El nuevo pop punk: un resurgir tintado de rosa
GEN PLAYZ
- Músicos como Machine Gun Kelly o Yungblud forman parte de una escena que bebe de Blink-182 y la banda sonora de los videojuegos de Tony Hawk que nos marcaron a los niños de los 2000
- Gen Z Topics: artículos escritos por jóvenes de la generación Z
El ser humano suele recordar el pasado de una manera idílica que se acentúa cuando estás pasando por una crisis o simplemente recurres a la nostalgia. Al comienzo de la década de los 2000, la Playstation 2 estaba en una gran cantidad de hogares en España, y con ella, alguno de los muchos videojuegos que Tony Hawk sacó en el primer lustro de este siglo.
En mi caso fue el American Wasteland, que acabé quemando hasta la saciedad. Había muchas cosas maravillosas en aquel juego pero, en particular, su banda sonora se convirtió en mi día a día: antes y después del colegio era lo único que quería escuchar. Un día profundicé en Fall Out Boy (aparecían versionando Start Today de Gorilla Biscuits) y a partir de ahí todo cambió.
El ansia de descubrir el género te lleva irremediablemente a escuchar a los grupos más populares, sobre todo si sobrepasas por muy poco la decena de edad. Dookie de Green Day entró en casa y unos meses después lo hizo Enema of the State de Blink-182. El sonido despreocupado, sin buscar la perfección, la estética alternativa y su actitud catártica, en donde convertían la vulnerabilidad de la adolescencia en pura energía, atraparon a millones de jóvenes en el mundo.
Es cierto que el pop punk como género musical es un elemento muy fluctuante, pero para mí su punto de partida comienza aquí, cuando el mainstream da la mano y la MTV entra en escena. El pop punk se integró en los principales ámbitos culturales de la sociedad occidental, rodeado de un aire juvenil, de fácil conexión y con cierto aire de parodia y/o ironía. Mejor o peor, los productos culturales que acompañaron al género construyeron la personalidad de un amplio número de adolescentes. Y es que, ¿acaso había algo más pop punk para ver en la televisión que Malcolm in the Middle?
Como no podía ser de otra manera, todo este movimiento cultural también llegó -aunque muy tímidamente- a asomar en la música comercial española. Pignoise y El Canto del Loco fueron lo más parecido a lo que sonaba al otro lado del charco en cuanto a pop punk se refiere dentro de la gran escala. De hecho, las fórmulas de éxito fueron similares y solo hace falta ver el videoclip de Volver a Disfrutar para darse cuenta de que las Converse gastadas y las fiestas en casas abarrotadas (con su respectiva piscina para concierto improvisado) eran un binomio que no podía faltar si querías encajar en la escena. A esto se sumó su estética algo alejada de la normalidad imperante, letras existenciales para los adolescentes que los escuchaban y una marcada presencia en las principales series nacionales, llegando a ser un componente clave de las mismas.
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Con la entrada de la siguiente década, el género sufrió una considerable pérdida de relevancia en el panorama musical. Green Day se desmarcó definitivamente del pop punk y se acogió a un rock alternativo cercano a la radiofórmula, lo cual le salió realmente bien, convirtiéndose en una banda de estadios. Mientras, Blink 182 y Sum 41, los dos buques insignia del género, sufrieron un estancamiento mayúsculo respecto a sus primeros álbumes. En España el género prácticamente acabó desapareciendo de los canales musicales de alta audiencia y los grupos se fueron disolviendo con el paso del tiempo. ¿Era este el final que merecía la banda sonora de toda una generación?
De las fiestas en piscinas a la oscuridad del emo trap y Hotel Diablo
No fueron los actores principales del resurgir del punk pop, pero la importancia que tuvo el colectivo GothBoiClique (GBC), con Lil Peep como miembro más destacado, fue fundamental para generar una base de futuros oyentes. Buscaban unir todo aquello que habían escuchado en su infancia con los elementos propios de la Generación Z. Sonidos mucho más electrónicos y las vivencias de unos jóvenes que veían pasar su adolescencia en oscuras habitaciones solo iluminadas por luces led, eran los rasgos definitorios de su música. Mediante un tono más decaido, producto del crecimiento en una sociedad en constante crisis y una sensación de apatía generalizada, constituyeron las bases de un sonido definido que comenzó a ganar verdadero peso mediante el uso de las plataformas digitales y la libre descarga, con Soundcloud como protagonista.
