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CTE Y SALUD MENTAL

Carlos Romo: "Estoy harto de ver wrestlers morir y temer por mi futuro"

  • La muerte del luchador Markus Crane, de 33 años, evidencia un problema en la industria
  • Carlos Romo, pro-wrestler español, denuncia la alarmante cantidad de muertes prematuras
  • CTE, la enfermedad invisible que provoca demencia, depresión y suicidio

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El wrestler español Carlos Romo fotografiado por Alisandro León
El wrestler español Carlos Romo fotografiado por Alisandro León

¿Cómo explicar lo que se siente en un combate de lucha libre profesional? Es más emocionante que el fútbol, más real que el teatro y más peligroso de lo que nadie se imagina. Además de deportistas, los wrestlers son termómetros sensibles al clamor popular: en medio de un espectáculo que cambia momento a momento, de la respuesta de la audiencia depende quién se convierte en héroe o en villano y quién vive para luchar un día más. Como subcultura, el wrestling es una celebración enérgica de quienes viven en los márgenes. Como trabajo, un espacio en el que los luchadores se juegan la vida de forma tan gradual que a menudo pasa desapercibida.

La muerte del luchador estadounidense Markus Crane, que hace poco volvía al ring tras retirarse en 2019 por una grave lesión cerebral, pone de nuevo el foco sobre un tema que atenaza el mundo del wrestling desde hace décadas: la enorme tasa de luchadores que fallecen de forma prematura, que casi triplica la de la población normal según estudios norteamericanos.

El deporte tiene un histórico de más de 280 desaparecidos antes de cumplir los 40 años, muchos de ellos por causas asociadas al wrestling. Aunque algunas de ellas han ido a mejor, como las sobredosis que eran comunes en los años 80 y 90, otras reclaman atención urgente. Particularmente el suicidio, una epidemia dentro de la industria.

"El daño físico y mental es brutal"

Nos lo cuenta el luchador Carlos Romo, que se ha abierto camino en el circuito profesional internacional y fue uno de los dos primeros españoles en debutar en la WWE. Él sufrió de lleno las consecuencias de la pandemia en una profesión hecha de shows en directo y, ahora que las cosas comienzan lentamente a recuperar la normalidad, sigue presenciando cómo cada vez más luchadores se quitan la vida.

"No paro de ver cómo amigos pierden a sus seres queridos y muere gente de mi edad, o no muy lejos de ella", explica el wrestler de 26 años. "El daño que hace esto, no solo físico sino mental, es brutal y me preocupa. Es una mezcla de muchas cosas: presión, golpes, constantes críticas tanto tuyas como del público, mucho abuso de los fans, especialmente en redes sociales, y según en qué casos, problemas en el estilo de vida".

Tras tener noticia de la muerte de Markus Crane, su tristeza y su preocupación estallaban en una serie de stories de Instagram: "Estoy harto de ver wrestlers morir, perder seres queridos o ver a mis amigos sufrir, y estoy harto de temer por mi futuro. Mi profesión es la hostia, pero sus consecuencias son brutales". Hablando de las causas que llevan a estos luchadores a la muerte, salen a colación constante unas siglas: CTE o ECT, que responden a Encefalopatía Traumática Crónica, una patología que afecta a muchas de las víctimas.

CTE o el peligro de perderse a uno mismo entre los golpes

"La cantidad de suicidios sí es un tema del que se habla en la industria, pero desgraciadamente la CTE es indetectable hasta que caes muerto", explica Carlos. Los síntomas de este trastorno, según la Universidad de Boston, incluyen agresividad, depresión, problemas para el control de impulsos, juicio impedido, pérdida de memoria, demencia temprana y, también, ideaciones y conductas suicidas. Es un trastorno sin tratamiento del que aún se sabe poco, pero que se relaciona con los traumatismos craneales repetidos que son frecuentes en los deportes de contacto.

El New York Post publicaba en septiembre de este año una pieza titulada "El mundo oscuro del pro-wrestling: suicidio, asesinato y dolor crónico" tras el suicidio de la wrestler Daffney Unger, de 46 años. Antes de quitarse la vida, la luchadora apareció en un directo de Instagram en el que culpaba directamente a la CTE de muchos de sus problemas: "No quiero hacer nada que dañe mi cerebro, quiero que lo estudien. Quiero que las futuras generaciones lo sepan: no hagáis tonterías, como yo. Recordad, mi cerebro va a Boston", decía.

