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Ucrania, un año en guerra (IV)

Viktoria, maestra de 26 años y prisionera de guerra en Rusia: "Sufrí tortura física y psicológica"

  • Estuvo seis meses en una prisión rusa sin poder comunicarse con su familia
  • En su primera semana en la cárcel le comunicaron que sería condenada a prisión de tres a cinco años

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Viktoria es una maestra ucraniana de 26 años que pasó seis meses encarcelada en una prisión rusa
Viktoria es una maestra ucraniana de 26 años que pasó seis meses encarcelada en una prisión rusa.

Mientras la noche daba paso a otro día desapacible, con su típica mañana de escarcha y cielo plomizo, el frío invitaba a arañar minutos a la alarma. Iba a ser un día como cualquier otro: noticias sobre la guerra del Donbás y la tensión en la frontera con Rusia, el cruce de acusaciones y reproches, amenazas a un lado y a otro del tablero, cuestiones demasiado lejanas para una maestra de primaria en Brovary, una ciudad satélite al otro lado del río Dniéper desde la capital. Un estruendo a lo lejos, indescifrable, interrumpió su letargo. Tal vez fuera una explosión. Otro ruido atronador, esta vez muy cerca. Demasiado cerca. Las ventanas y las paredes temblaron. Por un minuto pensó que era una pesadilla. Una columna de humo se elevó por encima de las sirenas antiaéreas. Eran las 04:47 minutos de la mañana del 24 de febrero de 2022. La invasión rusa había comenzado.

Entraban en las casas y tenemos evidencias de que asesinaron a algunos vecinos

Viktoria Andrusha, una maestra de 26 años, no se lo pensó dos veces. Se fue inmediatamente a Staryi Bykiv, en la región de Chernígov, donde viven sus padres. El camino fue difícil. El ejército ucraniano había volado los puentes para impedir el avance de los tanques rusos que, esa madrugada, habían penetrado desde la frontera con Bielorrusia. Su pueblo, como otros muchos, habían sido atravesados por las fuerzas moscovitas que avanzaban rápidamente sobre Kiev. No sin dificultad, Viktoria consiguió cruzar las líneas de combate para reunirse con su familia. A los pocos días, "los rusos se establecieron en el pueblo. Teníamos miedo de salir, de encender la luz por la noche. Entraban en las casas y tenemos evidencias de que asesinaron a algunos vecinos", dice. Intentaban en todo momento no llamar la atención.

Viktoria enviaba fotos sobre los movimientos del ejército ruso a las tropas de su país

Viktoria enviaba fotos sobre los movimientos del ejército ruso a las tropas de su país. PABLO TOSCO

La joven, con una fuerza en la voz inusitada, aclara que no podía quedarse de brazos cruzados. Comenzó a compartir fotos, primero con un amigo militar y luego, con el Servicio de Seguridad que la había contactado. Esta profesora de matemáticas y de informática se convirtió en la aliada perfecta para las tropas de su país. La casa contaba con una ventana para poder hacer buenas fotos y videos sobre los movimientos y ubicaciones del ejército ruso. Pronto les cortaron los suministros, se quedaron sin luz y sin gas pero, afortunadamente, su familia contaba con un generador, ello le permitía cargar los teléfonos para seguir compartiendo información y leer las noticias. Los mandos rusos dieron instrucciones a toda la población para que escribiera en las puertas "esta casa está habitada por personas". El objetivo de los soldados era ocupar las casas vacías para vivir en ellas, afirma.

"La mañana del 25 de marzo vinieron a registrar nuestra casa tres soldados. No teníamos armas ni municiones y se fueron. Al rato vinieron a casa otros diez soldados y volvieron a registrar toda la casa", relata el comienzo de su odisea. "Encerraron a mi madre en un cuarto, a mi padre le exigieron ponerse de rodillas y encontraron su móvil y su ordenador". Siguieron con sus pesquisas hasta que encontraron en su teléfono la galería fotográfica y los mensajes intercambiados con el servicio de seguridad. "Me arrestaron y a los pocos días, a mi madre también", asegura.

