Despedir al papa a 1.300 kilómetros de Roma: "Gracias a él la Iglesia ha vuelto a su servicio original, amarse unos a otros"
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Al entrar en la Iglesia de San Antón de Madrid, una figura de cartón del papa Francisco recibe a quien llega al templo. A la derecha, un pequeño mercadillo solidario con pastas y legumbres organizado por Mensajeros de la Paz. Y a la izquierda se van sentando por orden de llegada personas sin hogar y sin recursos que acuden temprano para recibir la comida gratuita que entrega esta parroquia.
Al fondo del pequeño templo del barrio madrileño de Chueca, un mensaje se lee sobreimpreso en un póster blanco con letras negras: 'El papa Francisco pide que la Iglesia tenga "los templos con las puertas abiertas", en todas partes, para que el que busca a Dios no se encuentre "con la frialdad de las puertas cerradas"'.
Y mientras tanto, cuatro pantallas de televisión muestran en directo el funeral por el papa Francisco desde Roma. San Antón, gestionada por el padre Ángel, está abierta para quien lo necesite las 24 horas del día, los 365 días del año. Hace más de diez años, al poco de llegar a San Pedro, fue el propio Francisco el que le encomendó la misión a este párroco de reabrir el templo y dar servicio así a los más pobres, a las "periferias", a las que tanto pedía servir y atender el pontífice argentino.
Sentado en la última fila, arropado por un polar de color rojo y un bastón, Manuel (nombre ficticio), ha acudido a primera hora a seguir la ceremonia en una de las cuatro pantallas que hay. "Los sábados no suelo venir, pero he venido por ver el funeral", cuenta con voz baja y vocalizando con alguna dificultad por sus problemas de dentadura.
"Gracias a él la Iglesia ha vuelto a su servicio original"
Manuel, de 74 años, "vive por la zona". En las manzanas de alrededor pasa las noches y de lunes a viernes acude a las comidas que reparten en esta iglesia. Se confiesa católico practicante y no duda en definir el legado de Francisco al frente de la Santa Sede. "Gracias a él la Iglesia ha vuelto a su servicio original, al de amarse los unos a los otros y a compartir los bienes para que nadie fuese pobre", relata.
Mientras tanto, en un pequeño rincón de la Iglesia, nada más entrar a la derecha, tras una puerta de madera, María prepara en una sala de poco más de dos metros cuadrados la cafetera en la que luego servirán la bebida caliente a Manuel y todo aquel que lo necesite. Pero no quita ojo cuando puede a las pantallas, sale cada poco a seguir el funeral. "Voy echándole un vistazo, me gustaría poder estar sentada ahí fuera y verlo en condiciones, pero estoy aquí preparando para luego", cuenta esta voluntaria que sirve a los más desfavorecidos, tal y como pedía Francisco.
"Para nosotros, si el padre Ángel ya es un referente de alguien comprometido con la sociedad y que busca paliar determinadas situaciones sociales olvidadas, el Santo Padre fue uno más, fue nuestro guía total junto con el padre Ángel. Eran guías con sus palabras en las que nos interpelaba a todos los voluntarios para tocar, para estar cercanos y presentes con los más desfavorecidos. Gracias a él, el futuro es esperanzador, la humanidad tiene sombras, pero también muchas luces como estas y estos granitos de arena que vamos aportando poco a poco van a acabar montando una montaña, estoy segura", añade.
Como si fuesen ajenos a la realidad, algunos turistas pasan mientras tanto al interior del templo. Algunos se hacen una selfi con la silueta de Francisco y vuelven a salir. Tras las puertas hay un día soleado y bullicioso en las calles de Madrid.
Un funeral "esplendoroso" y un bautizo
A un par de kilómetros de allí, en la calle Arenal, una de las vías más concurridas de la ciudad madrileña, a la altura de la Parroquia de San Ginés, justo al lado del Teatro Eslava y de la famosa chocolatería a la que da nombre el santo, los dos párrocos se encuentran en el último banco del templo sentados.
"Hemos terminado la misa y nos lo hemos puesto", cuenta uno de ellos vestido todavía con el hábito, tras haber cantado misa al medio día. Junto a otra persona, los tres siguen a través de un móvil lo poco que queda de funeral.
"Ha sido esplendoroso", describe emocionado el otro párroco. "La liturgia en Roma es así, podrás estar más cercano o más lejano, pero la liturgia es así: imponente", define. A los pocos minutos, el féretro ha llegado a Santa María la Mayor, la iglesia en la que ha sido enterrado.
Fuera de San Ginés, a unos diez minutos, en otra de las iglesias del centro de Madrid, en la de San José, la realidad es diferente a las dos anteriores. Situada justo en plena Gran Vía, allí no hay pantallas para seguir la despedida del papa, pero sí están las puertas abiertas.
"Le tenemos presente en las oraciones, pero la vida parroquial en el día a día aquí sigue su curso", cuenta uno de los trabajadores del templo mientras comienza el bautizo de Coba, una pequeña de poco más de un año que este sábado, el día en el que el mundo y la Iglesia católica despiden al "sucesor de San Pedro", ella entra a formar parte de la casa de Dios.