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Coronavirus

Olvidos, avisos y pocos conflictos en el primer mes con mascarilla solo en transportes y centros sanitarios

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Usuarias del transporte público suben a un autobús en Zaragoza, el pasado 20 de abril, primer día sin mascarilla en interiores.
Usuarias del transporte público suben a un autobús en Zaragoza, el pasado 20 de abril, primer día sin mascarilla en interiores.

Se cumple un mes desde que la mascarilla en casi todos los espacios interiores. 'Casi', porque es necesario seguir llevándola en el transporte público, farmacias, hospitales, residencias y demás centros sanitarios. La norma se cumple ampliamente, según atestiguan a RTVE.es sus trabajadores, aunque entre la población no faltan los olvidos, las dudas sobre la nueva norma y cierta relajación, después de más de dos años de pandemia.

Farmacias: "Algunos pretenden que se las demos gratis"

Las farmacias son el centro sanitario a pie de calle por excelencia, aunque a menudo pensemos en ellas como en un comercio más. “Al principio sí que veías a la gente que traía una mascarilla, porque no sabía bien cuando entraba en vigor o donde era obligatorio. Pero ahora la gente está acostumbrada a no llevarla ni fuera, ni en supermercados, ni en nada, y muchos entran sin mascarilla”.

En la farmacia valenciana en la que trabaja Aida García, aproximadamente la mitad de la clientela llega a cara descubierta, por lo que deben recordarles que allí siguen obligados a mantener esta medida de prevención de contagios. “Hay respuestas de todo tipo”, cuenta a RTVE.es, desde quienes se sorprenden y no la llevan encima, a quienes de forma “arrogante” le aseguran que ya no es obligatoria en ningún sitio.

Según su experiencia, la mayoría se pone la mascarilla sin problemas en cuanto se le informa de las excepciones a la norma e, incluso si vuelven en los días siguientes, ya la llevan puesta antes de entrar. Pero algunos pocos ciudadanos todavía se resisten a la imposición. “Hay algunos que se enfadan un poco más y pretenden que se la demos gratis para entrar”, describe. “Eso tampoco puede ser, ¡a nosotros nos cuestan dinero!”

Su experiencia contrasta con la de los centros de salud y hospitales, donde el uso de la mascarilla está muy interiorizado. "Los pacientes lo tienen asumido", describe una enfermera en Valencia. "De hecho, si alguno le decimos que se la quite, porque, por ejemplo, tiene una crisis de ansiedad, suelen preferir dejársela".

Muchos "olvidos", pero pocos conflictos en el transporte público

Desesperante. Llega a amargarte la situación, porque en casi todas las paradas tienes que recordárselo a alguien: 'señor, póngase la mascarilla'”, comenta Javier, que conduce un autobús de los Transportes Urbanos de Sevilla (TUSSAM). El transporte público es otra de las excepciones a la relajación de la norma de las mascarillas y, de nuevo, corresponde a los trabajadores recordar a menudo a la ciudadanía que deben usarla mientras viajan.

Conductor de bus en Sevilla: "Desesperante. En casi todas las paradas tienes que recordárselo a alguien"

"Ya se me ha dado el caso de gente que se ha tenido que quedar fuera porque no la llevaban encima. El último, un señor muy mayor, que me dio tanta cosa que tuviera que volver a su casa, que le tuve que dar una de las mías. Pero, claro, tampoco puedo estar repartiendo mascarillas a todo el mundo”, lamenta el conductor.

El balance que ofrecen desde el Sindicato Independiente de Trabajadores de la Empresa Malagueña Transportes (SITEMT) es muy similar, aunque allí lo observan con más optimismo: “Los que vienen sin mascarilla no es por incumplir la ley, es más por despiste o por olvido”, asegura el presidente Antonio Banderas. “No percibo que haya una actitud violenta por parte del cliente. La población está concienciada”.

Pero estos roces, a veces, sí pueden derivar en un conflicto, y compañeros de Javier, en Sevilla, han tenido problemas con “algún individuo que se ha puesto chulesco o violento”. En las primeras semanas, el protocolo de la empresa municipal sevillana indicaba que no debían arrancar el vehículo si un viajero se negaba a ponerse la mascarilla, a la espera de que llegara un supervisor o la policía. Pero desde la semana de Feria de Abril pueden circular, si bien deben avisar igualmente al centro de control, que tomará la decisión oportuna.

A Javier, el cambio en las directrices le parece “ambiguo”, lo que se suma a la “saturación” de dos años de trabajo en pandemia: “si yo no digo que es obligatorio y aviso al centro de control, me pueden denunciar a mí y eso sí tiene consecuencias. Pero si digo ‘póntela’, me puede venir otro tipo de problema, como un tío agresivo”.

En Badalona, de hecho, una mujer fue detenida por golpear a un vigilante de seguridad con su propia porra tras negarse a llevar la mascarilla, pero es un caso asilado. Al menos, en lo que a la violencia se refiere. Usuarios del metro en Madrid manifiestan que es habitual encontrarse a personas con las mascarillas bajadas o sin ni siquiera llevarla. La empresa asegura, en cambio, que el "cumplimiento es prácticamente total". "Hay muy pocos casos aislados y la mayoría de ellos, cuando se les señala que se la pongan, se la ponen sin más problema", responden a RTVE.es.

Pero si reparamos en los taxis, el cumplimiento depende de un 'cara a cara' entre cliente y conductor. Óscar, un taxista que se mueve habitualmente por el aeropuerto de la capital durante la noche, considera que los viajeros están ya acostumbrados, aunque "hartos". Él también ha tenido que ofrecer un tapabocas a alguien que no llevaba una encima y compara la situación con los cinturones de seguridad, puesto que la multa caería sobre el pasajero.

Las personas vulnerables piden cumplimiento y comprensión

“Se están pidiendo unos básicos”, recuerda al teléfono Ana, quien está en tratamiento de cáncer y es especialmente vulnerable a la COVID-19 grave y otras infecciones. “En lugares públicos como son los hospitales y las farmacias, porque sabemos que hay gente de riesgo, pacientes enfermos, es de cajón que hay que llevarla. Y en los transportes públicos, porque yo también tengo derecho a usarlos”.

Para Ana, más allá de la necesidad de cumplir la ley, es el momento de la "responsabilidad individual", algo complicado tras las "muchísimas fisuras" de la regulación y la explicación de las medidas preventivas desde el principio de la pandemia. "El problema que tenemos actualmente viene de atrás", valora.

Ella, que sigue llevando mascarilla en sitios donde no es obligatoria y seguiría llevándola si mañana se levantaran todas las restricciones, pide también más comprensión. "Soy una persona joven y me enfrento a miradas raras", afirma, puesto que considera que se está desatando cierta "mascarillafobia" por parte de una pequeña parte "ruidosa e incómoda" de la sociedad.

"En algunas ciudades del mundo está absolutamente normalizado que haya personas que por las circunstancias que sean decidan llevarla, y no tienen que dar ninguna explicación", reivindica.