"He desarrollado muy pronto estrategias para sobrevivir"

"La primera noche me llevaron a un sótano", dice bajando la mirada mientras rememora un calvario que duró seis meses. Durante los traslados, iba maniatada y con los ojos vendados. "El 27 de marzo me llevaron a mí y a otro civil a Rusia", recuerda perfectamente cada fecha y cada detalle. “Me interrogaron y grabaron”, recuerda. Sin embargo, su miedo se acrecentó cuando la subieron en un helicóptero, no sabía a dónde la llevaban ni qué sería de ella. Durante su detención, las amenazas eran una constante. La respuesta a los interrogatorios no satisfacía a sus carceleros que insistían en acusarla de espionaje. Ella insistía en que era una maestra civil y que solo se había limitado a retransmitir lo que ocurría en su pueblo. "Al principio estaba muy asustada. Con el tiempo he desarrollado estrategias para sobrevivir a estas condiciones", concluye. Tenía una necesidad intrínseca de alejarse, de controlar sus emociones. "Estuve cerca de la muerte cinco veces. Estaba convencida de que era el final de mi vida", asegura.

Sufrí tortura física y psicológica. Incluso me torturaron con electroshock

La desplazaron, con 17 detenidos, a un campamento de tiendas de campaña en la región rusa de Kursk y posteriormente a una prisión en la misma localidad. Cada llegada a un nuevo sitio le exigía rellenar formularios, cambiarse de ropa y someterse a incisivos interrogatorios. Al llegar a la prisión tenía que sobrevivir a lo que se conoce como Pryiomka, una especie de "admisión en la cárcel". "Es la parte más aterradora, aquel día sufrí tortura física y psicológica. Incluso me torturaron con electroshock”, se interrumpe, "os lo cuento ahora y ya no siento miedo, pero ese momento fue horrible".

"Me presionaban psicológicamente"

"Me interrogaban constantemente y me presionaban psicológicamente". Su mirada busca refugio en las manos posadas sobre sus rodillas, sus ojos brillan esforzándose por una lágrima. En la prisión "estaba en una celda diminuta con otras tres mujeres ucranianas", rememora su experiencia. Una de sus compañeras, argumenta, casi se suicida después de un interrogatorio. "Todo. Los pasillos, los perros o los guardias. Todo era muy duro psicológicamente". Sin embargo, Viktoria se hizo fuerte. No habla desde el victimismo y no quiere que nos sorprenda su relato. "Elaboré mi propia estrategia psicológica para sobrevivir y no volverme loca", dice. Una especie de resiliencia para sobrevivir.

Viktoria ha relatdo a RTVE como lo que más la angustiaba durante su cautiverio fue la falta de contacto con su familia

Viktoria ha relatdo a RTVE como lo que más la angustiaba durante su cautiverio fue la falta de contacto con su familia. PABLO TOSCO

La primera semana le comunicaron que sería condenada a prisión de tres a cinco años, añadiendo que "da igual que no hayas hecho nada. Todos ustedes son unos criminales para nosotros". Un informe de Human Rights Watch advirtió sobre el caso de Viktoria que "no reconocer la detención de un civil o revelar su paradero bajo custodia podría ser perseguible como crimen de lesa humanidad según el estatuto de la Corte Penal Internacional".

Organizaciones de derechos humanos ucranianas trabajan en casos como el suyo, de presos en Rusia, con activistas y abogados rusos. De hecho, a Viktoria la representó Leonid Krikun, un abogado de San Petersburgo. Más tarde una Corte rusa juzgó su caso. "No encontraron suficientes evidencias de culpabilidad y el 5 de mayo me incluyeron en la lista de intercambio de prisioneros de guerra. Nos dijeron que el intercambio se produciría pronto, pero ese día no llegaba", recuerda con amargura la angustiosa espera. "Era una misión difícil, porque estaba encarcelada por nada y juzgada por un tribunal en el país que agredió al mío".

Poco a poco comenzó a desafiar a los funcionarios de prisión. A hacer todo lo que le exigían de una forma exagerada. Entre las otras fórmulas de humillación, les obligaban a cantar el himno ruso. En un ataque de rebeldía, un día decidió ir más allá de lo que le exigían, "decidí cantarlo durante una hora. Les irrité y me pidieron que me callara", se ríe. Otro episodio "horrible" fue cuando un guardia las acompañó a la ducha y no quería irse, entonces "gritamos fuerte hasta que saliera", añade orgullosa. Al principio, le dijeron que por ser mujer no la torturarían físicamente, pero también le reconocieron que "nadie nos prohíbe presionarte psicológicamente".

Solo podía leer un libro al mes. Estaba prohibido hablar de su pasado, de Ucrania, de la familia, del trabajo y, en definitiva, de la vida. Mataban el tiempo creando guiones de ficción de películas. Aclara que la situación de las mujeres en la cárcel era mejor que la de sus compañeros varones. La alimentación estaba bien, asiente, "teníamos comida caliente". Podían ducharse una vez a la semana, las duchas estaban en otro bloque, aquel paseo era el único momento que podía ver el cielo.

