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El riesgo de llegar a 40 grados en mayo: el primer episodio de calor, el más peligroso para la salud

  • Las temperaturas extremas que vive España este mayo llegan cuando aún no nos hemos aclimatado
  • La población más vulnerable, sobre todo los mayores, fallece en los episodios calurosos tempranos
Una mujer se refresca en Sevilla, que marca máximas de 40 grados este mayo
Una mujer se refresca en Sevilla, que marca máximas de 40 grados este mayo María José López / Europa Press
ÁLVARO CABALLERO

El calor ha llegado sin avisar. Tras una primavera lluviosa y relativamente fresca, España registra un episodio de temperaturas "inusualmente" altas, según la Aemet, propias de la canícula, la época más cálida del año —en el centro del verano—, con máximas que incluso pueden superar los 40 grados en Andalucía y que se pueden situar como las más altas en mayo desde 1950.

Aunque temperaturas como estas son por lo general peligrosas para la salud, más aún lo son cuando se dan tan pronto en el año. "Normalmente los primeros episodios de calor extremo de la estación estival son los que suelen tener un mayor impacto sobre la salud", explica a RTVE.es Hicham Acheback, investigador del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) especializado en la relación entre la salud y las temperaturas.

Esto se debe, en gran parte, a que todavía no nos ha dado tiempo a adaptarnos. Adaptación conductual —aún no hemos hecho el cambio de armario o no hemos comprado un ventilador— y también corporal, conocida como "aclimatación".

"El cuerpo fisiológicamente necesita una adaptación al calor, y esto normalmente tarda de media entre 7 y 14 días", asegura Marta Gómez Morillo, del grupo de Salud Planetaria de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC) y médico de familia en el consultorio de Galaroza, en Huelva.

Por ejemplo, para soportar el "estrés térmico", el cuerpo suda más y se dilatan los vasos sanguíneos periféricos para redistribuir el calor —por eso estamos más enrojecidos—.

La población más vulnerable muere en el primer episodio

Además de esto, según Acheback, hay otra razón: los más "frágiles" fallecen en el primer episodio de calor del verano, con lo cual hay menos población vulnerable a medida que avanza la estación.

Esta población vulnerable la integran principalmente los mayores de 65 años, mientras que también son grupos de riesgo los bebés, niños de hasta cuatro años, embarazadas y personas con patologías previas, como enfermedades respiratorias o cardiovasculares.

A ellos se suman, añade Gómez, personas dependientes, con enfermedades mentales como demencia o párkinson, que son menos conscientes del cambio en el ambiente, pacientes con obesidad o diabetes, personas que consumen tranquilizantes, diuréticos, o, a nivel social, quienes viven solos, en la calle, en viviendas no preparadas, que trabajan al aire libre o que consumen alcohol o drogas.

"Las muertes por golpe de calor son mínimas, se cuentan con los dedos de la mano", señala Acheback. Lo que se da, en cambio, es "el agravamiento de algunas patologías" a causa del calor, lo que deriva en hospitalizaciones y fallecimientos.

Más riesgo en zonas menos acostumbradas al calor

El calor ha sido y seguirá siendo extremo en el valle del Guadalquivir, el del Guadiana y el del Ebro y en amplias zonas de la meseta y el Mediterráneo, con valores de 38 grados en Zaragoza o 39 en Badajoz. Pero aunque haga más calor en términos absolutos en Sevilla que en A Coruña, por ejemplo, esto no quiere decir que el riesgo sea mayor en la capital andaluza. De hecho, en muchas ocasiones se puede dar todo lo contrario.

"Las zonas donde hace menos calor suelen estar menos adaptadas", subraya el investigador de ISGlobal. En muchas ciudades del norte, las casas no tienen aire acondicionado ni están preparadas para temperaturas más altas.

