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Récords de incendios y de calor: 2025, ¿el año en el que nos acostumbramos a los desastres climáticos?

  • La peor oleada de incendios del siglo ha arrasado con casi 400.000 hectáreas y hemos vivido el verano más cálido
  • Estamos "normalizando" un calor cada vez más asfixiante por la "amnesia climática"
2025, el año de los mayores desastres climáticos en España desde que hay registros
Lugareños observan un incendio forestal en Vila da Ponte, Viseu (Portugal), el 15 de agosto EFE/Pedro Sarmento Costa

España ha sufrido con fuerza el zarpazo del cambio climático este 2025. El pasado agosto, la peor oleada de incendios del siglo arrasó con casi 400.000 hectáreas, más que la superficie de Mallorca, mientras que las temperaturas extremas sitúan este verano como el más cálido desde que hay registros y los últimos cuatro años como los más calurosos. A la vez, las lluvias torrenciales también han marcado récords y las continuas inundaciones han provocado la primera dimisión de un alcalde, el de Alcanar (Tarragona), por la emergencia climática.

Y sin embargo, este fenómeno no ocupa un espacio central ni en titulares, ni en discursos públicos, ni en conversaciones privadas. ¿Nos estamos acostumbrando a romper un récord tras otro y a la sucesión de desastres? "2025 ha sido el último clavo en el ataúd de la normalidad climática", sentencia el ambientólogo y divulgador Andreu Escrivà. Una "certificación muy dolorosa", en el primer cuarto de este siglo, de que "hemos enterrado el clima en el que hemos vivido los humanos en los últimos 10.000 años".

Nuestro principal problema, a la hora de darle un protagonismo a este fenómeno acorde a su gravedad, no es tanto que tengamos "preocupaciones finitas", como se creía hasta ahora, sino que es más bien una cuestión de "atención". "A la gente le preocupa el cambio climático, lo que no tenemos es ni espacio mental ni capacidad de atención para afrontarlo", especialmente al ser un problema "complejísimo, multifactorial y sin una solución única", explica a RTVE Noticias.

Todo ello en un mundo con "piratas de la atención" como las redes sociales y en el que la cuestión climática tiene que competir en nuestras mentes y nuestras acciones cotidianas con problemas urgentes como la vivienda, la inflación o la precariedad, entre muchos otros, explica.

Una preocupación que crece rápido y se olvida rápido

Esto se refleja en la pregunta que hace mensualmente el CIS sobre las principales preocupaciones de los ciudadanos. En la mayor parte de las ocasiones, "el cambio climático no es mencionado ni por el 1% de las personas, salvo cuando coincide con algún episodio extremo", como olas de calor largas, explica Pablo Meira, profesor de la Universidad de Santiago de Compostela y director del grupo de investigación en Pedagogía Social y Educación Ambiental.

En esos momentos escala hasta las primeras posiciones y lo citan hasta un quinto de los españoles, como pasó con el gran episodio de calor de 2022. También este año un 95% de los españoles se han mostrado "muy preocupados" o "bastante preocupados" por los incendios, según el Centro de Investigaciones Sociológicas, y entre las búsquedas más populares de Google aparecen fenómenos como "alerta lluvias" o "incendios España".

Pero en cuanto el evento en cuestión desaparece de los medios, el interés cae en picado. "Se piensa que no te va a afectar personalmente, que va a afectar a otras sociedades más vulnerables o que es un problema en el futuro. Hay una distancia que el negacionismo además aprovecha para cultivar las dudas y el escepticismo", apunta Meira.

Amnesia climática: normalizamos un calor cada vez más asfixiante

Además de las preocupaciones cambiantes, Escrivà cita la teoría del "punto de base cambiante", según la cual, al modificarse tan rápido las condiciones climáticas, perdemos la referencia de los tiempos de "normalidad" a los que querer volver.

"La gente más joven no echa de menos veranos como los de mi infancia, cuando en Valencia te tenías que poner un jersey por las noches porque refrescaba. No lo echan de menos porque no lo han vivido nunca", ejemplifica. "La sensación de pérdida es distinta".

