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Cuéntame | ¿Quién tuvo la idea de plantarle cara a ETA con las manos blancas y en silencio?

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Cuéntame cómo pasó | Episodio 3 de la Temporada 23
Adrián González y Juncal Infante

Desde su estreno en septiembre de 2001, Cuéntame cómo pasó ha mostrado la Historia trenzando, a través de sus protagonistas, la realidad con la ficción. Grandes acontecimientos de repercusión nacional e internacional se han cruzado en las tramas de los Alcántara con sucesos más pequeños, igualmente reales, que han hecho evocar a nuestros espectadores situaciones familiares. Historias con mayúscula que se conservan en bibliotecas y hemerotecas, y otras escritas con letra más discreta, de la vida cotidiana, protagonizadas por personas anónimas que también reflejó el equipo de Guion en diferentes capítulos.

Uno de los privilegios de trabajar en el Departamento de Documentación de Cuéntame cómo pasó es, indudablemente, poder adentrarse en el valiosísimo archivo de RTVE. Resulta un placer descubrir verdaderas joyas audiovisuales que acabarán viendo en la televisión los Alcántara o los vecinos del barrio. Imágenes históricas que también encuentran acomodo en la cabecera, en la transición entre secuencias, en el cierre de los capítulos o como escenario para incrustar en ellas a nuestros protagonistas para que así también ellos formen parte de la historia. También son excelentes para ilustrar el off de Carlos Adulto, como llamamos en el equipo a las reflexiones en voz alta que hace “El Heredero”, Carlos Alcántara.

Es una suerte poder conocer y reconocer esos retazos de la historia a través de espacios informativos como el Telediario o Informe Semanal, y otros de entretenimiento legendarios como Un, dos, tres… responda otra vez o Gente Joven. Además de manejar documentos audiovisuales e impresos que proporcionan información muy preciada, en ocasiones tenemos la oportunidad de encontrarnos con los protagonistas reales de algunos de esos acontecimientos. Como nos ocurrió cuando nos documentábamos para “Toni, El testigo”, el capítulo que se ha emitido esta semana.

La manifestación silenciosa contra ETA en Cuéntame

El compromiso de María Alcántara, en aquella época estudiante de Medicina, por defender los intereses de sus compañeros, la situó en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid la mañana del 14 de febrero de 1996, coincidiendo con el asesinato del catedrático y ex presidente del Tribunal Constitucional, Francisco Tomás y Valiente. Un etarra que se hizo pasar por estudiante le disparó tres veces, a bocajarro, mientras hablaba por teléfono en su despacho.

Nuestros guionistas estaban interesados en vincular a María Alcántara con la manifestación silenciosa que se celebró al día siguiente del crimen, en la mañana del 15 de febrero de 1996, delante de la misma Facultad. Una protesta organizada de forma espontánea por estudiantes y secundada por profesores en la que, pacíficamente y con las manos pintadas de blanco, repudiaron aquel asesinato de ETA. Y querían conocer más sobre el origen de aquella idea de las manos blancas para situar con rigor a la pequeña de la familia Alcántara en aquel lugar.

Cuéntame cómo pasó: Última temporada, próximamente

Comenzamos a tirar del hilo en la hemeroteca, buscando el ovillo en el que se escondía el germen de aquella protesta que marcó un punto de inflexión en la repulsa ciudadana contra el terrorismo en España. Y leímos una entrevista en El País con el estudiante que tuvo la idea. Nos encontramos con él al final de una cadena de llamadas a diferentes personas que, curiosamente, desconocían el episodio que había protagonizado aquel joven. A la vista de esto, respetando su misma discreción, no desvelamos el motivo de nuestro interés cuando preguntábamos por él. Finalmente, nuestro protagonista respondió a uno de los mensajes que le habíamos dejado a través de una tercera persona.

¿Quién tuvo la idea de las manos blancas?

Así conocimos a Adrián González Lipiani. Tras su sorpresa inicial y, todo hay que decirlo, algunas reservas ante la profesión periodística, acabó compartiendo generosamente con nosotros sus recuerdos de aquellos días. A partir de su testimonio, nuestros guionistas tejieron con verosimilitud la trama de María Alcántara en la que reflejaron el sentir de aquellos estudiantes indignados porque un etarra asesino le había arrebatado la vida a su profesor. Para sorpresa del propio Adrián, que lo supo bastante tiempo después de nuestra primera conversación, los guionistas llamaron con su nombre a uno de los personajes de la trama, el fiel reflejo de aquel estudiante real en la ficción.

Adrián Gonzalez tenía 23 años cuando asesinaron al profesor Francisco Tomás y Valiente. Estudiaba 4º de Derecho en la misma Facultad, pero no era alumno del catedrático. Aquel curso estaba en Viena con una beca Erasmus y acababa de regresar a Madrid para pasar en casa las vacaciones del semestre en Austria.

