Disolver el dolor: el propósito de la otra justicia, la restaurativa
- Juanfran, hijo de la víctima de un atropello y R., responsable de otro atropello, se encontraron para aliviar su dolor
- En España, la justicia restaurativa es un servicio que pueden solicitar las víctimas
“Se me despertó rencor, una gran frustración, al verlo en el juicio ya que no se había disculpado con nosotros en ningún momento. Me chocó que en sus redes daba lecciones de valores morales, de felicidad y de verdad. Es un hombre exitoso. Yo sentía que no era consecuente con lo que estaba pasando, con el daño que estaba recibiendo de él y con su responsabilidad emocional. Necesitaba una explicación".
Juanfran rememora el momento vivido en febrero de 2024 cuando vio, en un juicio, al hombre que había atropellado a su padre en un accidente de tráfico, del que no sobrevivió. Habían pasado cinco años desde el accidente. La pandemia había retrasado el inicio del juicio. Desde esa posición en la que experimentó esas emociones tan profundas, Juanfran decidió no quedarse en el rencor, decidió ir más lejos, mirarlo desde dentro a través de un trabajo personal que le llevó a dotarse de herramientas, a profundizar: "Conocí la justicia restaurativa a través de un 'círculo de hombres' en el que dialogábamos sobre diferentes temas y este fue uno de ellos. En aquel tiempo yo ya estaba formándome en mediación, en comunicación no violenta y había terminado el doctorado en neurociencia, lo que me había llevado a pensar en un posible encuentro restaurativo. Poco después, un participante del círculo de hombres me habló de José Castilla, me puso en contacto con él y le hablé de mi situación".
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José Castilla, de la Asociación Andaluza para la Mediación (AMEDI) recuerda la conversación con Juanfran y su deseo de hablar con la persona que había atropellado a su padre. Castilla inició conversaciones con esta persona, que declinó el encuentro. Esta negativa aumentó la impotencia y el dolor de Juanfran.
José Castilla lleva más de 20 años de trabajo en procesos restaurativos con el propósito de fomentar la empatía con las víctimas; la reparación del daño, la mediación con internos e internas en prisión, con sus familias y la comunidad. "Es un proceso de conciencia. De tomar conciencia del daño que se ha causado, que se ha sufrido y de la responsabilización de los actos. Y luego, tratar de lograr, en un espacio seguro, de humanidad, sanar a nivel psicológico, a nivel moral, todo aquello que, aunque sea invisible, es lo más importante que hay".
“Es un proceso de conciencia. De tomar conciencia del daño que se ha causado, que se ha sufrido y de la responsabilización de los actos“
R. salió un día con sus amigos y, a la vuelta, tenía el coche cerca de casa, pero decidió meterlo en el garaje. "En ese trayecto tuve un accidente, con dos atropellados, y uno de ellos, falleció. Di positivo en alcoholemia y me ingresaron en prisión", relata. R. pasó un mes en prisión preventiva, para más tarde quedar en libertad hasta que llegó el juicio, hace dos años, y fue condenado a cuatro años de prisión. “Pasé un año en prisión. Al cabo de ese tiempo, con el buen comportamiento, con los cursos que hice y al ser una persona que nunca me había metido en líos y tenía mi trabajo, me fueron pasando de grado hasta que ya me dieron el tercero. Nunca me había metido en un lío. Fue un golpe muy duro para mi familia, mi padre, mi pareja".
La primera vez que R. escuchó el término "justicia restaurativa" fue hace un año y seis meses. Fue a través de José Castilla. R. estaba en un Centro de Inserción Social (CIS), le dijeron que tenía que hacer un curso de justicia restaurativa, que era obligatorio. "La verdad es que cuando me comentaron cómo era, me interesó hacerlo. Antes, ya había intentado contactar con la familia de la víctima. Les escribí. Y no recibí respuesta. Me quedé frustrado, mosqueado, porque yo no quería eso. Necesitaba que por lo menos me escucharan. Y no tuve esa suerte... Uno se siente malamente, y también entiende la situación de la familia de la víctima“.
El encuentro restaurativo entre Juanfran y R.
Cuando R. llevaba seis meses asistiendo a talleres de justicia restaurativa, José Castilla le propuso tener un encuentro con Juanfran. Ambos estaban vinculados por hechos similares en los que habían desempeñado roles opuestos. El encuentro duró más de dos horas.
“Me sentí escuchado y confiado", comenta Juanfran, y añade: "Pude ir hablando a mi ritmo. Al principio sentí que R. tenia más prisa, quizás más presión, pero eso se fue relajando. Y comencé a sentir la parte más humana de R. Y sentí también que esa conversación me estaba ayudando a perdonar al causante del atropello de mi padre. Lo pude recibir de otra persona, de R. Lo vi todo desde el otro lado… del lado de su familia, de cómo se había retroalimentado el dolor. Desde su propia película. Y, por ello, con más conciencia. También, en mi familia nos habíamos retroalimentado en nuestro dolor. No había podido atender tanto a la otra parte hasta ese momento".
