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Análisis | Elecciones en Rusia

Mi vuelta a Rusia: las sanciones, la no guerra y la no campaña

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Los orígenes de Putin: de sus raíces en San Petersburgo a su encumbramiento como presidente

Fui por primera vez de turismo a San Petersburgo hace 25 años, en marzo de 1999. Hace un cuarto de siglo. Rusia aún no estaba preparada para recibir oleadas de turismo extranjero, occidental. No lo estaban siquiera sus dos capitales, Moscú y San Petersburgo, había pocos hoteles, y aún menos restaurantes con cartas o personal que hablara en inglés. En pocos años se transformó y a medida que avanzó el siglo XXI fue un país al que siempre recomendé viajar de turismo.

Mi vuelta a Rusia: las sanciones, la no guerra y la no campaña

Plaza del Palacio, San Petersburgo

¿Fue un sueño? Hoy lo parece. Escribo este artículo después de una tarde insólita en la que he paseado alrededor de la iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada donde apenas me he cruzado con una docena de turistas y de cruzar una Plaza del Palacio (de Invierno) del Museo del Hermitage huérfana de visitantes. "Ser guía turística es como, imagínate, ser actriz y despertar un día con todos los teatros cerrados". La reflexión es de una guía turística en paro desde hace dos años, después de dieciocho de profesión.

¿Se notan las sanciones? Sí y no

Un San Petersburgo sin turistas en el siglo XXI es como un París, una Venecia o una Barcelona sin ellos. Lo vivimos durante la pandemia y, si el turismo fuera el único baremo, parecería que en Rusia vuelven a estarlo. Pero no es la pandemia, es la guerra, es la invasión rusa de Ucrania y las sanciones occidentales que como reacción se tomaron hace dos años. Han desaparecido los turistas europeos y estadounidenses, y su hueco no lo han llenado chinos, turcos, brasileños o árabes. Los pocos turistas que hay este mes de marzo son rusos o residentes en Rusia. Han desaparecido los vuelos directos y se han cancelado las transacciones bancarias con Occidente, lo que inutiliza nuestras tarjetas de crédito. Las sanciones han complicado y encarecido mucho viajar desde Europa a Rusia. Es casi el único efecto visible de las sanciones en mis poquísimos días de observación superficial sobre el terreno.

Mis amigas rusas me lo han comentado a lo largo de estos dos últimos años, al inicio sí se notó la falta de importaciones y la marcha de empresas occidentales, desde la ropa y el trabajo en multinacionales a artículos de higiene. Pero no duró mucho. Entro en supermercados y galerías comerciales de San Petersburgo y no es que no haya desabastecimiento ni escasez, es que hay abundancia. Más frutas, verduras, carne, pescado, cosméticos...la lista es larga.

Hay marcas nuevas que han aparecido en mis diez años de ausencia, y también marcas occidentales que siguen vendiendo hoy en Rusia: Armani, Hugo Boss, Levi's, Desigual, Tous, Benetton, Geox, Calzedonia, Dior, MaxMara... Nada indica a la vista que este país esté en crisis. Y la foto fija dice que no lo está. La guerra ha generado empleos, el PIB ha crecido y el gobierno ruso ha subido los salarios. Y con todo ello el presidente, Vladímir Putin, saca pecho para seguir seis años más y, si los cumple, serán en total 30 años en la cima del poder del país más extenso del planeta.

Telediario especial desde Rusia

Las sanciones afectan también a los visados. Algunos países de la Unión Europea se han cerrado a cal y canto a los ciudadanos rusos; otros, no, pero todos han restringido la concesión de visados. Salir de Rusia también se ha complicado mucho. Al alcance de unos pocos, los privilegiados. Y viceversa. Con mucho tesón, Televisión Española ha logrado visados para que un equipo de ocho nos desplacemos a Moscú y San Petersburgo para cubrir las tres jornadas electorales (del viernes al domingo) y la reelección, ¿consagración o coronación deberíamos decir? de Vladímir Vladimírovich Putin como presidente de la Federación Rusia. Un visado válido para 9 días, del 13 al 21 de marzo.

Mi vuelta a Rusia: las sanciones, la no guerra y la no campaña

Cartel de la Junta Electoral: "Elecciones para Presidente de Rusia (15-17 de marzo). Juntos somos fuertes. ¡Votemos por Rusia!" ANNA BOSCH

Este despliegue de TVE se une al equipo de la corresponsalía en Moscú para contar desde Rusia la figura de Putin y el contexto de esta reelección. Un Telediario especial que conducirá Marta Carazo el lunes 18 por la noche.

