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Eduardo Mendoza: “Creo que tengo un gen maléfico que se apodera de mí cuando me pongo a escribir”

• El escritor presenta en Radio Nacional su nueva novela, Tres enigmas para la Organización

• “Ha cambiado un poco el modelo, porque hasta ahora era un detective marginal”, declara en No es un día cualquiera

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Eduardo Mendoza vuelve al género detectivesco
Eduardo Mendoza vuelve al género detectivesco

Tras publicar Transbordo en Moscú, tercera novela de la trilogía “Las tres leyes del movimiento”, Eduardo Mendoza declaró que no iba a volver a escribir una obra de ficción, pero es difícil luchar contra la costumbre. Y el resultado de esta contradicción es su última novela, Tres enigmas para la Organización. “Lo intento, pero no puedo. Es que no sé qué hacer, se me va la mano sola al papel. Esto me pasa por escribir a mano”, bromea el escritor en el programa de RNE No es un día cualquiera

No es un día cualquiera - Eduardo Mendoza presenta 'Tres enigmas para la organización' - Escuchar ahora

Tres enigmas para la Organización nos traslada al centro de la ciudad condal, en concreto, a una oficina en la “que algunos de los que entran no salen y que otros que nunca entraron salen con cautela. O sea, un lugar misterioso”, indica Pepa Fernández. Y es que con esta novela Eduardo Mendoza vuelve al género detectivesco, pero de una forma distinta a la que nos tiene acostumbrados. “Ha cambiado un poco el modelo, porque hasta ahora era un detective marginal que por su cuenta y sin quererlo se veía envuelto en problemas que tenía que resolver. Y en este caso, es una organización estatal compuesta de varios agentes que se reparten el trabajo”, declara Mendoza.

Nueve personajes y tres casos a resolver

En las páginas del libro, el escritor da vida a nueve agentes, que trabajan en “una organización gubernamental secreta creada por el franquismo por un capitán de navío que desconfiaba de los encargados de garantizar la seguridad del país, y tienen que enfrentarse a tres casos absolutamente dispares, pero que guardan relación entre sí: la aparición de un cadáver en un hotel de Las Ramblas, la desaparición de un millonario británico y las finanzas sospechosas de la empresa Conservas Fernández.

Estos detectives han de resolver de investigar estos tres sucesos “con muchos apuros económicos” y sobrepasando los límites de la ley. “Ellos mismos no lo saben lo que tienen que hacer ni por qué. Lo decide todo el jefe, que es completamente tonto”, subraya Mendoza. Y, ¿cómo son estos investigadores? En palabras de su creador, “La verdad es que son una catástrofe. Pero, cuando se enfrentan al problema, reaccionan muy bien. Y estos personajes, que no sirven para nada, pero, se mueven bien, siempre me han gustado mucho”.

Una novela divertida y llena de reflexiones

“Yo estoy muy contenta de que no consigas dejar el hábito y de que siga siendo tan gamberro cuando escribes, porque Tres Enigmas para la organización es una novela muy divertida”, ha declarado Pepa Fernández. Y por mucho que pase el tiempo, el Premio Cervantes sigue sin renunciar al sentido del humor que caracteriza sus novelas. “Me salen así las cosas y cuando intento hacer otro registro, acabo en lo mismo. Yo creo que tengo ahí una especie de gen maléfico escondido, que se apodera de mí cuando me pongo a escribir”, subraya.

Aunque la novela tiene esos tintes de humor, hay una denuncia a la prostitución y la trata de blanca. “Yo hablo, por ejemplo, de esta prostitución de carretera. Es obvio que a esa gente la han obligado, la han engañado, o bien no tiene otro. Y es algo muy grave y muy patente”, expone. Y este no es el único tema que se aborda en el libro, también se reflexiona acerca de cómo cada uno vive las cosas, entre otros aspectos.

Los nombres, una sella de identidad 

Marrullero o La Boni son los nombres de algunos de los protagonistas de Tres enigmas para la organización. ¿Por qué Mendoza escogió esos alias tan característicos en vez de optar por unos más clásicos? Me parece que es la forma de caracterizar a los personajes en una novela. A diferencia de Mortadelo y Filemón, que son viñetas, en una novela son letras sobre un papel. Por lo tanto, hay que animar un poco la cosa y hay que caracterizarlos, en este caso, con un nombre. Y tardo mucho en ponérselos, me cuesta mucho”, añade.