Viktoria, de 26 años, ha relatado a RTVE como fue encarcelada por los rusos

Viktoria, de 26 años, ha relatado a RTVE como fue encarcelada por los rusos. PABLO TOSCO

Lo que más la angustiaba durante su cautiverio fue la falta de contacto con su familia. "La última vez que había hablado con mis padres fue aquel 25 de marzo", lamenta. Hasta finales de abril no liberaron a algunos presos "les imploré para que les dijeran que estaba viva". Un mes después, en mayo, les dieron la oportunidad de escribir por primera vez una carta a su familia. "Estoy bien, estoy viva, pero siendo prisionera. Perdonadme si me involucré en este lío", les puso con su puño y letra. Esta carta la envió a través de la Cruz Roja, pero sus padres "la recibieron en agosto", denuncia.

También les obligaban a ver programas de noticias de medios oficiales rusos que mostraban a personas felices y satisfechas en las regiones recién ocupadas de Ucrania. Le contaban que su presidente Zelenski había huido y que las tropas rusas controlaban Kiev. Les obligaban a cantar “Gloria a Rusia” y maldecir a Zelenski.

"Me resistí a que me raparan el pelo"

El 20 de septiembre la trasladaron a otra prisión de mujeres en Bryansk, una región rusa cercana a la frontera con Bielorrusia. "Vinieron por la mañana y me dijeron que recogiese rápido mis cosas", asegura deteniéndose en cada paso. Al rato se da cuenta de que la estaban llevando a un lugar desconocido. "No me pusieron esposas ni nada, así que me sorprendió profundamente", dice. Finalmente, llegó a otro centro penitenciario y la ingresaron con prisioneras de guerra, militares y médicas militares. Otra vez revisa la documentación y enseguida capta que es una colonia de mujeres y no una prisión. Estuvo allí cuatro días y la volvieron a llevar a la primera prisión. Se ríe cuando intenta explicar las idas y venidas porque le parece "absurdo todo". El 25 de septiembre la sacaron de nuevo junto a otras dos compañeras y entonces dice que comprendió que las llevarían a casa.

Les dijeron que el camino podría durar unas cinco o seis horas. "Estábamos tratando de hablar con ellos, pero lo tienen prohibido; uno de ellos hizo un gesto y nos dimos cuenta de que efectivamente nos llevarían a casa", dice. Finalmente, llegaron a un centro cercano a la frontera de Rusia con Bielorrusia y Ucrania. Otra vez los interrogatorios y los formularios a cumplimentar, aunque en esta ocasión, ya no le importaba, dice, "sabía que pronto llegaría a casa", aunque las presiones y torturas psicológicas, tampoco cesaron en este lugar. "Vi en un cubo mucho cabello y uno de los funcionarios me dijo que si ellos querían podían raparme, solté una carcajada nerviosa y le dije que si no lo habían hecho al principio no lo iban a hacer ahora", relata.

Viktoria ha recuperado su rutina de siempre, pero su forma de ver la vida han cambiado

Viktoria ha recuperado su rutina de siempre, pero su forma de ver la vida han cambiado "por completo". PABLO TOSCO

Cada noche soñaba con su liberación, una liberación que no llegaba. La espera se hizo agónica pero el día 29 de septiembre, al fin se materializó. Las despertaron pronto, les ordenaron que recogieran sus enseres. Cuando se disponían a marchar, uno de los funcionarios "nos dijo que nos llevaban a Siberia", la pesadilla parecía no acabar, pero otro agente, conmovido por su contrariedad, les confirmó lo que tanto anhelaban: "pronto estarían en casa". Contuvo la emoción durante un largo rato hasta que en la frontera recibió un documento de identificación con su nuevo estatus: prisionera de guerra.

Fueron recibidas por el Defensor del Pueblo, representantes de las Fuerzas Armadas, médicos y organizaciones internacionales. Fue todo muy emotivo, recuerda. Aunque nada como el momento en que escuchó la voz de su madre al otro lado del teléfono.

Viktoria ha retomado su trabajo en la escuela, y aunque ha recuperado su rutina de siempre, asegura: "Mis valores y mi forma de ver la vida han cambiado por completo".

Viktoria, de 26 años, es profesora de matemáticas y de informática

Viktoria, de 26 años, es profesora de matemáticas y de informática. PABLO TOSCO