La ciudad de Vladímir Putin

Mi contribución será la figura de Vladímir Putin desde su nacimiento en Leningrado, hoy San Petersburgo, hasta el día de hoy. Para ello hemos recorrido desde la Maternidad donde nació en octubre de 1952, con el asedio atroz a la ciudad y sus consecuencias de hambre, muerte y destrucción aún muy presentes, hasta el ayuntamiento que lo catapultó a la cima de la política rusa y con ello a la escena internacional desde la Nochevieja de 1999.

El presidente ruso tuvo una infancia modesta en una ciudad arruinada. Se crio en la habitación de una komunalka (apartamento compartido) del centro de Leningrado que su familia compartía con otras dos. Cursó primaria en una escuela que estaba a sólo dos portales de distancia y que hoy es un centro de formación profesional, donde todos los alumnos saben que estudian en el mismo lugar que lo hizo de niño el presidente.

A la vuelta de la esquina estaba el cine donde una película, 'El escudo y la espada' (1968), le despertó la vocación por los servicios secretos. El cine se ha transformado en un teatro y, curiosamente, una de las obras en cartel es sobre Mata-Hari, la artista-espía. Antes de terminar la educación secundaria, con 16 años Vladímir Putin llamó a la puerta del temible KGB para comunicar que quería ingresar en la agencia. "Pues haz el servicio militar, primero, y estudia una carrera, preferentemente, Derecho", le aconsejaron. Dicho y hecho.

Mi vuelta a Rusia: las sanciones, la no guerra y la no campaña

Sede de los servicios de inteligencia rusos en San Petersburgo ANNA BOSCH

Para nuestra sorpresa hemos podido grabar ese edificio, que sigue alojando una rama de los servicios de inteligencia rusos, sin ningún impedimento. Mientras grabábamos no dejaron de pasar grupos y grupos de cadetes de las academias militares que hay en los alrededores, entre otros, pasó un grupo de jóvenes africanos con el uniforme ruso porque están recibiendo su formación aquí. Al verlos pasar por nuestro lado y apreciar su juventud fue inevitable pensar que probablemente a muchos de ellos los destinen a la guerra en Ucrania, un conflicto cuyo final no aparece cercano.

¿Se nota la guerra?

La respuesta breve e instantánea es no. En San Petersburgo no se nota la guerra, salvo por un detalle: hay tantos carteles animando a los ciudadanos a votar como a alistarse al ejército.

Ofrecen un pago de 695.000 rublos (unos 6.900 euros) al alistarse y, si los destinan a una "zona de operación militar especial", un sueldo de 204.000 rublos (unos 2.000 euros) mensuales. En algunas avenidas se muestra la imagen de un militar con el lema "La victoria será nuestra", sin ninguna mención a qué victoria, ni en qué guerra.

Mi vuelta a Rusia: las sanciones, la no guerra y la no campaña

Un cártel en una marquesina anima al reclutamiento en el Ejército

En las televisiones, que siguen siendo el gran medio de comunicación y de información en Rusia, abundan las referencias a la guerra en Ucrania. Informaciones sobre explosiones, avances del ejército ruso y el programa de "debate" político de las noches que conduce Vladímir Soloviov es un despliegue de testosterona, belicismo y nacionalismo.

Todos los participantes son hombres, salvo ocasionalmente alguna mujer, que discuten pormenorizadamente sobre lo mejor que pueden hacer el gobierno y el ejército rusos en Ucrania, y sobre la amenaza que supone la OTAN y las políticas y armamento de los Estados Unidos y sus aliados. Y, evidentemente, el recuerdo permanente, obsesivo casi, de la Segunda Guerra Mundial, que aquí denominan Gran Guerra Patriótica. Han pasado casi 80 años del final de la guerra, pero no hay día en que las televisiones no hagan alguna alusión al sufrimiento tremendo de los soviéticos o a los millones de muertos o, sobre todo, a la victoria sobre el ejército nazi.

No hace falta que los mensajes sean explícitos, para los espectadores rusos la conexión resulta automática, ahora como entonces Rusia está en el lado correcto de la Historia. A muchos rusos, sin embargo, la versión oficial y los acontecimientos de los últimos años los abocan, una vez más, al fatalismo, como si este fuera un país maldito donde cada vez que crece la esperanza de una vida mejor ocurre algo que hace retroceder décadas. "¡Quién sabe cuándo se levantará este nuevo telón de acero! Siempre lo ha dicho mi padre: nunca vivimos bien, y mejor que no nos acostumbremos". La sentencia, lapidaria, es de una ciudadana de San Petersburgo.