R. llegó al encuentro restaurativo con Juanfran un poco temeroso. No era una situación agradable para él según nos narra: "Al cabo de un rato, escuchándolo a él y escuchándome a mí, todo se relajó. Soltamos mucho los dos. Él se pudo desahogar con lo que quería contar y también lo hice yo con lo que quería contar a la familia de la víctima".
Los dos tenían mucho que hablar. Los dos estaban sufriendo un silencio que les estaba causando una tremenda frustración. Y los dos tenían una gran necesidad de escuchar. “Hoy comprendo que la persona que atropelló a mi padre ha hecho y está haciendo lo que puede, con los recursos que tiene y con lo que ha aprendido a hacer", relata Juanfran. "He dejado de juzgarle y he pasado a aceptarle. Eso me ha permitido soltar el peso de cómo actúa y enfocarme en quién quiero ser yo, observando mis propios patrones y creencias limitantes. No necesito que él cambie para yo hacer lo que está en mis manos y rodearme de personas dispuestas a crecer, a transcender la desconexión emocional heredada de nuestra educación patriarcal y a encarnar valores que nos permitan relacionarnos de una forma más humana, libre y conectada. Personas como Jose Castilla o R., con quien hubo un momento transformador en el que me leyó una carta que había escrito a los familiares de la víctima de su accidente. Al escucharla, me emocioné y, después, le pedí un abrazo…, y nos abrazamos”.
R. también recuerda el momento en que en el encuentro restaurativo con Juanfran pudo, por fin, leer su carta: "El encuentro me hizo mucho bien, me ayudó a soltar todo lo que tenía dentro. Le envié la carta a Juanfran para que se la diera a su familia".
Lo invisible, como bien definía Castilla, había salido a la luz durante el encuentro restaurativo. Una luz que hace falta que llegue a numerosos procesos en España donde el dolor se acumula en la piel de víctimas y victimarios.
En el año 2024, según la DGT, fallecieron 1.154 personas en nuestras carreteras, 4.634 personas resultaron heridas y tuvieron que ser hospitalizadas. Entre los fallecidos, 102 eran peatones. La justicia ordinaria trata de conocer las causas de estos accidentes y de establecer las responsabilidades de los mismos. "La justicia restaurativa nunca debe sustituir nuestro sistema penal, solo pretende complementarlo" declara Mar Madrid, cofundadora de la Asociación para la Mediación, el Encuentro y la Escucha (AMEE) y facilitadora de programas de justicia restaurativa. "Lo que sí puede hacer es restaurar, sanar, todo el sufrimiento generado por esos hechos".
“La justicia restaurativa nunca debe sustituir nuestro sistema penal, solo pretende complementarlo“
La comunicación no violenta (CNV), eje fundamental en las mediaciones
Mar Madrid llegó a la justicia restaurativa desde la comunicación no violenta y a esta, desde la maternidad: “Hace años tú podías insultar, vejar o incluso pegar, porque tenías un poder sobre los hijos al igual que lo tenía el profesor que pensaba que estaba ayudando al aprendizaje, dando un tortazo. Había una violencia verbal muy importante. Cuando fui madre quise aprender otras formas diferentes de educar y esto me hizo llegar a la comunicación no violenta”. Por entonces la hija de Mar tenía diez años. Y ella buscaba herramientas que la ayudaran en la relación con la pequeña y, al mismo tiempo, quería salir del patrón que había tenido con su madre donde la estrategia era el grito o el insulto, incluso la zapatilla, el cachete, etcétera.
El proceso restaurativo en los victimarios
Mar nos ayuda a comprender como funciona el proceso restaurativo distinguiendo el que desarrollan con víctimas y con victimarios (personas responsables de un hecho en el cual ha habido víctimas): "Mira, el victimario lo tenemos en los centros penitenciarios y centros de inserción social, los llamados CIS. En cada centro penitenciario se empieza un proceso que se llama programa de justicia restaurativa, de diálogos restaurativos. Los psicólogos y psicólogas dentro del centro penitenciario y los trabajadores sociales son los que determinan si en alguno de los internos o las internas hay algo de arrepentimiento, de responsabilización, o que están haciendo un trabajo interno de arrepentimiento, o de cuestionamiento de lo que hicieron. Y proponen a esas personas para que hagan los talleres que nosotros desarrollamos".
Mar nos comenta que nunca alguien que esté en un periodo de desintoxicación va a hacer un programa de justicia restaurativa porque se necesita conciencia plena. Durante tres o cuatro meses se realiza un trabajo en la responsabilización del delito.
“El sistema penal que tenemos está organizado para que el individuo mienta, para que no se responsabilice de sus actos“
"Esto es complicado", afirma Mar, "pasa en la vida cotidiana, cuando haces un daño te justificas porque dices que hay circunstancias externas que te han llevado a realizar ese acto. De alguna forma no asumes que tú puedes elegir actuar de otra manera. Y echamos la culpa al jefe, a los padres, a los hijos... , siempre como que es la causa de que tú hayas actuado así. Si lo piensas, el sistema penal que tenemos está organizado para que el individuo mienta. No nos dejan decir la verdad, responsabilizarnos, porque si no se demuestra que mientes, te libras".