Cuéntame cómo pasó | Episodio 3 de la Temporada 23

Adrián González y Juncal Infante junto a Antonio Cano, director del capítulo Irene Meritxell / RTVE

Los recuerdos que tenía de aquel momento eran extraordinariamente vívidos y fueron idénticos todas las veces que hablamos. A pesar de las décadas transcurridas, transmitía una gran emoción y resultaba imposible no estremecerse al escucharle. Hubo un acontecimiento previo que impresionó profundamente a aquel joven estudiante y que, muy probablemente, sirvió como semilla del movimiento que dos meses después, sin proponérselo, protagonizaría junto a miles de compañeros universitarios.

El acontecimiento que derivó en la lucha

ETA había cometido un brutal atentado en el Puente de Vallecas, en Madrid, el 11 de diciembre de 1995. Aquel día, Adrián González celebraba el cumpleaños de un amigo vasco en la residencia de estudiantes en la que se alojaba en Viena, y le impactó sobremanera ver en la televisión aquellas escalofriantes imágenes de la matanza causada por el coche bomba que los terroristas habían colocado cerca del lugar de trabajo de su padre.

Desgraciadamente fue el inicio de una cadena de atentados porque, cuando el estudiante regresó a Madrid, ETA asesinó en San Sebastián, el 5 de febrero de 1996, a Fernando Múgica Herzog, abogado y dirigente histórico del PSOE. El joven Adrián reaccionó colgando un cartel negro en su Facultad con las palabras ¡Basta ya!

La escalada etarra estaba en pleno desarrollo. Para contextualizar: pocas semanas antes de esos crímenes, el 17 de enero, los terroristas habían secuestrado en Burgos al funcionario de Prisiones José Antonio Ortega Lara. En aquellos momentos era el segundo rehén en poder de ETA que, desde el 8 de mayo de 1995, mantenía retenido al empresario José María Aldaya.

Cuéntame cómo pasó | Episodio 3 de la Temporada 23

Adrián González y Juncal Infante con el director y los actores Irene Meritxell / RTVE

El destino quiso que nuestro protagonista llegara a la Facultad de Derecho unos minutos después del asesinato del profesor Tomás y Valiente. Pensaba estar antes, pero tuvo que hacer en otra zona de Madrid una gestión que se alargó más de lo previsto y se retrasó. Gracias a esa demora, Adrián no se cruzó con Jon Bienzobas, el etarra asesino. “Esa mañana, una amiga tenía un examen decisivo para ella en el despacho de enfrente del de Tomás y Valiente y yo pensaba esperarla en la puerta. Mientras se estaba examinando, el etarra entró en el despacho de Tomás y Valiente y le asesinó. Mi amiga escuchó los disparos. Yo no llegué de milagro” recordaba. “De no ser por ese retraso, habría visto al asesino y quién sabe si, con el ímpetu de la juventud, me habría enfrentado a él al verle con una pistola”.

Adrián se enteró de la noticia por la radio de su coche, cuando, acabada su gestión, se dirigía a la Facultad. Llevaba prisa por llegar a tiempo para acompañar a su amiga y, de camino, encontró un gran despliegue policial en la carretera. “Al llegar, mis compañeros me contaron lo que había pasado y yo dije algo que no se me olvidará: Mañana, todos a las 12, delante de la facultad, a manifestarnos con las manos blancas. Me salió así”.

Adrián: "Fue impresionante ver allí a miles de estudiantes"

Insistía en que fue una reacción espontánea. No se planteó que eran manos blancas, inocentes, contras las manchadas de sangre de los asesinos, ni que acabarían convirtiéndose en un símbolo contra el terrorismo que ha llegado hasta hoy. “Dije lo de las manos blancas porque quería que fuera algo más que una manifestación. No hubo lluvia de ideas ni debate sobre lo que podíamos hacer”.

Desde la asociación universitaria que había fundado junto a otros compañeros en la misma Facultad se movilizaron: “Llamamos al resto de facultades de la Autónoma y a otras universidades contando lo de las manos blancas. Todos nos pusimos en marcha, cada uno haciendo lo que podía. Yo me encargué de comprar la pintura con el dinero que había en la caja de la asociación. Antes pregunté a un amigo qué tipo de pintura tenía que comprar, una que no abrasara las manos y se quitara fácilmente. Me dijo que pintura al temple y compré un saco, un cubo y brochas”.

Unas brochas que acabaron desechando: “Era muy lento porque había muchísima gente así que acabamos pintándonos las manos en cadena. Uno se pintaba las manos y pegaba las palmas a otro, y este a otro, y así una cadena impresionante…”. Un detalle que se refleja exactamente en el capítulo, cuando María, Jorge y otros jóvenes, reproducen el gesto que hicieron realmente aquella mañana Adrián y el resto de estudiantes. El joven también se encargó de escribir el manifiesto que unos compañeros leyeron en aquella manifestación para la que ni siquiera pidieron permiso “porque pensábamos que iríamos las 20 o 30 personas de siempre”.

La cita era a la mañana siguiente y el lugar, la facultad de Derecho de la Autónoma. Aquel 15 de febrero se desbordaron todas las expectativas: “Fue increíble. Cuando un compañero señaló la cantidad de gente que estaba bajando por aquella cuesta cerca de la facultad, no me lo podía creer. Jamás pensé que aquella convocatoria fuera tan multitudinaria. Fue impresionante ver allí a miles de estudiantes”.

