló el viento del diluvio. La tormenta barrió la tierra. Al séptimo día, la tempestad comenzó a ceder. El mar se calmó. La tormenta reinó. La inundación cesó".

Al terminar su relato de supervivencia, Utnapishtim aconseja a Gilgamesh llevar a cabo una prueba que a él le permitió alcanzar la inmortalidad: mantenerse despierto durante seis días y siete noches. Sin embargo, Gilgamesh fracasa en su intento y toma conciencia de que, como el resto de humanos, es mortal.

Derrotado en su intento por desafiar el destino de su muerte, Gilgamesh acude poco antes de morir a Uruk. Allí, pide a los dioses que su amigo Endiku regrese de los muertos para habalr con él, un último deseo que le es concedido por los dioses. En ese reencuentro, donde concluye la obra con un diálogo entre ambos, Gilgamesh —señala Emilio del Río— comprende que no será inmortal, pero que su legado como rey perdurará a través de la grandeza de sus actos, asume su naturaleza humana inmortal y aprende que la verdadera inmortalidad radica en lo que uno ha hecho en su vida.