Su desesperación y su sufrimiento eran patentes, y su deseo de aportar a la causa, que se está investigando en un centro de la Universidad de Boston, parte de un patrón tristemente habitual: la wrestler Chyna, que falleció en 2016 tras una sobredosis de alcohol y medicamentos, también donó su cerebro para la investigación de CTE. Ashley Massaro, que se suicidó en 2019 tras una larga lucha contra la depresión, manifestó antes frente a su abogado la voluntad de dedicar su cerebro al estudio de la enfermedad. Massaro, de 39 años, sufría graves migrañas y pérdidas de memoria a corto plazo antes de morir. Una de sus amigas la recuerda diciendo: "He recibido tantos golpes que no sé ni lo que tomé para desayunar".

Los casos más extremos de CTE están detrás de tragedias tan sórdidas y sonadas como la de Aaron Hernández, el jugador de fútbol americano de 27 años que asesinó a su novia en 2017 y dos años después se colgó en su celda, o el de Phillip Addams, el cornerback de la NFL que asesinó a cinco personas en un tiroteo antes de quitarse la vida. En la autopsia, el cerebro de ambos reveló señas visibles de la enfermedad. En el wrestling, fue determinante el caso de Chris Benoit, un luchador canadiense que en 2007 asesinó a su mujer y a su hijo antes de ahorcarse a sí mismo: cuando en la autopsia se encontró que padecía CTE, dejaron de usarse como recurso estándar los golpes en la cabeza con sillas de acero (que tan habituales eran en Pressing Catch hasta la época de John Cena).

Aunque en el wrestling no se han hecho investigaciones de tan amplio alcance, un estudio halló lesiones cerebrales en el 99% de exjugadores de la NFL. En 2016, medio centenar de luchadores profesionales se agruparon en una demanda colectiva contra la WWE, que fue desestimada en 2018 y está pendiente de recurso en el Tribunal Supremio de Estados Unidos: entre los firmantes se encontraban los fallecidos Mr. Fuji y Jimmy Snuka, dos veteranos que, pese a su longevidad, fueron diagnosticados póstumamente con CTE. Los demandantes alegan que la empresa les escondió las condiciones médicas de su profesión y protestan por la falta de derechos laborales que, como contratistas independientes, les corresponden en la WWE. La NFL y la Liga Nacional de Hockey, demandados bajo premisas semejantes, llegaron a sendos acuerdos millonarios con sus jugadores.

La presión psicológica bajo el ring: ciberacoso y dismorfia

Además de las lesiones físicas, los efectos psicológicos del dolor crónico, la autoexigencia o los abusos por parte de los fans contribuyen a la empeorada salud mental de muchos luchadores. "Mentalmente es un deporte muy duro porque no es un deporte, como el fútbol, en el que puedes caer mal pero tener éxito porque marcas gol. Aquí es algo subjetivo: dependes de la crítica, de que te den oportunidades y, si no consigues buenos combates, te pesa en la mente", explica Carlos.

El suicidio de Hana Kimura en 2020 conmocionó al mundo. Solo tenía 22 años y había sido concursante de Terrace House, el reality de convivencia de Netflix del que tanto se aplaudía su estilo tranquilo y agradable. Pero a la gente no le gustaba su actitud en el programa y, tras un incidente en el que perdió los nervios, la joven fue víctima de cientos de mensajes de odio en redes sociales. En el día de su muerte, tuiteó: "Cada día recibo casi 100 opiniones honestas, y no puedo negar que me duele".

Aunque en este caso el odio venía de fuera del wrestling, Twitter es la red social principal a través de la cual se ejerce presión sobre los luchadores: "Hay comentarios muy positivos pero también muy hirientes. Se ha estandarizado que la gente dé críticas y puntuaciones de todos los partidos, así que la autoevaluación es constante: sales de un combate y lees que ha sido bueno o una mierda, que eres el mejor o eres el peor".

Otro problema que les afecta, con tanto escrutinio propio y ajeno, es la dismorfia corporal: la autoimagen se ve gravemente afectada en una profesión en la que el día a día consiste en mostrarse semidesnudo delante del público. "La industria se está alejando un poco del estereotipo de culturista hacia los cuerpos más atléticos, funcionales, pero nos estamos mirando todo el rato", cuenta Carlos. "Si yo lucho con alguien en mejor forma física que yo o me veo muy flaco, digo 'joder, qué cuerpo de mierda tengo'. Voy a un vestuario de wrestling y sufro, porque veo a los demás y me castigo. Pienso que yo debería estar así, que no descanso lo suficiente, que no me alimento lo suficiente...", dice.