Era cuestión de tiempo que esta fórmula acabase derivando en algo grande. 2019 fue el año de la expansión, pero no fueron ellos los artífices. En julio de ese mismo año salió a la luz Hotel Diablo del rapero (¿ahora ex?) de Cleveland, Machine Gun Kelly. El contenido y las formas del álbum guardan cierta sintonía con los elementos de lo que GothBoiClique venía haciendo, temáticas oscuras, referencias al caos interno y las sustancias estupefacientes e incluso un guiño a Lil Peep, miembro de GBC fallecido unos años antes. Todo sigue un camino medianamente lógico y previsible hasta que el reproductor da comienzo a la última canción del álbum, I Think I’m Okay. En ella aparecen Travis Barker (batería de Blink 182 y antes de la banda Feeble) y Yungblud, y de alguna manera esos tres minutos que dura la canción te consiguen teletransportar a cualquier año de comienzos de siglo. La oscuridad predominante del álbum se torna luz y la mente pensante de Travis consigue unir ambas generaciones en un mismo tema.
Es complicado afirmar si I Think I’m Okay es una canción generacional, pero es evidente la deriva que ha provocado musicalmente. Las innumerables colaboraciones de Travis Barker estos últimos años han llevado a un resurgir del género del que el marido de Kourtney Kardashian se siente bastante orgulloso. Por su parte, la consagración como estrella del pop punk de Machine Gun Kelly se produjo sólo un año después con Tickets to my Downfall, consiguiendo llegar al número 1 en la lista Billboard 200 de Estados Unidos.
La españolización del género no tardó en aparecer. En el contexto más mainstream, Aitana lanzó 11 Razones a finales de 2020, un álbum más cercano al pop punk que a cualquier otro género, evidentemente adaptado a su público potencial. Y tras esto, Pole, Hens, Walls... e internacionalmente hasta Paulo Londra.
¿Realmente hemos cambiado (como decían Presuntos Implicados)?
El pop punk de comienzos de siglo terminó decayendo, entre otras cosas, por su excesivo sonido genérico a lo largo de los años. Ahora mismo, la sensación no es muy diferente. El monopolio colaborador de Travis Barker en Estados Unidos ha generado que todo el mundo quiera tener su nombre al lado de la gallina de los huevos de oro, produciendo una suerte de overbooking de canciones con las mismas estructuras y patrones. Y sí, evidentemente esto también alude al caso español.
Pero, ¿qué ha cambiado? Sí, el sonido se ha actualizado, pero quizá la mayor revolución del género hace referencia a los propios protagonistas que lo integran. La deconstrucción de la masculinidad es una de las señas de identidad de esta nueva corriente. El uso del rosa, un color históricamente asociado al género femenino y repudiado por los hombres, ha ido impregnando la imagen de estos artistas. El pelo, su ropa e incluso el color de sus guitarras se han visto teñidos, suponiendo un elemento constructor de todo lo que rodea a su persona.
La utilización del rosa es sólo un elemento más de todo aquello que quieren expresar: la ruptura de los nacidos a partir de la década de los 90s con todo lo anterior. De la misma manera, la defensa y visibilidad de grupos sociales como el LGTBI o el movimiento Black Lives Maters en su momento y el eco que realizan acerca de la importancia de la salud mental han generado una rápida conexión con la Generación Z. "If you feel like you don’t belong anywhere...welcome home" expresaba Yungblud recientemente en Instagram con el objetivo de construir un espacio seguro para todos aquellos que escuchasen su música y se sientan incomprendidos. Estas son las nuevas caras del pop punk: life is pink, aquí cabemos todos.
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Eduardo G. Plana es sociólogo y magíster en comunicación corporativa. Dirigió la sección de cultura revista digital Farhampton Mac.