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Guatemala

Bernardo Arévalo de León, el político que sorprendió y conquistó Guatemala con su lucha contra la corrupción

  • El hijo del primer primer presidente democrático del país toma posesión este domingo
  • Se ha ganado al electorado con un discurso comprometido contra la corrupción

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Bernardo Arévalo de León, presidente electo de Guatemala
El presidente electo de Guatemala, Bernardo Arévalo de León, habla en Santo Domingo

Bernardo Arévalo de León se convierte este domingo en el presidente de Guatemala tras una carrera de obstáculos contra la Fiscalía del país. Aunque no era un desconocido en la política guatemalteca, su figura comenzó a ganar relevancia hace menos de un año al lograr un inesperado segundo puesto en la contienda electoral. Las encuestas lo situaban en el penúltimo puesto y, de hecho, antes de la primera vuelta el 25 de junio de 2023, nadie identificaba al Movimiento Semilla como una amenaza electoral.

Él se define como socialdemócrata; los analistas, como "un progresista muy moderado", y sus adversarios políticos lo tildan de comunista y expropiador. Conquistó a la opinión pública por sus campañas anticorrupción y por su enfrentamiento a los partidos tradicionales, y ha sido este mensaje determinante el que lo ha catapultado al Palacio Nacional. Sus votantes lo describen como "una persona capaz, honesta y culta", pero son muchos los factores que le han conducido a la Presidencia del país.

Arévalo de León nació en Montevideo en 1958, durante el exilio de sus padres ante el golpe de Estado de 1954. El apellido del nuevo mandatario resuena en la historia reciente. Bernardo es hijo de Juan José Arévalo Bermejo, el primer presidente electo de Guatemala tras la primavera democrática de 1944.

Ser hijo del "mejor presidente del país", según su propia definición, es un leitmotiv que le ha acompañado a lo largo de toda la campaña. Independientemente de este legado, apenas estaba integrado en el imaginario colectivo por una "referencia muy lejana en un país con un nivel educativo muy deficiente", según explica Daniel Haering, politólogo español afincado en Guatemala. Pero realmente ha sido la lucha contra la corrupción la que le ha dado la victoria en las urnas. Arévalo ha conseguido que su imagen sea la de "una persona ajena al sistema político y, por lo tanto, ajena a la corrupción", explica Haering.

Un país marcado por la corrupción

El índice de percepción de la Corrupción de 2022 de Transparencia Internacional sitúa a Guatemala como el quinto país más corrupto de todo Latinoamérica y en la posición 150 de la clasificación global. Es un Estado que carga con una herencia muy sólida del Pacto de Corruptos, una red de poderes económicos, políticos y judiciales que han colonizado el sistema institucional por completo. Thelma Aldana, exfiscal General ahora exiliada en Washington, asegura que "Guatemala ha sufrido demasiados gobiernos corruptos que han desviado todos los fondos para enriquecerse", destrozando por completo al sector público y a las clases populares.

Hablar abiertamente de política en Guatemala es "peligroso porque sabes que expones tu vida. Por eso, puede ser que las encuestas no le diesen la victoria", teoriza Alex Maldonado, periodista guatemalteco de la Agencia Ocote. A ello se suma que "el Pacto de Corruptos no lo vio en las encuestas porque no lo vieron tan radical como, por ejemplo, el MLP", explica el procurador de DDHH exiliado en España Jordan Rodas. Él era militante en el Movimiento para la Liberación de los Pueblos, partido que defiende la resistencia indígena que fue cesado de la carrera política antes del comienzo de los comicios, igual que sucedió con muchos otros partidos.

Arévalo de León se hizo un hueco en el escenario político con sus ideas moderadas pero críticas con el status quo, sorprendiendo cuando consiguió pasar victorioso a la segunda vuelta. Fue en ese momento cuando los poderes públicos "iniciaron la persecución", explica Aldana.

Documentos de las elecciones presidenciales incautados por el Tribunal Supremo Electoral.

