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El dilema de la eutanasia en mascotas: un acto de "amor" que puede generar culpabilidad

  • La culpabilidad es uno de los sentimientos más frecuentes que sufren muchos propietarios durante el duelo
  • Son comunes también las dudas sobre cómo saber cuándo ha llegado el momento y si estar presentes o no

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Eutanasia en mascotas, ¿cómo afrontarla?: un perro anciano descansa en el sofá
Un perro anciano descansa en el sofá

Querer, a veces, también significa dejar ir. Sonia ha tomado esta difícil decisión en dos ocasiones en los últimos cinco meses, cuando un cáncer le robó la alegría a su perro Niko y repentinamente también una enfermedad se la quitó a su gato Dallas semanas después. La eutanasia era tristemente la única salida al dolor de sus compañeros de vida: “No merecían sufrir. Lo hice por amor".

Sonia asegura no sentirse culpable, era lo menos que podía hacer por quienes compartieron con ella tantos momentos de caricias y cuidados. "Me he dejado la vida por intentar salvarles, he hecho todo lo que podía" y ahora solo queda pasar el proceso de duelo. Sin embargo, ni todos los propietarios son capaces de mostrar tanta determinación ante el dilema de la eutanasia ni muchos se libran de la culpabilidad. "Es un sentimiento que suele aparecer", explica por su parte la psicóloga María Villegas.

Niko, el perro de Sonia, en un paseo por el campo

Niko, el perro de Sonia, en un paseo por el campo SONIA CODERCH

Ante una situación tan complicada, la información es poder. Como sugiere el vicesecretario del Colegio de Veterinarios de Sevilla Francisco Sánchez, conocer cómo funciona la eutanasia, en qué consiste y cuándo ha llegado el momento de recurrir a ella puede tanto ayudar a evitar el sufrimiento innecesario de las mascotas por el miedo y la indecisión de sus propietarios como prevenir situaciones traumáticas para estos últimos.

Cómo funciona la eutanasia: información frente al miedo

Según relata Sánchez, lo primero a destacar es que este procedimiento humanitario solo está indicado cuando "no hay nada más que se pueda hacer", es decir, está dirigido a animales con patologías "en las que existe un gran sufrimiento" que no puede gestionarse con tratamientos. La eutanasia nunca debe ser empleada por motivos económicos o como alternativa al abandono, por ejemplo.

Es habitual que sean los veterinarios quienes recomienden la eutanasia ante el empeoramiento irremediable de la mascota. Los familiares disponen entonces de un día o más para pensar sobre la decisión, si es que el animal puede ser mantenido estable a corto plazo con analgésicos. Una vez llegado el momento, Sánchez explica la importancia de recordar que el proceso es "totalmente indoloro", libre de crueldad y que tiene el único ánimo de que no se soporte un dolor fútil.

El animal se va tranquilo y la familia sufre mucho menos

La difícil despedida comienza con un sedante. El perro, gato u otro animal es anestesiado para que en el momento de su muerte se encuentre profundamente dormido. Después de entrar en el sueño, lo que puede llevar de 20 a 30 minutos, el profesional administra la eutanasia vía intravenosa provocando una parada cardiorrespiratoria. "De esta forma el animal se va tranquilo, y la familia sufre mucho menos", asegura el veterinario.

¿Cómo saber cuándo ha llegado el momento?

Aunque se conozca el procedimiento, lo cierto es que tomar la decisión de la eutanasia es extremadamente complicado. Si bien hay casos en los que son las propias familias las que proponen primero el procedimiento con la intención de evitar el sufrimiento de la mascota, Sánchez reconoce que muchas otras "quieren alargar la vida del animal por el miedo a pasarlo mal" y sin percatarse del pesar real del animal. Ante eso, existen diversas cuestiones a tener en cuenta.

Los animales no manifiestan el dolor igual que los seres humanos, e incluso la forma de expresarlo difiere según la especie, de ahí la importancia de atender al consejo veterinario para valorar objetivamente la situación. Estos ayudan a ver las señales que indican si el animal sufre, que pueden ir desde el incremento de la frecuencia respiratoria hasta el aislamiento, la apatía o la inanición. "No tienen por qué chillar ante el dolor, algunos se esconden".

