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'Vida en pausa': el 'síndrome de resignación infantil' o cuando los niños refugiados se quedan en coma

  • El director Alexandros Avranas dirige una película sobre una familia rusa en busca de asilo en Suecia
Imagen de 'Vida en pausa'.
Imagen de 'Vida en pausa'. Lazona
ESTEBAN RAMÓN

A finales del siglo XX, Suecia empezó a documentar casos de menores refugiados, de familias procedentes de la antigua Yugoslavia o de Rusia, que empezaban a desarrollar síntomas de una apatía extrema: llegaban a dejar de comer y caer en un estado de coma. En muchos casos, la familia a la que pertenecían se les había denegado la solicitud de asilo y se enfrentaban a una deportación. Los médicos suecos empezaron a llamarlo 'síndrome de resignación infantil'.

El director griego Alexandros Avranas leyó un artículo en The New Yorker sobre este extraño síndrome y comenzó a investigar hasta desarrollar el guion de Vida en pausa, película estrenada en la sección Orizzonti del pasado Festival de Venecia que ahora llega a las salas de España.

En Vida en pausa, una familia rusa con dos niñas se enfrenta en Suecia al proceso de una solicitud de asilo en el que deben mostrarse modélicos, casi carentes de identidad. Para quien piense que su película tiene una estética aséptica y una frialdad forzada, el director tiene una respuesta en forma de pregunta: “¿Has estado alguna vez en Suecia?”.

Suecia bautizó el síndrome, pero es el único en reconocerlo, por lo que su existencia se pone en duda en el mismo país nórdico, donde la suspicacia de que se trata de un ardid para conseguir la residencia es un debate público. Y esa es la trama de Vida en pausa: un sistema burocrático al borde de la inhumanidad.

"Al investigar descubrí lo impersonal que es el proceso: alguien lo evalúa y nunca más vuelve a ver a la familia, y luego otra persona, que puede estar influenciada por lo que lee en la prensa, toma la decisión. Y una tercera persona la comunica. Es un sistema sin rostro que no te da la oportunidad, no ya de culpar, sino de comunicarte con alguien", explica en una entrevista con RTVE.es

Es su documentación conoció los casos reales de niños con el síndrome. “El coma puede durar siete años. Es como si durmieses con 10 años y despertases y con 17. Es una mierda, te lo aseguro, porque la mayoría tienen problemas con la rehabilitación, que no termina nunca de ser completa”.

La acción de la película se sitúa en 2018, en otro momento de la inmigración en Europa. “No la situamos en la actualidad porque ahora hemos pasado la pandemia y la Guerra de Ucrania. No quería utilizar refugiaos ucranianos porque todavía no se sabe cómo les afectará. En 2018 existía una hipocresía de Europa hacia Rusia. Decíamos que eran nuestros socios y que la dictadura era su asunto, incluso dudábamos de que existiese”. De hecho, la película contaba con financiación rusa, pero sus creadores renunciaron a ella cuando comenzó la guerra por motivos morales.

"Se trata a los refugiados como si fueran inmigrantes que vienen a por dinero"

La familia de Vida en pausa sufre un primer revés cuando se niega al padre su condición de opositor del Gobierno ruso y se ven obligados a que su hija menor, testigo de una agresión de autoridades rusas con su padre, tenga que declarar, pero antes cae en coma víctima del síndrome. Cuando deciden que, como solución para que la niña despierte, la hija mayor asuma el relato de su hermana, la burocracia somete a la menor a un interrogatorio severo.

Con todo, la película es una crítica del aparato administrativo, no específicamente a los gobernantes suecos. “El Gobierno sueco, tras 30 días de clases del idioma, lleva a los niños a la escuela pública, donde a veces los padres suecos retiraban a sus hijos porque pensaban que los niños rusos retrasaban el aprendizaje y los mandaban a colegios privados, que también están subvencionados por el Ejecutivo… Lo cierto es que Suecia apoya a los refugiados porque mientras se resuelve el asilo los apoya y hace lo que puede”.

La película, eso sí, invita a ponerse en la piel de quien ha dejado su vida atrás y lucha por integrarse sin perder su identidad. “En la política hay mucha hipocresía, porque se trata a los refugiados como si fueran inmigrantes que vienen a por dinero. Es verdad que hay muchos refugiados, pero porque hay guerras demasiado grandes que además no dejan de aumentar. No sé cuál es la solución, pero son seres humanos, que no tienen todos los derechos y tienen al pueblo en su contra. Es muy duro para ellos y eso no debemos olvidarlo”.

Tampoco, claro, tienen a todo el pueblo en contra. La película muestra a ciudadanos organizados para asistirles como una red de apoyo más allá del Estado. "Eso ocurre: hay muchos ciudadanos suecos que les ayudan escondiéndoles en sótanos, incluso llegan a ir a la cárcel por este apoyo. La gente es gente y esto existe en Suecia, Grecia y España".