Un mujer con los ojos vendados, la espada en una mano y la balanza en la otra es el símbolo de la justicia, desde el Renacimiento. GETTY
Durante 12 sesiones trabajan la responsabilización, en recuperar las cualidades que todos tenemos: "en el ser humano que soy", relata Mar y nos confiesa que se le sigue poniendo la piel de gallina cuando lo cuenta. " El hecho de que yo soy más que el delito y puedo contribuir a la vida."
Poco a poco, un grupo de personas expertas van tirando del hilo para que la persona conecte con sus cualidades humanas como puede ser la bondad, la confianza, el disfrute de la vida propia y de los demás. Contribuir a la vida en prisión, a la de la familia, a la de otras personas. "Y esto ocurre en paralelo con el duelo del daño que te causó el delito, el daño que te causó entrar en prisión a ti y a tu familia. Y cuando esto lo hemos elaborado mucho, viene la guinda del pastel, y se me vuelve a poner piel de gallina: ahora vamos a mirar a la víctima. ¿Qué daño le causaste a la víctima? ¿Qué daño sufrió su familia? "
La escritura de una carta a las víctimas es una de las tareas que se llevan a cabo en los procesos restaurativos
A continuación, en los talleres comienzan a escribir cartas dirigidas a las víctimas. Cartas que salen en grupo, cartas que hacen que las personas se emocionen ya que no solamente están trabajando su caso sino que también están escuchando los casos de otras personas penadas, como ellas. "Y, al principio, hay mucha resistencia a hablar tanto de uno mismo como del delito, como de la víctima. Pero después, se genera un espacio seguro, un espacio de escucha sin juicio. Ellos tienen necesidad de hablar de ello, de llorarlo, de hacer el duelo, de elaborar el duelo".
El proceso completo de justicia restaurativa con los victimarios se completa en estas fases: responsabilización, reparación a la víctima y a la sociedad, y reinserción.
El empoderamiento de las víctimas
En España, el Estatuto de la Víctima dice que las víctimas tienen el derecho a solicitar el servicio de justicia restaurativa. Lo debe ofrecer el Estado. La realidad es que este derecho prácticamente no se conoce en España y solo en Euskadi tiene un mayor protagonismo. El desconocimiento de la justicia restaurativa en nuestro país no solo abarca a la mayoría de la población, sino que también se extiende dentro de los profesionales de la justicia: "He dado formación en colegios de abogados, de notarios...," afirma José Castilla, "y creo que salvo que exista una experiencia personal que le haga eco a la persona de las necesidades que ese dolor conlleva, solo en ese caso, es posible que se entienda el proceso restaurativo como algo mucho más profundo que pedir perdón".
Las diferentes asociaciones que trabajan en España ofrecen charlas de sensibilización para conectar con las víctimas, y muchas veces es el boca a boca, o la divulgación a través de medios de comunicación, la que genera que las víctimas se interesen en la justicia restaurativa. Las asociaciones hacen grupos de trabajo para tratar las consecuencias físicas, psicológicas o emocionales que han sufrido y siguen sufriendo las víctimas. Y, además de este trabajo grupal, hay un proceso individualizado realizado por profesionales. Tras un trabajo de meses, "es el momento en que se hace una propuesta a las víctimas.", describe Mar. "¿Crees que te podría ayudar encontrarte con un autor del mismo tipo de delito? ¿Crees que tienes la suficiente confianza en ti misma para sostener este encuentro? Y este proceso, casi siempre se da porque las víctimas se sienten empoderadas, se sienten en otro lugar muy diferente del que estaba antes de iniciar el proceso restaurativo".
La justicia restaurativa tiene en el año 2005 una fecha clave, ya que en ese año se inició la primera experiencia de mediación entre personas privadas de libertad que habían protagonizado un conflicto violento. La Asociación de Mediación para la Pacificación de Conflictos la llevó a cabo en el Centro Penitenciario Madrid III.
Años después, entre 2011 y 2012 se instrumentaron encuentros restaurativos entre víctimas y personas condenadas por delitos de terrorismo que se habían desmarcado de su organización, habían asumido el daño causado y expresado su voluntad de contribuir a la reparación del mismo. Maixabel, la película de Icíar Bollaín, llevó a la gran pantalla estos procesos y acercó el conocimiento de los mismos a la sociedad española resaltando la importancia de la mediación para resolver conflictos violentos y reparar el dolor de los mismos.
Desde entonces muchas personas en España están trabajando en mediación para una sociedad que precisa, según los expertos en esta materia, un conocimiento más profundo de cómo la mediación puede restañar heridas en todo tipo de conflictos ya sean familiares, sociales, ideológicos, culturales, o de cualquier otra índole. La escucha, el diálogo abierto, el trabajo facilitado por los especialistas en mediación puede hacer que el dolor se disuelva, al final, con un profundo y sentido abrazo.