Para observar si mantienen una calidad de vida digna, la oncóloga animal Alice Villalobos propuso en Oncología geriátrica canina y felina: honrando el vínculo humano-animal una escala basada en siete categorías que deben puntuarse del uno al diez: la ausencia de dolor, el apetito, la hidratación, la higiene, la felicidad, la movilidad y si la mascota vive "más días buenos que malos". Obtener más de 35 puntos es un buen indicativo para continuar proporcionándole cuidados paliativos en lugar de optar por la eutanasia.

"Mi mayor preocupación era saber cuándo sería el momento, pero cuando de verdad llega lo sabes", sugiere por su parte Sonia. Su perro Niko, de 13 años, se marchó hace cinco meses tras tres años diagnosticado con un cáncer que finalmente le impidió andar y le hizo perder el control de esfínteres. Su cambio de carácter fue la clave. "Cuando dejó de caminar se veía mermado y le causaba mucha frustración, entonces lo tuve claro", recuerda. Algo en su mirada le dijo que quería dejar de sufrir.

Estar presente o no, una decisión personal

Estar presente o permanecer fuera de la sala durante la eutanasia es la segunda de las decisiones más complicadas a las que se enfrentan muchos propietarios. "Todas las opciones son posibles", recuerda el veterinario, pues se permite a las familias desde acompañar a la mascota solo en la sedación hasta quedarse a lo largo de todo el procedimiento o no formar parte de él en ningún momento.

"Lo que suele hacer la mayoría es despedirse del animal una vez que está anestesiado e irse, luego nos encargamos nosotros de aplicarle la eutanasia", detalla Sánchez. Para el vicesecretario del Colegio de Veterinarios de Sevilla, es la forma "menos dolorosa" de decir adiós. "Recomiendo casi siempre que se queden con una imagen del animal dormido", pues el rigor mortis puede causar "expresiones o manifestaciones" que asusten y marquen a los propietarios.

Sin embargo, el profesional reconoce que hay muchas familias que prefieren acompañar a su mascota durante todo el proceso. Uno de estos casos es el de Sonia, que decidió estar tanto en la despedida humanitaria de su perro Niko como en la de su gato Dallas, enfermo con leucemia felina. "Los quiero con locura, me han dado muchísimo y para mí es simplemente una cuestión de amor: ¿cómo después de todo lo vivido no iba a estar con ellos?", cuenta emocionada.

Dallas, el gato de Sonia, tumbado en el césped

Dallas, el gato de Sonia, tumbado en el césped SONIA CODERCH

"Es una decisión muy personal", apunta al respecto la psicóloga María Villegas. Si bien es cierto que estar presente "puede ser una buena de despedirte" e incluso beneficioso para el posterior duelo, también es terriblemente doloroso "ver cómo tu mascota se va apagando". "Depende mucho de lo que valores en el momento, de cómo te encuentres entonces, de cómo estés de nervioso y de tu estabilidad emocional", que puede alterar incluso al animal.

La posible culpabilidad tras la eutanasia y la "invalidación" del duelo

Celia se sintió "como una asesina" cuando firmó el consentimiento para la eutanasia de su perro, de 16 años y con graves problemas de corazón para los que "ningún tratamiento fue efectivo". "Hubiera dado lo que fuera por poder alargarle la vida y porque se hubiera quedado dormido en casa" y por no tener que tomar una decisión que, al principio, afectó enormemente a su salud. "Era una angustia constante y ganas de dejar de vivir", asegura.

Aunque no sucede en todos los casos, sí es común que, tras la eutanasia, muchos propietarios sientan culpabilidad. "La reacción emocional es diferente a la de una muerte natural y es cierto que se puede generar un sentimiento de culpa en el dueño, que es quien toma la decisión", explica la psicóloga, que hace igualmente hincapié en lo erróneo de este pensamiento.

A esa posible problemática, en ocasiones, se suma igualmente la "invalidación" del duelo por parte de la sociedad, que a veces no entiende que "esta respuesta no exclusiva al fallecimiento de un amigo o de un familiar". Cuando se comparte el dolor por la pérdida de un animal, es frecuente escuchar "adopta otro" o expresiones similares que llevan a interiorizar el sufrimiento. Frente a ello, la experta recomienda realizar un ritual funerario, rodearse de seres queridos, validar el propio pesar y, si es necesario, "admitir que se necesita ayuda" para superarlo.