Un tuit del luchador y entrenador Alex Shelley fue muy revelador para él en este sentido: cientos de respuestas le mostraron que era un problema común que afecta a prácticamente todos sus compañeros.

Hacia la inclusión LGTBI y de las mujeres luchadoras

Chris Kanyon se suicidó en 2010. Tenía 40 años y ya lo había intentado anteriormente: en 2003, tras ser diagnosticado de trastorno bipolar, y en 2006, tras comunicar públicamente que era gay en una industria que lo había humillado varias veces por su orientación sexual. Afortunadamente, en los últimos años se está avanzando hacia una mayor inclusión en el mundo del wrestling: "Aquello fue durísimo, pero ahora por suerte ya no es así. Hay muchísimos wrestlers gays, bis, lesbianas, no binaries, trans, compañías inclusivas... obviamente algo sigue quedando, pero creo que incluso menos que en otros espacios de la sociedad".

En mayo de 2019 y antes de que el movimiento Speaking Out se extendiese a lo largo y ancho de la industria del wrestling, de forma similar y heredera del #MeToo, Ashley Massaro se quitaba la vida. Además de sus problemas con la CTE, la luchadora había denunciado que fue violada durante un evento de la WWE y no recibió ningún apoyo de la organización. "Ha habido muchos abusos de poder, el Speaking Out afectó a promotores, entrenadores, luchadores... que habían tenido conductas impropias con luchadoras, luchadores y fans".

En el ring, las cosas para las mujeres están mejorando. De la sexualización y la objetificación propias del wrestling femenino de los años 80 y 90, se está viviendo una lenta transición hacia un wrestling mixto. "Se busca liberarlas de la etiqueta, pasar del women's wrestling al wrestling a secas. Cada vez son más populares los combates intergénero y es más común que las luchadoras luchen con el mismo estilo de combate que los hombres. Pero a nivel laboral es fundamental, sobre todo para los independientes, buscar el apoyo de los fans, que en muchos sentidos todavía las sexualizan".

¿Cómo proteger a los luchadores?

Incluyendo los anteriormente mencionados, en el último par de años más de media docena de luchadores han muerto por causas vinculadas a problemas psicológicos. En junio de 2019 se suicidaba Adrian McCallum, Lionheart, meses después de tratar sin éxito de salvar a su vecina de un horrible incendio. En mayo de 2020, Danny Havoc moría tras perder a su mujer de un ataque al corazón. Hace solo dos semanas, en diciembre de 2021, moría Jimmy Rave, que había sufrido previamente la amputación de un brazo y dos piernas por una infección y tuvo que retirarse del ring en noviembre de 2020. La muerte de Markus Crane, por causas aún sin confirmar, agrava el duelo y el miedo entre los luchadores.

Proteger el mundo del wrestling, para Carlos Romo, pasaría por cambiar tanto la mentalidad como las prácticas de trabajo: "Protegerlo es conseguir cambiar el discurso, establecer unos valores de respeto hacia el performer, saber considerar que todos los que hacemos lucha libre nos estamos dejando la vida por entretener a la gente e incorporar eso dentro de la crítica. En el combate, incorporar protecciones, como se ha hecho reduciendo los golpes de sillas, y ayudar a la investigación para poder diagnosticar el CTE en vida", propone.

Es un trabajo lento de concienciación a los fans, las compañías y los wrestlers: "Buscar una mentalidad en la que lo que prime, en vez del aspecto físico, sea el ser capaz de actuar y luchar en condiciones: sin ponerte en riesgo físico ni poner en riesgo a tu rival. Ver wrestlers de edad semejante a la mía perder la vida o quitársela, tener la incertidumbre y sentir que estás hipotecando tu vida, es un golpe de realidad. Cuando luchas, todo eso se te olvida".

Con todo lo anterior, la pregunta que nos hacemos es evidente. ¿Cómo es posible que la vocación no tiemble entre tanto peligro? Carlos siempre dice que el wrestling es lo más cercano a la forma de entretenimiento definitiva: "Cuando está bien hecho tiene la emoción del deporte, la narrativa de una peli, serie u obra de teatro, con la diferencia de que aquí tus personajes favoritos interactúan contigo y, si no te gusta lo que ves, los luchadores cambiarán todo el plan para darte lo que quieres. Ser capaz de generar esas emociones en el público y crear esa comunión en ese instante es algo indescriptible".