Alerta por el aumento de carabelas portuguesas en las playas del Cantábrico
- En numerosos puntos de Asturias y País Vasco se ha activado el protocolo ante la aparición de estos animales
- Las autoridades recomiendan evitar el contacto y no bañarse en zonas donde hayan sido avistados ejemplares
La proliferación de carabelas portuguesas en playas asturianas y del País Vasco ha vuelto a disparar las alarmas por la presencia cada vez más habitual de esta especie en el Cantábrico, que puede suponer un grave riesgo para bañistas y practicantes de deportes acuáticos. Este lunes, el Servicio de Emergencias del Principado de Asturias ha aconsejado a la población extremar las precauciones en su litoral, en línea con lo sucedido en Vizcaya y Guipúzcoa, donde en los últimos días también han advertido de la presencia de estos animales, y ayuntamientos como el de San Sebastián han activado el protocolo ante su aparición masiva, después de registrarse picaduras e incluso hospitalizaciones por este motivo.
Las autoridades recomiendan evitar el contacto con estos animales y subrayan la importancia de no bañarse en zonas donde hayan sido avistados. Recuerdan que incluso en la orilla puede haber restos de tentáculos con efecto urticante, por lo que se aconseja no meterse en el agua aunque solo se observen ejemplares muertos, ya que sus fragmentos pueden persistir hasta 24 horas flotando en el agua o sobre la arena. En caso de contacto, aconsejan no rascar ni frotar la zona afectada, sino únicamente lavarla con agua de mar, evitando siempre el uso de agua dulce, amoniaco, orina o vinagre; antes de acudir inmediatamente a recibir atención médica, especialmente en el caso de niños, ancianos y alérgicos.
En los últimos años, la presencia de carabelas portuguesas (Physalia physalis) en la costa cantábrica se ha vuelto cada vez más frecuente. Tradicionalmente, estos sifonóforos solían encontrarse principalmente en aguas templadas y subtropicales del Atlántico, igual que en otros mares cálidos del planeta. Sin embargo, el calentamiento progresivo de las aguas está favoreciendo su desplazamiento hacia latitudes más septentrionales. Este fenómeno provoca un mayor número de avistamientos y, en ocasiones, episodios de llegada masiva que afectan tanto a los ecosistemas marinos como a las actividades recreativas.
La temperatura del agua del mar Cantábrico ha registrado, especialmente en la última década, una tendencia clara hacia valores más elevados, lo que ha favorecido la proliferación de esta especie. Sin ir más lejos, hace poco más de un mes, a finales de junio, el Cantábrico volvió a alcanzar máximos históricos, con temperaturas propias de finales de agosto o de septiembre, cuando ya se han superado los meses más cálidos del año y se nota más su efecto. En el golfo de Vizcaya, cerca de San Sebastián, se alcanzaron 26,2 °C, mientras que en Bilbao, en Pasaia, 23,4 °C. Temperaturas extremadamente altas para esa latitud y esa época del año.
Cantábrico y Mediterráneo
"En el caso del Cantábrico se están registrando máximos históricos y esto hace un ambiente mucho más agradable para estas carabelas", explicaba en Las Mañanas de RNE la bióloga Elena Mauriño, bióloga del Oceanogràfic de Valencia. Un fenómeno que no es exclusivo de las costas atlánticas de España, ya que también están apareciendo en el Mediterráneo, a pesar de tampoco eran comunes allí
Según explica Mauriño, aunque muchas veces se la catalogue así, en realidad la carabela portuguesa no es una medusa. Se trata de un sifonóforo, cuyo veneno es aún más peligroso, más urticante y capaz de provocar una quemazón más intensa. "No es mortal en la mayoría de los casos, aunque siempre hay excepciones", apunta. Tal y como aconseja, si vemos uno de estos animales, lo más importante es nadar lejos, no tocarlo y salir del agua, aunque también evitar bañarse en la zona los días siguientes, ya que en muchas ocasiones se desprenden fragmentos de tentáculos -que pueden medir entre 10 y 20 metros- y también tienen células urticantes.
Pero no solo influye el calentamiento de las aguas en su proliferación. También hay otras actividades humanas, como la sobrepesca o el vertido de contaminantes, que provocan una reducción de la biodiversidad de los grandes depredadores que se encargan de alimentarse de estos sifonóforos. Unos animales que, a pesar de todo, "son muy importantes en la ecología y el equilibrio de los ecosistemas marinos porque regulan la cadena trófica, sirven de alimentos para otros grandes depredadores y se alimentan de plancton".
La tortuga boba o el atún rojo, entre sus depredadores
En este sentido, el director de expediciones de la ONG Oceana, Ricardo Aguilar, explica a la Agencia EFE que son los desequilibrios del ecosistema marino, especialmente los generados por las altas temperaturas del agua y la disminución de depredadores como la tortuga boba o el atún rojo, los que están detrás la proliferación de medusas y animales como la carabela portuguesa en las playas españolas durante el verano.
Estas especies pueden causar problemas serios en algunos bañistas, sobre todo los más sensibles por su estado de salud, cuando se produce una "picadura" que en realidad no lo es, sino que se trata del encuentro accidental con sus tentáculos. Las reacciones en el cuerpo humano son "similares a la picadura de una abeja: dependen de la resistencia de cada persona", apunta Aguilar, y es capaz de ocasionar "grandes daños" en personas alérgicas con un cuadro médico delicado. En el caso de las carabelas portuguesas, "puede llegar a provocar la muerte si la persona tiene alergia" o poca resistencia a la toxina de sus tentáculos.
Otro tipo de medusas cuyo número se ha incrementado en los últimos años son la "huevo frito" (Cotylorhiza tuberculata), la común (Aurelia aurita) y la aguamar (Rhizostoma pulmo), aunque "no presentan mayor peligro porque no tienen la capacidad de perforar la piel" y, por tanto, no causan infecciones ni efecto urticante.
La multiplicación de estos animales ha impulsado la difusión de aplicaciones de ciencia ciudadana del tipo MedusApp, para el reporte de avistamientos y picaduras a partir de las observaciones de los propios bañistas, cuyos datos permiten además comprender mejor su distribución y supervivencia en los mares.