Documentos de las elecciones presidenciales incautados por el Tribunal Supremo Electoral. Sandra Sebastian

Persecución política

Su investidura ha venido precedida de numerosos intentos del poder judicial por cesar su actividad. La fiscal general Consuelo Porras y Rafael Curruchiche, de la Fiscalía Especial contra la Impunidad, iniciaron varios procedimientos para intentar ilegalizar al Movimiento Semilla. Alegaron irregularidades en la fundación de su partido y, con esto, intentaron suspender su actividad.

Fue esta persecución la que empujó a la sociedad civil a manifestarse, exigiendo la renuncia ambos. Los participantes de la denominada 'Marcha de las flores', entre los que se encontraban grupos sociales históricamente marginados como las poblaciones indígenas, reclamaban la defensa de la soberanía popular. "Hubo, durante toda la campaña, una expresión general de esperanza y alegría, pero también de mucho miedo por las investigaciones contra el partido", recuerda Fátima Herrera. Ella es periodista de Prensa Libre y Guatevisión, y durante los últimos meses ha cubierto la campaña electoral día a día.

La presencia de la población más joven, habitualmente ligada abstención, fue clave, sobre todo, a través de las redes sociales. "La juventud se informó y votó a favor del cambio", cuenta Thelma Aldana. Según Maldonado, "hubo un match. Los jóvenes les explicaron a los mayores quién era Arévalo y los padres mantenían en el ideario a su padre". Sumado a la resistencia social, fue esto lo que le permitió al líder del Movimiento Semilla lograr 2,4 millones de votos, la cifra más alta en la historia del país centroamericano.

Ese mismo 20 de agosto él proclamó: "Esta victoria es del pueblo". Banderas azules y blancas inundaron calles de la Ciudad de Guatemala celebrando la victoria en las urnas de Bernardo Arévalo con más del 58% de los votos. Esta euforia colectiva está acompañada de las esperanzas de cambio, pues hacía 70 años que un candidato progresista no ganaba unas elecciones en el país. "Es algo sin precedentes, porque normalmente, cuando gana un presidente, se celebra en la casa del partido. Esta es la primera vez que se celebra en las calles y que la gente busca festejarlo con él", señala Herrera.

Ciudadanos salen a la calle para celebrar el triunfo de Bernardo Arévalo como nuevo presidente.

Ciudadanos salen a la calle para celebrar el triunfo de Bernardo Arévalo como nuevo presidente. Fernando Chuy

Mandato complicado

Ahora Arévalo se enfrenta a un mandato complicado, con una minoría de 23 escaños en un congreso de 160 y con el establishment en su contra. Su principal rival, Sandra Torres, del Partido Unidad Nacional de la Esperanza y ex primera dama, todavía no ha aceptado los resultados electorales. "Desde que perdió las elecciones, ella nunca dio una conferencia de prensa y desapareció completamente de los medios", dice Maldonado.

Una vez electo, la Corte de Constitucionalidad de Guatemala respaldó la actuación de la fiscalía y del juez penal y ordenó de nuevo la suspensión del partido. Esta decisión fue catalogada como "un intento de golpe de Estado por parte del Ministerio Público" por el presidente electo y la Organización de Estados Americanos (OEA).

Pese los obstáculos, este 14 de enero Bernardo Arévalo de León tomará posesión junto con su vicepresidenta Karin Herrera, en un país con los poderes públicos completamente enfrentados. Lo hace con una agenda moderada, poco comprometida con los derechos sociales pero muy crítica con la corrupción.

Ahora, la esperanza del pueblo es que cumpla con lo prometido. "Los diputados perciben más participación y por eso se sienten presionados para hacer bien las cosas", asegura Alejandro Maldonado.

Esta victoria supone, según Rodas, una especie de "oasis democrático y un respiro para la comunidad internacional" en medio del auge de la extrema derecha que se vive en Centroamérica. El procurador de derechos humanos lo define como "una esperanza, un cambio de rumbo, no un cambio radical, pero sí una esperanza también para los que estamos obligados al exilio".

Para muchos, Bernardo Arévalo representa esa semilla que los guatemaltecos esperan que germine para expulsar la corrupción que él mismo define como "este cáncer, una enfermedad dolorosa que tenemos que atacar".