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La acidificación de los océanos por el calentamiento global pone en peligro la dentadura de los tiburones

  • La acidez del agua se produce por la liberación de CO2 generado por el ser humano
  • Actualmente el pH de los océanos es de 8,1 y se prevé que en 2300 baje a 7,3
Tiburón de arrecife de puntas negras en Sealife Oberhausen
Tiburón de arrecife de puntas negras en Sealife Oberhausen MAX BAUM/EUROPA PRESS REMITIDAS
RTVE.es/ Agencias

La acidificación de los océanos se ha vuelto un peligro para la dentadura de los tiburones. Entre las armas más afiladas y mortíferas de la naturaleza se encuentran los dientes de tiburón, sin embargo, la creciente acidificación del agua de los océanos los podría debilitar estructuralmente haciéndolos más propensos a romperse.

La dentadura de los tiburones se renueva. Cuando se desgastan los que tienen les crecen nuevos, pues sus dientes son vitales para su supervivencia, ya que les permite atrapar presas. Sin embargo, esta capacidad, según informa un estudio en Frontiers in Marine Science, no sería suficiente para garantizar que los tiburones puedan soportar las presiones de un mundo cada vez más caliente y que, por consecuencia, hace que los océanos se vuelvan más ácidos.

El impacto de la acidificación en los dientes de los tiburones ha sido estudiado por un equipo de la Universidad Heinrich Heine de Düsseldorf en Alemania, en la que el investigador Maximiliam Baum ha señalado que los dientes de estos peces "son armas muy desarrolladas, diseñadas para cortar carne, no para resistir la acidez del océano". En los resultados muestran "lo vulnerables que pueden ser incluso las armas más afiladas de la naturaleza”.

¿Cómo se produce la acidificación de los océanos?

La acidificación de los océanos es sinónimo de un agua más ácida. Esta acidez se produce principalmente por la liberación de CO2 generado por el ser humano, lo que da lugar a un proceso por el cual el valor del pH del océano disminuye. En la actualidad, el pH de los océanos es de 8,1 y en 2300 se espera que baje a 7,3, lo que daría lugar a un agua casi 10 veces más ácida que ahora.

Los investigadores alemanes han usado estos dos valores para examinar los efectos que tiene el agua en los dientes del tiburón de arrecife de punta negra. Este tipo de tiburón se caracteriza por nadar con la boca permanentemente abierta para poder respirar. Para el estudio recogieron dientes desechados de un acuario: 16 estaban completamente intactos y sin daños y fueron los que se utilizaron para el experimento de pH; y otros 36 sirvieron para medir la circunferencia antes y después.

Durante ocho semanas, los dientes se incubaron en tanques separados de 20 litros y, en comparación con los introducidos en un pH de 8,1, los expuestos a agua más ácida presentaban un daño significativamente mayor. “Observamos daños visibles en la superficie, como grietas y agujeros, un aumento de la corrosión de las raíces y una degradación estructural”, indicó Sebastián Fraune, otro de los investigadores y firmantes de la investigación, quien también dijo que la circunferencia de los dientes era mayor a niveles de pH más altos.

El estudio tan solo analizó los dientes desechados de tejido mineralizado no vivo. Esto significa que no pudieron tener en cuenta los procesos de reparación que pueden producirse en organismos vivos. La situación “puede ser más compleja” en los tiburones vivos, pues podrían remineralizar o reemplazar los dientes dañados más rápidamente, pero “el coste energético de este proceso probablemente sería mayor en aguas más acidificadas”.

Estos descensos moderados del pH podrían afectar también a especies más sensibles con ciclos de replicación dental lentos o tener efectos acumulativos con el tiempo. Mantener el pH de los océanos cerca de la media actual “podría ser fundamental para la integridad física de las herramientas de los depredadores”, agregó Baum.

Los cambios en los dientes, su estructura química y su resistencia mecánica en tiburones vivos deberían examinarse en futuros estudios, según sugiere el equipo. Con la investigación actual, ya se muestra que el daño microscópico podría ser suficiente para suponer un grave problema para los animales que dependen de sus dientes para sobrevivir. Baum concluye: “Es un recordatorio de que los efectos del cambio climático se propagan por toda la cadena alimentaria y los ecosistemas”.