Por ello, el Plan Nacional de Exceso de Temperaturas incluyó por primera vez en 2024 umbrales diferenciados por zonas geográficas en cuanto a su impacto en la salud. La mortalidad y las hospitalizaciones se disparan, según este documento, cuando se alcanzan los 40,4 grados en la campiña cordobesa —el umbral máximo—, mientras que este dato baja hasta los 23,9 °C en el literal oriental y occidental asturiano —el mínimo—.

Además, influye la cultura de cada territorio. "En Andalucía tenemos mucha cultura del calor, el individuo a nivel cultural sabe que hay horas a las que no hay que salir", ejemplifica Gómez.

Calor extremo para mayo en buena parte de España, con 40 grados en Sevilla

El desarrollo socioeconómico permite reducir la mortalidad

En general, España ha mejorado su adaptación al calor en las últimas décadas. "La posibilidad de morir con una temperatura de 30 grados, por ejemplo, es hoy en día mucho menor que hace 30 años", señala Acheback. Puntualiza, eso sí, que se trata de una adaptación socioeconómica, no de nuestro organismo, ya que esta última se daría a una escala temporal de la evolución humana, de "miles de años".

La posibilidad de morir con una temperatura de 30 grados, por ejemplo, es hoy en día mucho menor que hace 30 años

"El país dispone de más medios, hay mejores condiciones de vivienda, mejores servicios sanitarios, más recursos para hacer frente al calor y el frío", como por ejemplo comprar aires acondicionados y calefacciones, apunta.

También han mejorado los planes de adaptación en ciudades y comunidades, apunta por su parte Gómez. Fue clave en este sentido la ola de calor de 2003, la más mortífera registrada hasta ahora en Europa, ya que pilló al continente de improviso, especialmente un país menos habituado al calor como Francia.

Murieron unas 14.000 personas, y el shock nacional motivó la implantación de planes de alerta y prevención. Nuestro país también mejoró sus protocolos, y además la población se hizo más consciente del peligro del calor.

"Cuando hay tanta afectación, tanta mortalidad, la gente está mucho más concienciada", señala esta doctora. Consejos que ahora resultan muy obvios, como no salir en las horas centrales del día, hidratarse, usar ropa fresca, o protección solar, se empezaron a repetir con más insistencia a partir de entonces, calando entre la población.

También insiste en el valor de médicos de familia como ella, por su cercanía con la población. "Como hay un vínculo, la gente es más receptiva" señala. "Yo de mi población tengo un conocimiento más estrecho y transversal, y sabemos identificar a la gente más vulnerable", con la que se hace sobre todo "prevención": consejos para hidratarse, o también cambiar fármacos que pueden provocar problemas con el calor.

¿Una adaptación igual de rápida que el aumento de temperatura?

Pero aunque se ha mejorado en adaptación, la gran duda es qué pasará en los próximos años, en los que el cambio climático provocará que las olas de calor sean más extensas geográficamente, más largas y más intensas. "Dependerá mucho del grado de adaptación", responde el investigador de ISGlobal. Existen estudios que prevén aumentos de las muertes por calor, pero "muchos de ellos no tienen en cuenta la adaptación", y usan en sus proyecciones la vulnerabilidad actual.

Pese a las mejoras, coinciden ambos expertos, queda mucho por hacer. Una medida básica es reverdecer las ciudades, donde el efecto isla de calor aumenta el riesgo de las temperaturas para la salud.

Una prueba de ello es un estudio que ha llevado a cabo Acheback y que se encuentra en este momento en fase de revisión por pares, aún sin publicar. En él, un análisis de varios distritos de París demuestra que el factor más determinante que reduce el riesgo es "clarísimamente" la vegetación, sobre todo árboles pero también plantas y arbustos, por encima incluso de diferencias económicas por barrios.

Otro factor fundamental, añade Gómez, es abordar la "pobreza energética", que provoca que grandes franjas de la población, en Andalucía y en toda España, no puedan permitirse o bien comprar un aire acondicionado, o bien encenderlo por el precio de la luz. Porque el cambio climático no dará tregua en los próximos años, aunque su impacto, recuerda esta experta, va por clases.