Y aunque, como se puede leer en redes sociales, es posible que tuviéramos una "mayor sensación de calor" en algún año concreto del pasado, antes de que la crisis climática mostrara toda su crudeza, eso no significa que realmente hiciera más calor, sino que las condiciones eran peores: no había aire acondicionado en casas ni en medios de transporte, ni los edificios estaban tan adaptados, por ejemplo.

Reseteamos el cerebro meteorológico cada cinco años aproximadamente

A esto se suma una especie de amnesia climática: nos acostumbramos rápidamente a un clima más cálido. "Reseteamos el cerebro meteorológico cada cinco años aproximadamente", lo que deriva en que "estemos normalizando" las situaciones extremas que vivimos en la actualidad. "Se nos olvida rápido el calor, pero tenemos un recordatorio mensual de que hay que pagar el alquiler".

Para eso, para establecer series históricas y certificar si se cumplen los récords, están la ciencia y organismos como Aemet. "El problema es que en un momento de política más emocional que racional y con una campaña sistemática de la derecha y la ultraderecha para desacreditar la ciencia y las instituciones, esa experiencia subjetiva acaba pesando más", apunta el autor de libros como Y ahora yo qué hago: Cómo evitar la culpa climática y pasar a la acción.

Una política climática global en retroceso

No ayuda tampoco el hecho de que la política climática global se encuentre en pleno retroceso. El negacionismo confeso de Donald Trump, que firmó en sus primeros días de mandato la salida del Acuerdo de París, ha marcado el camino, y también a este lado del charco se observan signos claros de regresión. El último, hace solo unos días, cuando la Comisión Europea propuso alargar la vida de los coches de combustión.

La atención que recibe el calentamiento global en la agenda política "influye directamente en la percepción de la relevancia del problema", apunta Pablo Meira, el profesor de la USC.

La histórica firma del Acuerdo de París para reducir las emisiones, en 2015, sirvió para que el mundo adquiriera conciencia de la gravedad de la situación, pero diez años después se hace patente que no hemos avanzado lo suficientemente y en la última cumbre del clima, en Brasil, ni siquiera se logró incluir una mención a los combustibles fósiles en el texto final. Todo ello crea "desesperanza y alejamiento" por parte de la ciudadanía, según Escrivà.

"Si creas el espacio para hablar de ello, a la gente sí que le preocupa"

Pero no todo está perdido. Los españoles siguen mostrando un alto grado de preocupación por el cambio climático, y según datos del CIS de principios de año, un 84% de la población lo consideraba "una amenaza real para el bienestar humano y la salud del planeta". Los porcentajes eran, además, altos entre votantes de todos los partidos salvo Vox.

"Si preguntas a la gente directamente y creas el espacio para hablar de ello, sí que se preocupan" por la crisis climática, señala el divulgador valenciano. Para ello, cree que es necesario "reconectar" con las preocupaciones de la ciudadanía y "ligar la cuestión ecosocial" con problemas como el de la vivienda o el trabajo, pero también con el deporte o la cocina. "Hablar a la gente no solo de lo que le preocupa, sino de lo que le interesa".

Pone de ejemplo un placer tan cotidiano como el vino: "Es imposible hablar de vino sin hablar de crisis climática". En ese sentido, plantea la necesidad de comunicar este fenómeno no solo a través de canales científicos y periodísticos, sino también mediante el arte y la cultura, y por qué no, también con el humor.

Luchar contra el cambio climático también es "vivir mejor"

También propone ligar esta cuestión con el concepto de "vivir mejor, de tener una vida buena". En la misma línea, Meira recuerda las limitaciones de hablar de la lucha climática como una cuestión de "sacrificios". "Hay que presentar claramente las alternativas, que las hay y también los beneficios que tienen", como las mejoras para la salud que supone reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, por ejemplo.

El investigador de la Universidad de Santiago de Compostela reclama además incluir un "currículum de emergencia climática" en la educación, especialmente en la secundaria, y que se vea la importancia de esta cuestión en todas las materias, no solo las ligadas a las ciencias naturales.

Recuerda que "el negacionismo en España está empezando a crecer significativamente entre la población más joven, la que tiene mayor nivel de escolarización", por lo que es especialmente importante actuar en este ámbito.

A pocos días de 2026, la Aemet ya predice que el inicio de este nuevo año será más caluroso que el promedio. La cuestión es si nos seguiremos acostumbrando a un calor que va dejando obsoletos récord tras récord.