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Elogio del empate: por qué es deseable el Goya salomónico de 'El 47' y 'La infiltrada'

Premios Goya 2025, un final con giro inesperado
ESTEBAN RAMÓN

Hermanadas para siempre por un golpe de azar, El 47 y  La infiltrada, celebraban en Granada la doble fortuna de la victoria y de lo insólito. Antes de la gala, nadie se atrevía a asegurar una ganadora entre las dos películas en lo que parecía una moneda al aire. Y tanto: cayó de canto.

Los ex aqueo son bastante frecuentes en festivales de cine como Cannes o San Sebastián, donde los jurados están compuestos por un grupo de menos de 10 miembros y es común que tiren por la calle de en medio ante cualquier desacuerdo. Pero son estadísticamente improbables cuando hablamos de casi 2.000 votantes miembros de la Academia de Cine.

Los Premios Goya son una mera votación, no hay acuerdo alguno que pueda propiciar un empate, y además están diseñados a prueba de cualquier filtración: nadie sino un notario conocía el resultado antes de la apertura del sobre.

El ‘milagro’ de Granada

El estupor estaba justificado por la excepcionalidad. Si asumimos que hay 2.000 académicos que votan aleatoriamente entre cinco películas, la probabilidad de un empate es aproximadamente 0,091% (uno de cada 1100 casos). En la práctica, la aleatoriedad es un estado ideal, porque hay películas más favoritas que otras a priori para los votantes, pero, ojo, eso lo convierte en un hecho aún más improbable: si solo hubiera dos películas que elegir entre esos mismos 2.000 académicos, la probabilidad de empate sería de un 0.042%, (alrededor de 1 en 2400 casos), ya que hay menos combinaciones de empate con menos películas.

Arantxa Echevarría y Marcel Barrena, directores de 'La infiltrada' y 'El 47', se abrazan en el escenario de los Goya.

Arantxa Echevarría y Marcel Barrena, directores de 'La infiltrada' y 'El 47', se abrazan en el escenario de los Goya. REUTERS/Jon Nazca

El desconcierto de la coincidencia cósmica llegó al notario encargado de introducir la tarjeta de ganador en el sobre, que incluyó las dos tarjetas junto a un papel de apariencia improvisada con errata incluida (ex aquo), papel que en un primer momento Belén Rueda, entregadora junto a otros actores de Mar adentro, apartó como si fuese un envoltorio.

Se ha recordado el único caso en la historia de los Goya, en mejor cortometraje en 1991.  En los Oscar, por buscar unos premios análogos, ha sucedido en seis ocasiones, la última en 2013 cuando Sky Fall y La noche más oscura compartieron en Oscar a mejor edición de sonido. Y, la más célebre, el empate a mejor actriz entre Katharine Hepburn (El león en invierno) y Barbra Streisand (Funny Girl) en 1969.

La alegría de los 'no rivales'

La saturación de porras, quinielas, y “duelos” de estos días podría ser una oportunidad para reflexionar sobre el verdadero sentido de unos premios como los Goya, concebidos para celebrar y promocionar una industria cultural, pero diseñados, y reducidos por los medios de comunicación, como el marco de una competición deportiva.

Hace dos años, cuando As bestas logró 9 premios Goya y Alcarràs ninguno se habló de “derrota” o “castigo”, cuando el sentido común indica que si te ves obligado a elegir entre dos objetos de tu agrado, en modo alguno significa que la segunda opción sea una “perdedora que se va de vacío”.

“Tampoco le demos tanta importancia a los premios”, dijo entonces Rodrigo Sorogoyen. En la misma línea, Estibaliz Urresola, directora de 20.000 especies de abejas, vivió con extrañeza el año pasado su encasillamiento de rival de La sociedad de la nieve, de J.A. Bayona, durante toda la temporada de premios. “Vivimos una gran variedad artística, pero el sistema crea estas competiciones”, dijo al recoger el premio Forqué, para no caer en la narrativa de “vencedores y vendidos”

De alguna manera, los premios de los festivales de cine tenían un origen más práctico: era un sistema para señalar productos culturales relevantes que podrían tener su espacio en el engranaje del mercado. Pero en los premios académicos (además de la promoción) la esencia para el premiado es el amor de sentir el favoritismo de los colegas de profesión.

En el escenario, con el ex aequo todavía fresco, Arantxa Echevarría se refirió a su 'no victoria 'como mejor directora dirigiéndose al resto de nominaciones no consumadas de La infiltrada así: “No hemos perdido, han ganado otros”. Marcel Barrena, director de El 47 , recogía el guante ya tras la gala asegurando genuinamente sentirse encantado de compartir: “Quiere decir que hay más alegría para más gente, y esto ya no nos lo quita nadie”.

Quizá haya otras maneras de celebrar la excelencia que elaborar listas de nominaciones para abrasar luego con el foco a un solo ganador y oscurecer al resto. El empate de Granada (en un palmarés además que repartió premios para la mayoría de nominadas) recuerda que es más deseable la comunión que el enfrentamiento, aunque, si atendemos a la probabilidad de 1 de cada 1100 casos, quizá tarde en volver a suceder.

'El 47' y 'La infiltrada' comparten el Goya 2025 a la mejor película, algo inédito