Adrián insistía en no atribuirse el éxito de aquella protesta pacífica y aquellas manos en alto que marcaron un hito en la historia reciente de nuestro país. “Aquello no hubiera sido posible sin mis compañeros y sin los miles de universitarios que, en silencio, se manifestaron en contra del terrorismo. Aquel asesinato removió muchas conciencias y los estudiantes, por primera vez, reaccionaron masivamente y dijeron basta ya”. En su opinión, aquellas manos pintadas de blanco “fueron la manifestación artística de un sentimiento, porque lo verdaderamente importante era lo que había detrás de ese gesto: la protesta pacífica de miles de estudiantes que se manifestaban contra el terrorismo”.

Nuestro interés provocó que se removieran en Adrián muchos recuerdos de aquellos días y posteriores. Algunos muy emotivos, que sentía como si fueran del día anterior, aunque tampoco había podido olvidar los sinsabores asociados a aquel acontecimiento: desde una amenaza de muerte a las envidias y maledicencia de algunos. Y no disimulaba su malestar por la apropiación partidista que se ha hecho de las manos blancas: “No debería olvidarse que fuimos nosotros los que plantamos aquella semilla tan potente”.

Adrián y sus compañeros de la asociación también participaron en la convocatoria de la multitudinaria manifestación celebrada en Madrid el 19 de febrero en Madrid para exigir a ETA el fin de la violencia tras el asesinato del ex presidente del Tribunal Constitucional. Se calcula que asistió un millón de personas y está entre las concentraciones contra el terrorismo más numerosas de España. “Fue impresionante. Allí, en la Plaza de Colón, estábamos todos los universitarios, con nuestras pancartas y nuestras manos pintadas de blanco, junto a políticos y gente muy importante. Todos gritando: Vascos sí, ETA no, Basta ya… Ahí me di cuenta de la trascendencia de lo que habíamos conseguido”.

Y ahí quedó para siempre la idea de aquel joven estudiante de Derecho que, sin pretenderlo, puso en marcha un movimiento que ya es todo un símbolo contra el terrorismo: “No quiero que suene pretencioso, pero para mí, aquello fue el germen del fin de ETA, la sociedad gritó basta ya y le dijo a ETA que no debía seguir con su lucha”.

Adrián se volvió a pintar las manos para Cuéntame

Pero la historia no acaba aquí. Porque Adrián compartió con nosotros algo más que los recuerdos de aquel universitario comprometido que creía en la paz y en un mundo más justo. En una pirueta que solo es posible en Cuéntame cómo Pasó y, siguiendo con ese cruce mágico de realidad y ficción, Adrián y su compañera Juncal Infante, casi 30 años después de aquel funesto 15 de febrero de 1996, volvieron a pintarse las manos de blanco… para aparecer en el capítulo de esta semana. Juncal era la amiga que estaba examinándose cuando un etarra asesinó al profesor Tomás y Valiente. Y, para los que tengan la duda, nosotros también le preguntamos y sí, le repitieron el examen y pudo aprobar aquella asignatura que se le había atravesado.

Cuéntame cómo pasó | Episodio 3 Temporada 23

Adrián González y Juncal Infante con el director del capítulo y los actores Irene Meritxell / RTVE

Durante la jornada de rodaje los vimos a los dos muy emocionados, igual que todo el equipo de Cuéntame cómo Pasó al saberles testigos de un pedazo de nuestra historia reciente más aciaga. Juncal y Adrián, caracterizados como profesores de la época, recordaron aquellos tristísimos momentos y compartieron con Carmen Climent, Carlos Serrano-Clark, el resto de actores y con Antonio Cano, el director del capítulo, sus recuerdos y sensaciones. Respondieron a todas sus preguntas y explicaron detalles que no habían podido olvidar. Por ejemplo, Juncal recordó el sonido de aquellos impactos asesinos que escuchó perfectamente porque se encontraba muy cerca: “Fue como el ruido de una carpeta rígida cuando se cae y golpea contra el suelo”. Y nuestros compañeros de rodaje consiguieron una carpeta igual que la que describió. Y todos nos estremecimos cuando escuchamos ese ruido terrible. Igual que se sobrecogió Juncal aquel fatídico día de 1996.

Fue muy emotivo el encuentro de Adrián con el actor Kike Gasu, su alter ego en la ficción. Una sensación extraña y también una suerte, reconocieron ambos, poder conocer, respectivamente, al actor que encarna a uno y a la persona real que interpreta el otro. Intercambiaron impresiones y algunas risas por el parecido físico entre ambos. Y qué conmovedor el aplauso con el que el equipo técnico y artístico despidió a Adrián y Juncal tras rodar sus secuencias. Imposible contener ya unos sentimientos que durante todo el día estuvieron reprimidos.

Desde aquí nuestro homenaje a todas las personas que, como Juncal y Adrián, se rebelaron contra el terrorismo. Y nuestro sentido recuerdo para todas las víctimas y sus familias que pagaron con su vida y su sufrimiento la barbarie de unos asesinos.