La memoria de Rufina y Beatriz, las hermanas Úbeda Palomares fusiladas en Ciudad Real
- Las dos jóvenes lavanderas de Malagón fueron denunciadas por no ceder su turno en la fuente a una "señorita"
- La familia sufrió prisión, torturas y humillaciones, pero hoy reclama memoria y justicia para las víctimas
*Mujeres malditas, con Valle Alonso, cada miércoles quincenal en Radio 5, a las 11.47 h.
La provincia de Ciudad Real sufrió con dureza la represión franquista y, sin embargo, es uno de los territorios donde menos se ha estudiado cuántas personas la sufrieron y de qué formas se ejerció sobre ellas. En la actualidad, conocemos los nombres de casi cuatro mil víctimas mortales de esa represión y de sus circunstancias civiles y políticas. Entre ellos nos encontramos los de Rufina y Beatriz Úbeda Palomares, de 24 y 22 años, respectivamente.
El lazo rojo que sirvió para reconocer a las fusiladas
Rufina y Beatriz eran las mayores de nueve hermanos, lavanderas de clase humilde y las sentenció una de las señoritas del pueblo, Malagón. Guardaban su turno para recoger agua de la fuente y no permitieron que aquella mujer privilegiada pasara delante de ellas. Según señala el periodista y escritor Jordi Corominas en el programa Mujeres Malditas de Radio 5, el hecho de guardar la cola, para las hermanas lavanderas de extracción humilde, que en ese momento sólo quieren realizar el acto cotidiano de recoger agua, termina derivando en una tragedia.
Al día siguiente fueron detenidas por la Guardia Civil y permanecieron varios meses en prisión. Sufrieron torturas y, finalmente, fueron fusiladas en el cementerio de Ciudad Real. En un gesto de extrema crueldad las autoridades les robaron los ajuares que guardaban para casarse. Ellas, apunta Jordi Corominas, que eran de una humanidad increíble, "advirtieron a su madre de que llevarían un lazo rojo, cada una de ellas, para que cuando las fusilaran, las pudieran reconocer".
La familia vivió un auténtico drama. Eran sólo dos jóvenes, con toda la vida por delante. Corominas recuerda lo dicho por una de ellas: "¡Me habría gustado ver tantas cosas del mundo!", recuerda. Porque más allá de la barbarie, insiste, se truncan vidas humanas y estas vidas humanas, estaban en el inicio, "tenían 24 y 22 años", añade.
Una historia de dolor con coincidencias macabras
La madre, viuda y con siete hijos a su cargo, también fue encarcelada, acusada de haber dicho lo que, según testigos, vecinos, e incluso su propia nieta Gloria, sus labios nunca pronunciaron. Finalmente pudo regresar a su pueblo, Malagón, por la mediación de no se sabe quién. El entonces director la prisión la invitó a conocer la capital malagueña para que no tuviera un mal recuerdo de su estancia allí. Hay una coincidencia macabra, apunta Corominas, que tiene que ver mucho con el lenguaje. "Eran de Malagón y el alcalde le invita a conocer Málaga. Humillar era la forma de prolongar la guerra".
Es una historia de dolor en su máximo grado la que vivió esta familia de Malagón, que no tiene palabras para agradecer los trabajos realizados por la Diputación y los investigadores de la UNED. Aseguran que han podido perdonar, pero que no olvidan y ponen en valor los homenajes para hacer justicia a las miles de personas inocentes a las que arrebataron la vida.